Qué ven mis ojos

Votar con los ojos cerrados

“A menudo confundimos lo que no podemos creer con lo que no ha sucedido”

La fidelidad es una virtud muy sobrevalorada, al menos en todo lo que está más allá de la pareja y los amigos, que unas veces encubre el miedo a cambiar y otras consigue que no sea fácil saber dónde acaba la coherencia y empieza el fanatismo. En el territorio del deporte, esa clase de respaldo incondicional se llama amor a los colores; en el de la política, se llamaba militancia. Sin embargo, de un tiempo a esta parte ha sido tan descomunal la desvergüenza con que algunas formaciones han saqueado a los ciudadanos mientras hacían ondear sus banderas, que resulta extraño que haya quien aún las pueda apoyar, porque eso supone hacer por razones ideológicas lo que no harían en ningún otro caso: si te atracan a punta de navaja en medio de la calle o entran en tu piso y lo desvalijan, pongamos por caso, no te importa si el ladrón es de derechas o de izquierdas: vas a la policía y lo denuncias. En estos tiempos dominados por los usureros de guante blanco, hay una pregunta que se repite en muchos lugares y va de boca en boca: ¿cómo es posible que haya todavía alguien que secunde al PP, que ha sido devorado por la corrupción y en estos cuatro años siniestros le ha amargado la vida a la mayor parte de los españoles? La respuesta es que no sólo lo hay, sino que en junio volverá a ser el partido más votado. No le servirá para seguir en el poder y muy probablemente se le volará otro millón de papeletas, además de los cuatro que se le fueron en las últimas elecciones, pero aún en ese caso, resulta muy notable que en esta regata en aguas revueltas vaya a ser el barco-pirata con más agujeros el que llegue en primer lugar a la meta, justo unos instantes antes de hundirse.

Claro que en realidad, quienes bailen esa noche bajo los balcones pagados con dinero negro de la calle Génova, más que a nado tendrán que llegar allí o a cualquier otra sede de los conservadores a lo largo y ancho de toda España, corriendo una carrera de obstáculos. Si viven en la Comunidad Valenciana, tendrán que sortear a los más de ciento cincuenta cargos públicos del PP implicados en la trama Brugal, acusados de cometer delitos de soborno, extorsión y tráfico de influencias, o de la trama Gürtel y sus derivaciones, el caso FITUR, el caso Emarsacaso Emarsa, que usó las depuradoras para limpiar veinticuatro millones de euros, el caso Cooperación, donde se metían en el bolsillo las ayudas de la Generalitat destinadas al Tercer Mundo, o el caso Acuamed, referido a las contrataciones fraudulentas que otorgaron a determinadas empresas para realizar obras hídricas y medioambientales. El último capítulo, por ahora, de esta interminable sucesión de escándalos llega de Calp, cuyo alcalde le acaba de adjudicar a la empresa Grupo Alfa 5, SL, de la que es administradora solidaria su suegra, un contrato de publicidad institucional en radio, por treinta y seis mil euros. Hace poco, dio su aval para que se le concediesen también a su madre política otros dos millones de euros para la construcción de un par de rotondas en la carretera N-332, que el azar ha querido que pasen justo por unos terrenos de los que ella es propietaria. ¿O estas cosas no son cuestión de suerte?

Si viven en la Comunidad de Madrid, los votantes del PP tendrán que pasar por alto a los setenta y dos imputados de la trama Gürtel, la trama Púnica y los papeles de Bárcenas. O no darse por enterados de las informaciones sacadas a la luz por infoLibre acerca la empresa de Esperanza Aguirre y su marido, Savial S.L., que recibió más de cuatro millones de subvenciones públicas, se jugó tres en la Bolsa y a la que los bancos le comían de la mano hasta tal punto que seguían dándole créditos mientras declaraba unas deudas con ellos de casi siete millones. Que la condesa de Bornos y de Murillo fuera la presidenta regional, puede que también fuese una simple coincidencia.

No es que gane la tortuga, es que la liebre está dormida

Quienes le den su confianza al PP en las urnas y tengan su casa en Galicia, deberán cerrar los ojos a los diecisiete imputados por la Operación Pokémon y el caso Campeón. Los residentes en las islas Baleares, tendrán que hacer como que no saben que los jueces han llevado al banquillo a cuarenta cargos del partido por los casos Palma Arena, Bonsai, Cañellas, Andratx, Inestur, Scala, Bitel o el de la Funeraria Palma, en el que se cometieron irregularidades en la facturación de tumbas que nos recuerda que estos individuos no se detienen ni al llegar al más allá, algo que certifica un nuevo pastel recién descubierto, el del diputado del PP y antiguo alcalde de La Vall d'Uixó, en Castellón, que hizo cavar sepulturas ficticias y grabar lápidas con nombres inventados para favorecer a determinados vecinos.

Ayudar a las gaviotas de Rajoy y compañía a remontar el vuelo, sólo se puede hacer en las islas Canarias olvidándose del caso Faycán y el caso Catis, que cuenta con veinticinco imputados. En Castilla y León, hay que hacer oídos sordos a los setenta y ocho casos de corrupción que se investigan en la zona, como el de la Ciudad del Golf, y en Murcia a todo lo que se sabe del caso Umbra, que reúne otros quince imputados. Y aquellas personas que estén empadronadas en alguna localidad de Andalucía deberán hacerse los desentendidos con el caso Troya, uno de los que ha puesto de moda en nuestro país la palabra cohecho. O ampararse en los ERES del PSOE, lo mismo que si un clavo torcido pudiera sacar a otro.

“La esperanza que pende sobre la ciudad / sopesa si alcanzar a los hombres”, dice el escritor francés Michel Houllebecq en su más reciente libro de poemas, Configuración de la última orilla, recién publicado en España por Anagrama. El problema es que tal vez con ella ocurre lo mismo que con la fidelidad: probablemente está muy sobrevalorada; o al menos eso es lo que nos parece a los partidarios de la acción, los que preferimos ir a por las cosas que esperar a que lleguen, porque hemos aprendido a golpes que el camino está lleno de intermediarios y de salteadores. Así que conviene ocuparse en persona de nuestros propios asuntos, porque es el mejor modo de impedir que tenga razón el autor de Las partículas elementales y Sumisión cuando dice que “cualquier futuro es necrológico”. Quizá lo sea desde el punto de vista de la biología, pero es que querer a un país es intentar hacerlo cada vez un poco mejor para los que vengan después de nosotros, para cuando ya no estemos aquí. Justo lo contrario de lo que hacen esos que lo quieren sólo para sí mismos. Poner la mano en el fuego por ellos os hará cómplices de todo lo que después reduzcan a cenizas las llamas.

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