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Muros sin Fronteras

Atados de pies y manos en Ucrania

Atados de pies y manos en Ucrania

 

Ucrania no parece Bosnia-Herzegovina, pero el comportamiento timorato de la UE y de EEUU es parecido. El que fuera ministro de Defensa de Holanda durante la matanza de Srebrenica en julio de 1995, Joris Voorhoeve, me dijo 10 años después que la llamada comunidad internacional es experta en tomar fake decisions (decisiones falsas)fake decisions. Cuando se produce un hecho, una matanza que llama la atención del público, sea en Sarajevo, Odessa o Bentiu, al norte de Sudán del Sur, los mandamases globales se reúnen y aprueban un comunicado. No se encierran durante horas para buscar soluciones que salven vidas, sino para ponerse de acuerdo en un texto aguado que no moleste a nadie; tampoco a los asesinos.

Cuando el comunicado no sirve, como es el caso obvio de Ucrania, o en Sudán del Sur donde nos venden conversaciones de paz durante la guerra, los líderes mundiales se citan de nuevo con cara de estar enfadados y tras horas de dar vueltas y vueltas a un segundo texto aprueban una decisión falsa. A menudo estas fake decisions son resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONUfake decisions.

Se distingue un fake desde que se anuncia en rueda de prensa. Suelen ser decisiones grandilocuentes que no cuentan con los medios militares para aplicarlas ni tienen detrás la voluntad política de hacerlas cumplir. El caso de Israel es claro. También el de Bosnia, en menor medida. En mayo de 1993, el Consejo de Seguridad decidió declarar enclaves protegidos cinco zonas amenazadas por los radicales serbios: Sarajevo, Zepa, Gorazde, Srebrenica y Bihac. Ya sabemos qué pasó en Srebrenica: 8.000 muertos y unos cascos azules holandeses en vergonzosa retirada. Nadie movió un músculo. ¿Protegido? ¿Por quién?

Las fake decisions son un farol, un órdago. Sirven para calmar a las opiniones públicas propias y a los medios de comunicación que demandan contundencia frente a los asesinos en masa. También sirven para asustar al enemigo. O intentarlo, al menos. En realidad son una apuesta de póker: "Y diez mil más". Si el contrario no juega al póker o nos descubre la cara de mentirosos, como pasó en Srebrenica, y elevan la apuesta, la comunidad internacional se queda paralizada. También pasó en Crimea y ahora sucede en el resto del país.

Ucrania no es Bosnia, pero hay paralelismos abundantes. Hablamos de dos entidades, una prorrusa y otra ucrania. Si se acerca la lupa nos salen más entidades y grupos, pero para no confundirnos hablemos de dos. En Bosnia teníamos tres: bosniacos (como quieren que se les llame), croatabosnios y serbobosnios. No había grandes potencias detrás. A Rusia le hacían gracia los serbios por el asunto de la religión y el alfabeto cirílico; a Alemania le gustaban los croatas y eslovenos porque son primos hermanos; a los británicos les agradaban los bosnios y los serbios. A Francia, solo los serbios aunque disimulara con los bosnios y España no sabía bien qué hacer. Fue nuestra primera gran misión militar en el exterior tras 40 años de franquismo. A los militares españoles les gustaban los croatas por católicos y los serbios por ser militares profesionales.

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En Ucrania hay una superpotencia con fronteras que tiene las ideas claras: no va a ceder ese territorio a la OTAN y a EEUU. La anexión de Crimea es un hecho que ya no se discute. El juego ya está en otro sitio. La partida está en las provincias del este, de mayoría prorrusa. Es un conflicto peligroso. No creo que nadie esté dispuesto a librar una guerra mundial por Ucrania, ni siquiera Ucrania, pero es posible una nueva Guerra Fría. No parece una buena noticia cuando aún arrastramos una crisis económica. O quizá todo este runrún es para que la industria militar tire de la locomotora.

Como en Bosnia, este asunto –que en el fondo es un duelo al sol de dos machos alfa (OTAN-Putin)– acabará en un acuerdo no sé cuantos muertos después. Ese pacto dejará un país con dos entidades, formalmente unido y realmente partido. En eso se parecerá mucho a Bosnia. La parte prorrusa será como la Republika Srpska. Habrá un émulo de los Acuerdos de Dayton, una vergüenza humanitaria y legal que dejó a las víctimas en manos de los asesinos, un Frankenstein que permitirá a todos los actores vender un éxito diplomático, un fake success, sin pensar en la vida de diaria de las personas. Así es la política internacional: un teatro de la indecencia.

¿Y China? Se me olvidaba. China, en la tribuna, con la mente puesta en Taiwán.

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