El bosque en llamas no lo apagarán las lágrimas de quienes votaron al pirómano

La gente se manifiesta en Ponferrada (León) y en Valladolid contra los incendios forestales igual que en Madrid contra el cierre de las Ugencias en los ambulatorios: para protestar, en muchos casos, contra las y los políticos a los que han votado, que en un caso es una enemiga declarada de la Sanidad pública y en el otro alguien que ahora se deshace en lamentos por la muerte de un bombero en uno de los bosques en llamas de Zamora pero antes se opuso a que se tomasen medidas de prevención durante todo el año, por supuesto bailando esa danza de la muerte de la mano de sus socios de la ultraderecha. No comparto la idea de que uno no puede lamentarse cuando la gente a la que apoyó en las urnas incumple sus promesas electorales: el responsable de un embuste es el mentiroso, no quien ha sido mentido y engañado; pero una cosa es cierta: el bosque en llamas no lo apagarán las lágrimas de quienes votaron al pirómano.

Hay quienes destruyen árboles y quienes reducen a cenizas la convivencia, y por lo general son los mismos: personas que ocupan cargos y escaños con fines exclusivamente lucrativos, que no tienen ninguna vocación de servicio democrático y no están en esto más que atraídos por la avaricia y el ansia de mando, por los privilegios que les otorgan el poder y el dinero, que son dos caras de la misma moneda: la cruz, la llevamos los demás a la espalda.

El misterio es que aún quede quien les compre el discurso y se fíe de ellas y ellos y de esa retórica hueca que en ocasiones les lleva directamente al trabalenguas sin sentido: el nuevo líder del Partido Popular quiso dar una arenga patriótica el otro día, para demostrar su sentido de Estado y eso, y le salió que “todos los españoles somos catalanes, con independencia de dónde vivamos, igual que los catalanes son gallegos o andaluces, vivan donde vivan”, que recuerda tanto a algunas ya clásicas de Mariano Rajoy, aquello de “es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”, “los españoles son muy españoles y mucho españoles” o la insuperable “haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que eso es posible, y haré todo lo posible e incluso lo imposible si también lo imposible es posible."

¿Será ese birlibirloque lo que se conoce con el nombre de engañabobos? ¿O tendríamos mejor que inventar una nueva palabra que acabe en el diccionario de la RAE, por ejemplo “parlamentirosismo”? Ahí lo dejo.

El antídoto de los hipócritas contra la culpa es el cinismo y su herramienta es el ventilador. Para muestra, el consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, que no quiso en su día saber que prevenir es curar, porque para los especuladores, privatizadores y demás ese refrán es un mal negocio, ahora trata de desviar sus responsabilidades y cargarles las hectáreas calcinadas a los ecologistas, a la imprudencia ciudadana, a la oposición y al resto del mundo. La única agua que le importa a esa clase de gestor es la que pueda usar para lavarse las manos. Y, en muchos casos, el único suelo que le interesa es el que pueda recalificar, por las buenas o por las malas.

La única agua que le importa a esa clase de gestor es la que pueda usar para lavarse las manos

El caso es que mientras ellos se pasan la pelota, arden Vegalatrave y la sierra de la Culebra (Zamora), Quintanilla del Coco (Burgos), San Juan de la Nava y Cebreros (Ávila), Paradaseca, Santalla del Bierzo y los Montes de Valdueza (León)… Y lo que se quema no lo van a apagar ondeando sus banderas. Aunque quién sabe si barrerán las cenizas debajo de ellas y si algunas de sus víctimas les harán de barrenderos.

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