22 segundos de televisión

A finales de abril de 2019 se celebraron las penúltimas elecciones generales en España y durante las semanas previas se sucedieron los debates entre candidatos. En el primero de ellos, ninguno de los cuatro participantes —todos hombres, por si no lo recordaban— habló de asesinatos machistas. Por aportar un poco de contexto: en los cuatro primeros meses de ese año, 17 hombres habían matado a sus parejas o exparejas y el número de víctimas de violencia machista ascendía a 992 desde 2003. Más contexto: solo un año una huelga histórica nos había situado a la cabeza del movimiento feminista internacional. Algo que no impidió ese sonrojante silencio entorno a los feminicidios, aunque tampoco era nada nuevo.  En los anteriores comicios, en otro programa televisivo similar, los candidatos de esos mismos partidos apenas dedicaron unos segundos a hablar de violencia de género. Y cuando lo hicieron, no fue por iniciativa propia. Fue tras la llamada de atención de la presentadora que, pacientemente, tuvo que recordarles varias veces que era uno de los temas que tenían que tratar. Ni con esas. De las dos horas que estuvieron exponiendo sus propuestas solo dedicaron 22 segundos a hablar de ello. Y no todos lo hicieron. Solo Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La violencia machista reducida a 22 segundos de televisión

En España se han aprobado leyes pioneras, se han firmado pactos de Estado para tratar de combatir el machismo, y el activismo feminista goza de una enorme potencia transformadora. Pero no podemos olvidar que a toda acción le sigue una reacción. La llegada de Vox a las instituciones ha dado alas al negacionismo más rancio y ha roto incluso los consensos que existían hasta hace cuatro años en torno a la condena de estos crímenes. Conviene recordar también que hay partidos como el PP que, a pesar de los ataques a las políticas de igualdad de la ultraderecha, no han dudado en mirar a otro lado para seguir gobernando con ellos. 

La violencia de género no es ni un problema individual ni un suceso inevitable. Es un problema estructural, un sistema que falla a las mujeres. Una cuestión de Estado que no se soluciona de puertas para adentro

En solo dos días empieza la campaña para las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo y los anuncios electorales de los últimos días ya dejan claras las prioridades de cada grupo político. Vivienda, empleo, educación. Son, dicen las encuestas, los temas que más preocupan a los jóvenes. Resulta chocante que la violencia de género no esté entre ellos cuando cada año se cobra la vida de 60 víctimas. ¿Tienen que matar a cuatro mujeres en 24 horas para que ocupen portadas de periódicos, abran telediarios o formen parte de los discursos de los representantes institucionales?  

Los feminicidios son el último escalón, el más brutal, en el que desemboca la violencia machista, una anomalía democrática que atenta contra los derechos fundamentales de la mitad de la población. No es ni un problema individual ni un suceso inevitable. Es un problema estructural, un sistema que falla a las mujeres. Una cuestión de Estado que no se soluciona de puertas para adentro. Por lo tanto, debe ser una responsabilidad ineludible de la política, quizá la más urgente que existe ahora, tratar de combatirla. Ningún candidato o candidata estará haciendo bien su trabajo si no aprovecha cada mitin, entrevista, debate o intervención para poner sobre la mesa el gravísimo problema que supone. Ninguno ni ninguna se merecerá los votos de la ciudadanía si no usan su potente altavoz para denunciarlo. Llámenme utópica, pero qué mínimo aspirar a que los asesinatos de mujeres no se reduzcan a tan solo 22 segundos de televisión. 

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