"Maternidad rogada"

No es maternidad subrogada, es “maternidad rogada”.

Las reacciones a la maternidad de Ana Obregón mediante el alquiler del útero y la vida de otra mujer se han centrado en detalles relevantes, pero secundarios respecto al significado de este tipo de hechos, como lo son todo lo relacionado con su edad, la soledad que vive, el dolor por la pérdida de un hijo, la similitud con otros casos protagonizados por mujeres en circunstancias cercanas, como el de la baronesa Thyssen, el nivel económico para poder pagar todo el proceso… Y son secundarios porque el debate que ha surgido en la sociedad no va sobre las circunstancias particulares de Ana Obregón, sino sobre la necesidad de regular la maternidad subrogada, con decisiones como la de Ciudadanos, que ha presentado en el Congreso una propuesta para regular la maternidad subrogada altruista, o la del PP, que se lo está pensando.

Detrás de todo este planteamiento hay una clara estrategia que busca reforzar la construcción androcéntrica que sitúa la esencia de la identidad de las mujeres en la maternidad, recordemos las palabras del entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, cuando se debatía sobre la reforma de la “ley del aborto” y dijo que “la maternidad hace a la mujer auténticamente mujer”. Según esas ideas, las mujeres que no son madres no son mujeres auténticas y, además, tienen más tiempo y oportunidades para poder hacer lo que hace a los hombres auténticamente hombres, que es ocuparse del sustento y la protección de las mujeres y la familia.

De manera que para recuperar “los valores”, dado que el intento de conseguirlo con las ideas no funciona, lo que hay que hacer es devolver a las mujeres a sus roles tradicionales y apartarlas de donde el feminismo las ha llevado, a los espacios considerados como propios de los hombres. Y para ello nada mejor que la maternidad. El mensaje es claro: podéis ser madres; y el objetivo también: tenéis que ser madres.

Da igual que sea de forma natural, artificial o subrogada, el ruego es que las mujeres sean madres cualesquiera que sean sus circunstancias, da lo mismo si existe algún problema de fertilidad, para eso están las técnicas de reproducción asistida, o si hay algún límite de edad, puesto que con la subrogación también se puede solucionar. Ya no hay obstáculos, resulta indiferente que tengan 30 o 70 años, que tengan útero o no, ahora la maternidad está a su alcance y para ello no dudan en recurrir a lemas de la izquierda para decir “sí se puede” o llamar a la “sororidad de las mujeres” para que por precio o altruismo todas sean madres.

El beneficio para el sistema es doble, pues por cada hija o hijo habrá dos madres que tendrán que asumir sus funciones, una durante la gestación y otra tras el nacimiento del niño o niña.

El mensaje se completa cuando algunos medios de comunicación han recurrido al testimonio de madres por subrogación y de madres gestantes hablando de las maravillas de su experiencia, sin hacer referencia a toda la realidad que hay detrás de esa mercantilización de las vidas humanas y la cosificación de las mujeres. ¿Se imaginan que se entrevistara a una mujer que ejerza la prostitución para presentarla como algo maravilloso a lo Pretty Woman, y a uno de sus clientes que comentara lo gratificante que es mantener relaciones sexuales con una mujer experimentada e intercambiable? ¿O que se hable con una mujer maltratada que presente su vida llena de felicidad mientras que el marido no la golpea, y al marido agresor hablando de lo feliz que es con la mujer a sus pies y de lo importante que resulta para la familia que la mujer no se salga de su sitio? Porque testimonios de ese tipo se pueden encontrar fácilmente. ¿Tendría sentido hacerlo para justificar la prostitución y la violencia de género?

Es indiferente que tengan 30 o 70 años, tengan útero o no, la maternidad está a su alcance y no dudan en recurrir a lemas de la izquierda para decir “sí se puede” o llamar a la “sororidad de las mujeres” para que por precio o altruismo todas sean madres

No lo tendría, pero al hacerlo con la maternidad subrogada lo que se pretende es darle sentido a la construcción machista que presenta a las mujeres que no son madres como “mutiladas” o “carentes de autenticidad”. De manera que detrás de todo ello hay una “maternidad rogada” para reforzar el modelo androcéntrico a través de dos referencias, por un lado, la “maternalización” de las mujeres, con todas las consecuencias prácticas que conlleva, y por otro, su cosificación, que ya no sólo se hace a través de la sexualización, sino que ahora se amplía con la gestación.

Lo que le importa al sistema es que las mujeres sean madres con todo lo que ello conlleva de desplazamiento de lo público a lo privado, y de liberación de los hombres para mantener su estatus e identidad sobre las referencias tradicionales. Si las mujeres son mujeres como deben serlo, o sea, con la maternidad, los hombres serán hombres como deben ser. Ya lo vimos cuando el presidente de la CEOE en 2016, Juan Rosell, dijo que la incorporación de las mujeres al mercado laboral era “un problema”; evidentemente, un problema para los hombres, no para ellas.

Las políticas conservadoras están buscando recuperar los valores tradicionales que las identifican para volver a un tiempo que ya no existe y a una sociedad que ha dejado de existir sobre esas referencias. Por eso no dudan en instrumentalizar las religiones o defender la maternidad, subrogada o no, para devolver por la vía de los hechos a las mujeres al sitio que la cultura ha decidido para ellas, y para conseguirlo, nada mejor que recurrir a las experiencias personales como si fueran realidades sociales, lo mismo da invitar a una predicadora evangelista que recurrir al testimonio de madres subrogadas y gestantes.

Pero el problema es más complejo, porque al final este tipo de estrategias se generalizan por su eficacia emocional, y llevan a que a veces la izquierda también caiga en el error. La realidad social y los espacios de convivencia no se pueden definir a partir de experiencias personales; estas experiencias son, sin duda, muy importantes, pero no para decidir la política, sino para que la política decida sobre ellas y con ellas a la hora de desarrollar las iniciativas públicas para toda la sociedad. De lo contrario se corre el riesgo de fragmentar la sociedad sobre lo particular, y con ello facilitar las desigualdades bajo elementos de lo más diverso, pero en definitiva validando un sistema androcéntrico que parte de la desigualdad para establecer un modelo jerarquizado de poder. Que las desigualdades se construyan sobre unas referencias o sobre otras no corrige el sistema basado en la desigualdad, sino que lo refuerza.

Las posiciones conservadoras están en lo que llaman “guerra cultural”, y la maternidad subrogada se ha presentado como munición y una batalla importante para avanzar en sus objetivos de reconquista. De ahí su ruego por la maternidad.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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