CULTURA
Ángeles Caballero: “No tengo interés por hombres hetero tardofranquistas justo cuando yo me he echado al monte"
Ni toma Orfidal, ni le gusta presumir de Caballero, pero acaba de publicar su segundo libro y se titula precisamente así: Orfidal y Caballero (Arpa, 2025). Una genialidad, le digo. Ella, generosa, reconoce que la idea se la dio una amiga. Ángeles Caballero (Getafe, 1976) llega a la cita oliendo a perfume y con un aspecto resplandeciente, el de alguien que lleva muchos meses sin tener un dolor de cabeza por haber bebido más vino de la cuenta. De olores y alcohol hablaremos en la charla, en la que poco a poco irá asomando el acento getafense. También de Belén Esteban, del Mesías de Händel o de cuerpos cincuentones. Y de carros de la compra. La periodista ha escrito unos diarios costumbristas y tragicómicos en los que reivindica su uso. Con ella se cumple la máxima de que se dice el pecado, pero no el pecador. Si quieren entenderlo, tendrán que acompañarnos en esta entrevista.
Es una declaración de intenciones: dice que es una mujer con carro de la compra que escribe. Lo segundo lo hemos comprobado, pero ¿de verdad lleva el carro cuando va al mercado?
Por supuesto. Tengo uno azul, maravilloso, marca Rolser, la mejor marca del mercado y que conste que no me patrocina. Soy una señora con carro, mi madre siempre lo llevaba. Hay gente a la que avergüenza, pero yo soy muy fan.
En realidad, la imagen es muy metafórica: las mujeres tiran del carro de la compra, pero también del de la vida…
Muchas veces la vida pesa. Así que la llevas mejor en carro que si vas cargada con bolsas. Siempre vamos con uno: el de la compra, el del bebé o una silla de ruedas. Un ejercicio de fuerza que siempre se hace con los brazos de las mujeres.
¿Más Orfidal o más Caballero?
Me resulta un poco pretencioso. Parece que estoy diciendo ‘pon a más gente como yo en tu vida’ y me da una vergüenza horrible. Caballero es el apellido de mi padre, que era muy payaso. Dicho esto, no me he tomado un tranquilizante en la vida, no he pasado de la tila. Duermo como un tronco. No sé qué pasará cuando llegue a la menopausia, en la que uno de los síntomas es el insomnio…
Dice que a veces sólo queda sacar el lanzallamas para hacer frente a determinadas situaciones, ¿cuándo lo usa?
Siempre digo que conviene llevar uno en el bolso porque nunca se sabe cuándo va a haber alguna perturbación en el día.
A su cuerpo cincuentón, afirma, cada vez le tira más el monte y está más cerca de la revolución. ¿Qué le hace poner pie en pared?
Todo lo reaccionario que está tan pudorosamente expuesto. A mí no me resultaría cómodo ir por la calle proclamando mi racismo, mi machismo y mi homofobia. Así que no puedo comprender por qué hay gente que cree que ahora lo guay es ir gritándolo a los cuatro vientos. Gente que no tarda ni 15 segundos de conversación en asomar sus plumas. Ese tipo de plumas.
No puedo comprender que haya gente gritando a los cuatro vientos su racismo o su machismo"
El ambiente en política resulta, en ocasiones, irrespirable. ¿Qué le parece, por ejemplo, la guerra contra el aborto que ha iniciado la presidenta de la Comunidad de Madrid?
Es gravísimo, sobre todo porque es un derecho reconocido en la sanidad pública. Una piedrita más en el procés a la madrileña. Ayuso funciona muy bien metiéndose en todos los charcos posibles y echando gasolina a todos los fuegos posibles. Sabe que marca la agenda y que sus votantes quieren eso de ella. Ha puesto de moda esta cosa desacomplejada, con un punto macarra, que a mí me atrae. Es una mujer que podría proyectar la imagen de una persona tan dulce que no se entera de nada, pero podría ser el tipo de persona con el que acabas en un karaoke cantando Azúcar Moreno a horas muy tardías de la noche.
Define el olor como un medidor de personas: cuanto mejor huelen, mejores son…
Me he dado cuenta de que no es verdad. Hay dos personas que siempre he dicho que olían fenomenal y no tienen nada que ver conmigo: Santiago Abascal e Íñigo Errejón. Así que esa consigna no vale, aunque yo sigo considerando el olor muy importante.
