Que vive leyendo

Mientras sus amigas hablan, Anita lee. Mientras sus compañeras juegan, Anita lee. La llaman para ir a comer y tarda un poco más de la cuenta, está embelesada y no quiere dejar el capítulo a medias.

Anita lleva unas gafas pequeñas, como ella, y a través de sus lentes entra y sale de las historias que cuentan los libros que lee. No sé si fue precoz o tardía en el aprendizaje de descifrar un texto escrito. Desconozco qué tipo de literatura prefiere, si elige ella los títulos o si se los regalan. Si es puntillosa en la elección o si devora, indiscriminadamente, todo lo que cae en sus manos.

Es que apenas sé nada de ella, solo observo que Anita lee incesantemente. Las únicas veces que no la he visto aferrada a un libro es porque iba agarrada del brazo de un familiar que ha ido a verla. Anita tiene nombre de niña pero vive en una residencia de mayores, aunque yo diría que vive, en realidad, dentro de los libros.

Mientras sus amigas hablan, Anita lee. Mientras sus compañeras juegan, Anita lee. La llaman para ir a comer y tarda un poco más de la cuenta, está embelesada y no quiere dejar el capítulo a medias

Es asombroso que logre entrar en ellos a pesar de esa barrera ruidosa construida por el ir y venir del personal vestido de blanco y la fusión de voces jóvenes de auxiliares y enfermeras con las temblorosas de los residentes, a veces, amplificadas por la sordera o por el deterioro cognitivo.

El pasado 23 de abril, el premio Cervantes, Luis Mateo Díez, dedicó buena parte de su discurso a hablar de la infancia [ver aquí el discurso íntegro]. Mencionó a Pavese y su descripción del “tiempo mítico” y relató su recorrido por mundos ajenos desde la oralidad y las primeras lecturas. Esa semilla del escritor que fue, que es: “sustrato primitivo de una fascinación y un embeleso de tal modo, que escuchar y escribir unían lo que contar y aprender tenían de aliciente y acicate. Un maravilloso entretenimiento que daría razón de ser a ese destino irremediable”.

En el Día del Libro, se habla mucho de lectores y lectoras, de escritoras y escritores. Y nos puede la emoción al escuchar palabras como las de Mateo Díez, autores en las últimas páginas de su recorrido vital después de habernos regalado tantas historias...

Pero, quizás, dedicamos muy poco espacio y atención a fijarnos en los lectores mayores como Anita, que viven en los libros y quizás gracias a ellos. Que escapan del mundo hostil de la vejez, entrando en otros mundos, en otras vidas. Si le damos la vuelta a la idea de la lectura en la infancia que nos dejó Díez en su discurso, esta podría ser en la vejez: “un maravilloso entretenimiento que da razón de ser —a la lenta espera— hacia ese destino irremediable”.

Apenas conozco a Anita, solo hemos cruzado algunos saludos. Siempre responde seria, su gesto casi adusto a mí me parece una forma de disimular una sensibilidad de fondo. El pasado jueves le regalé mi última novela y ha sido la única vez que la he visto emocionarse. Esa fue mi verdadera celebración del Día de Libro.

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