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Djokovic y la metáfora del poder

El poder tiene dos grandes instrumentos, uno es la capacidad de imponer su posición, y el otro la capacidad de condicionar las circunstancias y elementos para que cuando no puede imponerla, se creen el escenario y las condiciones oportunas para conseguirlo en otro momento o lugar. Y todo ello lo hace, no con el objeto de lograr un beneficio para la comunidad, sino en beneficio propio y como la demostración de su poder, aunque las consecuencias no sean inmediatas.

Novak Djokovic ha utilizado su posición de poder compuesta de varios elementos, especialmente ser el número uno del tenis mundial, ser rico y ser hombre, para hacer valer su posición respecto a la normativa general. La tenista checa Renata Voracova, en unas circunstancias similares a las de Djokovic, ha seguido un proceso completamente distinto. Voracova tampoco estaba vacunada y también tenía una exención médica dada por el gobierno australiano para viajar a disputar el Open de Australia por haber pasado la enfermedad, que luego le fue cancelada cuando ya estaba en el país. El tratamiento recibido por la tenista checa fue muy diferente al del tenista serbio, ella misma manifestó que se sintió “como si fuera una criminal”, y por supuesto no contó con ningún apoyo de aficionados, ni equipo de abogados especializados, ni respaldo por las autoridades de su país, ni el más mínimo interés mediático.

Djokovic, a diferencia de Voracova, utilizó todos los elementos formales, recursos, equipo jurídico, vuelos privados… Así como todos los informales, entre ellos el apoyo de seguidores, la llamada al sentimiento nacionalista de su país y la aclamación de negacionistas de todo el planeta que quieren hacer de él una nueva bandera, para intentar imponer su posición, que era jugar el Open de Australia sin estar vacunado.

Novak Djokovic ha utilizado su posición de poder compuesta de varios elementos, especialmente ser el número uno del tenis mundial, ser rico y ser hombre

Y casi lo consigue. No ha podido porque los elementos en su contra eran tan objetivos que habrían producido un rechazo frontal por parte de la mayoría de la sociedad y del mundo del tenis. Sin embargo, el trato diferencial dado a su posición de poder se ha reflejado en varias cuestiones:

1.     Ha logrado entrar en el país y ser liberado del hotel donde otras personas retenidas en circunstancias cercanas a la suya han tenido que permanecer.

2.     Ha tenido el apoyo institucional de los máximos representantes de Serbia, presidente y primera ministra, cuando tendrían que haber recriminado el mal ejemplo que ha dado por no vacunarse y haber abusado de su posición, a pesar de que la pandemia ha producido un millón y medio de casos en Serbia y han fallecido más de 13.000 compatriotas.

3.     La expulsión de Australia se ha producido sin tener en cuenta que mintió al entrar y que lo hizo en un documento público, lo cual puede ser motivo de acciones penales que no se han llevado a cabo.

4.     A pesar de ser expulsado y de que dicha expulsión conlleva no poder entrar en el país durante tres años, sin que él haya solicitado nada el propio gobierno australiano deja abierta la posibilidad de que vuelva el próximo año.

Y todo eso, como apuntaba, en un ambiente caracterizado por el apoyo incondicional de sus seguidores vacunados y de los negacionistas no vacunados.

Djokovic no ha logrado jugar el Open de Australia a pesar de su posición de poder, pero ya está todo en marcha para que pueda hacerlo el año que viene y para que este año participe en torneos donde teóricamente no puede jugar. De hecho, ya ha encontrado un nuevo apoyo público por parte del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, para que juegue el Open de Madrid. Y seguro que no es el único, probablemente ya habrá patrocinadores y organizadores trabajando para buscar la rendija por la que pueda entrar en los países correspondientes y jugar los torneos que considere, si decide continuar sin vacunarse.

Eso es el poder.

Cuando una persona con poder en cualquier contexto o situación que consideremos, es decir, cuando una persona tiene una posición superior a otra, algo que en una sociedad jerarquizada bajo el modelo cultural androcéntrico puede ser por estatus, pero también por sexo, raza, origen, creencias, ideas, orientación sexual… no duda en utilizar los elementos formales e informales a su alcance para imponer su posición, o para actuar sobre las circunstancias con el objeto de conseguir que dicha posición se integre en la normalidad y no tenga que andar usando su poder continuamente.

Y lo pueden hacer porque juegan con los elementos sintónicos con la propia normalidad que les otorga esa situación de poder, y por disponer de los instrumentos que dicha posición les proporciona para actuar sobre las circunstancias de forma inmediata o diferida, según el escenario y el contexto.

Y para ello no hace falta ser Djokovic, es lo que ocurre cuando un jefe impone de forma abusiva su criterio sobre un trabajador, cuando un hombre actúa con la amenaza de la violencia o la agresión para que su mujer haga lo que él decide, cuando alguien del país abusa de una persona extranjera... Siempre encuentran una “comprensión” añadida de los entornos para entender lo ocurrido o justificarlo, y con la capacidad de imponer lo sucedido o influir para que se entienda como consecuencia de las circunstancias o, incluso, por culpa de la persona afectada.

Es el poder. Y el caso Djokovic es un buen ejemplo para que pensemos en la injusticia que lo acompaña cuando se abusa de él en cualquier situación.

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