En otro de los capítulos afirma que siente desde hace tiempo una profunda decepción hacia los hombres…
Hombres heterosexuales, muchos de esos que dominan el mundo. Los que no tienen otra cosa que hacer que atacarnos por nuestra edad o nuestra vida sexual. Me produce muchísimo coraje y a veces me dan ganas de repartir tortazos. Creo que lo mejor que me ha pasado recientemente es un grupo de amigos con los que alterno mucho —que es una palabra que me gusta mucho— y ninguno es heterosexual. Fíjate tú, a mí edad y siendo una especie de mariliendre. No tengo ningún interés en quedar con hombres a los que he podido querer y a los que tengo aprecio, pero que meten unas chapas… Muchos han hecho un viaje inverso al mío. Yo me he echado al monte y ellos son señores del tardofranquismo.
¿Un político que le haya decepcionado?
Íñigo Errejón. Como empollona siempre me pareció un buen espejo en el que mirarnos los gafotas del mundo. Me parecía un hombre con muy buena oratoria, que hablaba muy bien. Un tipo educado, limpio, aseado. Así que de repente me ha dado mucho miedo. Nunca se sabe dónde están los verdugos, los que lo parecen o los que lo son.
Hace un alegato abolicionista de la prostitución en el libro. ¿Qué pensó cuando escuchó los audios de Ábalos y Koldo hablando sobre mujeres prostituidas como si fueran trozos de carne?
Me produce un asco infinito este concepto de tratar a las mujeres como ganado, mercancía o algo que se puede comprar con objetos valiosos. Hace poco tuve la oportunidad de estar con Mar Flores —a la que se ha criticado siempre por sus relaciones sentimentales— durante la presentación de sus memorias. Me llamó la atención que dejara claro que su primera joya y su primer abrigo de visón se los había comprado ella, con su dinero. Puedo entender que haya mujeres que se denominen a sí mismas trabajadoras sexuales. No voy a ser tan cretina como para deslegitimar lo que sienten, pero creo que la prostitución es la esclavitud de este siglo por más que se maquille.
Me produce un asco infinito este concepto de tratar a las mujeres como ganado, mercancía o algo que se puede comprar con objetos valiosos"
Cuenta que en una entrevista le preguntó a un líder político qué le parecía la posibilidad de abolir la prostitución y él le contestó que si pretendía multar a los que pagan por estar con mujeres. No le contestó y ahora se arrepiente. Si hoy lo tuviera delante, ¿qué le diría?
Que es muy revelador que considere que la prostitución es que los hombres paguen por estar con mujeres. Si lo concebimos así, que un señor no nos invite nunca a cenar... Me parece una cosa antigua, rancia. De una persona que se quedó en el siglo pasado…
Puede contar quién era o se dice el pecado, pero no el pecador…
No te lo voy a decir.
(Y ambas nos reímos, aunque yo me quedo con las ganas...).
Hace bandera del extrarradio, siempre con Getafe por delante.
Soy una farsante porque vivo en el centro de Madrid, pero es en Getafe donde está mi líquido amniótico.
¿Orgullo o rencor de clase?
Supongo que es una mezcla, pero el orgullo es un sentimiento mucho más bonito. Yo he sido una pija del extrarradio. A nosotros nos iba fenomenal y vivíamos bien, pero había amigas con padres en el paro. Creo que el rencor [de clase] asoma cuando piensas en el ascensor social y ves que no todo el mundo llega. Hablando otra vez de olores, en la élite enseguida se huele cuando hay un 'chucho' en la sala. De esto hablo mucho con mi querido Jorge Javier Vázquez. Él como chico del barrio de San Roque en Badalona y yo como getafense. Podemos tener más pasta que el que ejerce el ‘quiero y no puedo’, pero aunque no abramos la boca —a mí se me escapa mucho el acento periférico cuando estamos así en confianza— se nota de dónde venimos.
Creo que el rencor de clase asoma cuando piensas en el ascensor social y ves que no todo el mundo llega"
En su primer libro hablaba sobre sus padres y en este también están presentes. Hay un capítulo en el que va a una misa para recordar a su madre y se cuela con su marido en un funeral ajeno...
