Cuatro lecciones de política acelerada

La política española es un incesante juego de contrastes. Entre encuestas y resultados, como el 23J; entre aspiraciones y realidad, como con Feijóo quedándose fuera de la Moncloa; y entre fracasos y victorias, como ha ocurrido recientemente con los tres decretos ley del Gobierno que comenzaron la mañana abocados a una estrepitosa derrota y terminaron el día con una inesperada (aunque alarmante) victoria. Sobre los dos primeros contrastes ya se ha hablado bastante. Pero, ¿qué podemos aprender de este tercero? Cuatro lecciones importantes.

La primera es, una vez más, no dar por muerto a Sánchez. La derecha española miraba desde la distancia con enorme placer cómo la primera gran votación del Gobierno estaba a punto de naufragar. Feijóo explicaba que “el PP no arreglaría los problemas internos del desgobierno” y situaba la legislatura como tocada de muerte nada más empezar. Habría sido muy doloroso para el Gobierno perder su primera gran votación y una derrota de esta magnitud habría sido intensamente rentabilizada por la oposición. Sin embargo, no somos nuevos en este juego. Desde que se conformó el Gobierno de coalición por primera vez en 2019 comenzaron a escucharse las advertencias de que un “gobierno Frankenstein” en minoría parlamentaria no duraría mucho. Sin embargo consiguió aprobar tres presupuestos generales, una reforma laboral, una ley de vivienda y más de 200 iniciativas legislativas. Ahora se vuelve a decir lo mismo, pero la primera prueba de fuego ha sido sorteada por el presidente.

La segunda lección es que el Gobierno debe comprender en qué punto está. Y que si ha salvado dos de los tres decretos ha sido de pura chiripa y tensando las costuras de la heterogénea coalición hasta sus límites. Tal vez la era de los decretos ley repletos de medidas distintas deba llegar a su fin y empezar a negociar medida a medida, ley a ley, en el Congreso de los Diputados como le corresponde a un gobierno en minoría cuyos apoyos nunca están garantizados del todo. Nos ahorraríamos sufrimiento, giros de última hora y ganaríamos en estabilidad y pluralidad de las medidas que finalmente se aprueben. Eso no es malo ni es sucumbir al frankenstein, como dicen algunos; es democracia parlamentaria y está bien que así se ejerza.

Tal vez la era de los decretos ley repletos de medidas distintas deba llegar a su fin y empezar a negociar medida a medida, ley a ley, en el Congreso de los Diputados como le corresponde a un gobierno en minoría cuyos apoyos no están garantizados del todo

La tercera lección es que Junts va a hacer sudar al Gobierno. Y eso tiene un doble riesgo. El primero para ellos mismos, puesto que tienen que ser capaces de medir hasta dónde pueden tensar la relación sin romper, porque se están jugando la amnistía. El riesgo latente de destrozar su relación con el Gobierno es que finalmente la amnistía no se acabe aprobando y que Puigdemont no vuelva a poder poner un pie en España. Se suele decir que Sánchez es rehén de Puigdemont, pero el que realmente depende de Sánchez para volver a España es el expresidente catalán. Y el segundo riesgo es para el PSOE. Porque parece que acaban de darse cuenta de que Junts, un partido de derecha nacionalista catalana heredero de Jordi Pujol, no es un buen socio de gobierno. No pueden esperar que la aprobación de medidas tan importantes como las de estos tres decretos pase por la responsabilidad inexistente de Junts.

Y la cuarta lección es que Podemos ha salido a jugar. O más bien, se ha escindido para jugar. Y es que desde que Podemos salió de Sumar para establecerse en el Grupo Mixto su principal obsesión ha sido la de evidenciar su autonomía política respecto a Yolanda Díaz y poner encima de la mesa su músculo parlamentario. Hasta ahora, muchos dudábamos de que se atrevieran a votar junto a Vox y PP para tumbar medidas del Gobierno. Sobre todo teniendo en cuenta que sus socios más cercanos, Bildu y ERC, han votado a favor. Sin embargo a Podemos le ha pesado más la posibilidad de enseñar los dientes y marcar territorio aunque sea a cambio de dejar a 700.000 personas sin una subida en el subsidio de desempleo o a costa de votar junto a la derecha y la extrema derecha contra el Gobierno progresista. La consecuencia de esta decisión fue la guinda del pastel de contrastes de la semana pasada: el único decreto que cayó fue el de Yolanda Díaz y gracias a los votos de Podemos. La disputa hacia la interna de la izquierda marcará gran parte del camino político de este Gobierno a partir de ahora. En los próximos meses veremos hasta dónde el Gobierno ha sido capaz de interiorizar estas lecciones.

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