Ese día se cumplían cinco años de la muerte de mi madre y andaba revuelta. Como buena católica le dije a Tomás, mi marido, que iba a misa. Él que es ateo, pero es el mejor del mundo, me dijo que me acompañaba. Entramos y la gente nos miraba, preguntándose de qué conocíamos a la abuela Piedad. Yo para esas cosas soy folclórica y me había vestido de luto, así que dije: ahora no me voy a otra iglesia. En un momento de su sermón, el cura dijo que la señora fallecida había sufrido mucho. Yo asentí, ¿qué iba a hacer? Luego salió su hijo a hablar y yo me emocioné porque el sentimiento de orfandad es un pegamento. Tomás me paró los pies para que no lo abrazara al final.
¿Hay gente que se sorprende cuando cuenta que es católica?
Hace mucho que no me dicen eso de ‘no te pega nada serlo’. Soy una católica muy poco ortodoxa. Reconozco todos los derechos: la muerte digna, el aborto… Soy capillita, pero capillita hippie. Me he encontrado en parroquias con sacerdotes más modernos que mucha gente atea progresista. He estado en sermones donde me han hablado de feminismo, inmigración o trabajo digno. Parecían más un mitin que los discursos que pueden escribir algunos popes de la izquierda.
Cada capítulo comienza con una cita. De su madre, Nati Abascal, Rosa Benito, la madre de Isabel Pantoja y Lina Morgan, ¿por qué ellas?
Reivindico a esas señoras a las que cierta parte de la sociedad ha despreciado de manera no tanto machista sino con un punto clasista. Me dan ganas de usar el lanzallamas cuando detecto a alguien con intelectualidad pomposa. Que la gente reconozca frases populares es mi termómetro. Si yo digo: ‘hoy todo es tristeza, hoy es invierno total’, y no saben de dónde viene, mal. Hace unos días envié un mail a una persona importante con la que me escribía por primera vez y le dije: ‘Bueno, mujer ni que fuera yo Bin Laden’…
Reivindico a esas señoras a las que cierta parte de la sociedad ha despreciado de manera no tanto machista sino con un punto clasista"
Asegura que Sálvame le ha dado alguno de los mejores momentos de su vida, pero hay quien sigue despreciando ese tipo de cultura...
Esto se lo oí a alguien y no me acuerdo a quién, pero me lo voy a apropiar. Ya sé que entre El Mesías de Händel y una canción popular es mejor El Mesías. Pero déjame tener mi ratito de jarana y verbena. Reivindicar la cultura popular no significa despreciar el resto o lo elevado. Pienso lo mismo que una de mis musas recientes, a la que he tenido la suerte de conocer, que es María Patiño, cuando le dijo a Martín Bianchi que la telebasura es inventarse un bulo. Además, en los programas de corazón hay una cantidad de política tremenda.
Ha dejado de beber. ¿Cómo lo lleva teniendo en cuenta lo normalizado que está el consumo de alcohol?
Lo llevo fenomenal. Al principio era como cuando te quieres quedar embarazada y sólo hay mujeres que sí lo están a tu alrededor. O cuando acabas de romper con tu pareja y ves a todo el mundo morreándose. Yo veía a todo el mundo bebiendo vino mientras yo estaba con un zumo de tomate y me daba muchísimo coraje, pero he dejado de echarlo de menos.
Dice que no conserva a sus amigos mucho tiempo. Sin embargo, en el libro habla de ellos. Es un homenaje, un regalo…
Toda la estabilidad que tengo en mi relación de pareja no la tengo con los amigos. Quiero con todo el alma a los que están reflejados en este libro, los defiendo de manera rociojuradesca y me parto la cara por ellos. Pero es verdad que hay gente a la que quería hace cinco años y con la que ahora ya no tengo contacto.
Antes de acabar la entrevista me cuenta que ahora disfruta mucho cuando invita a esos amigos por los que mata a su casa a comer y les saca la vajilla buena. Mejor eso que una terraza en la que, dice, seguro que se sienta alguien que comenta algo que le cabrea. Además, "cuando quiero chismear, no quiero que haya gente", y en eso no hay quien pueda llevarle la contraria.