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Barcelona: innovar en viviendas para personas mayores

Zaida Muxí | Josep Maria Montaner

La modernidad significó la creación y reconocimiento paulatino de una serie de derechos humanos, de manera genérica, entre ellos el derecho a la vivienda. Sin embargo, la solución normalizada y, en cierta manera, universal de los programas y tipos de vivienda responde cada vez menos a la diversidad social actual. La familia nuclear, para la que estaba pensada la vivienda moderna, ya no es la preponderante. La sociedad contemporánea está compuesta por muy diversos grupos de convivencia: personas solas, parejas jóvenes, familias monomarentales, gente mayor... Nuestras vidas recorren diferentes estadios de convivencia y, entre otros factores, la edad es una de las condiciones determinantes y de cambio.

En Barcelona, con el Plan por el Derecho a la Vivienda (2016-2025), se han multiplicado los recursos, medios e instrumentos para aumentar el parque público de vivienda, y se han reforzado figuras existentes, como las viviendas dotacionales para gente mayor. Esta categoría es relativamente reciente y significa un cambio de criterios de cara a los recursos residenciales para gente mayor. Hasta la aparición de esta figura había sólo dos opciones: la casa propia, ya fuera propiedad o alquiler, y la residencia para gente mayor, que comporta un régimen de dependencia y hospitalario no adecuado para muchas personas mayores con autonomía. Además, son totalmente insuficientes las plazas en residencias públicas y las plazas en residencias privadas son inaccesibles económicamente para muchas personas.

En Barcelona, las viviendas dotacionales para gente mayor son todas de alquiler subvencionado, establecido en relación a la pensión y a los recursos de cada persona o pareja. Comenzaron a construirse en el 2002 y en el 2021 ya se habían inaugurado 30 edificios, lo que comporta hasta 1.433 unidades residenciales. Y se encuentran en programación, es decir, en diferentes fases del proceso de proyecto, licitación, construcción y asignación, 524 pisos más.

Son totalmente insuficientes las plazas en residencias públicas y las plazas en residencias privadas son inaccesibles económicamente para muchas personas.

Estas viviendas dotacionales están proyectadas para una vida independiente de 1 o 2 personas, en apartamentos de unos 45 metros cuadrados, que son accesibles y que cuentan con una serie de servicios de apoyo, como lavandería, salas y talleres de usos comunitarios y servicio de teleasistencia, así como variados espacios exteriores y de relación. Actualmente el perfil de las personas residentes es de 81,2 años de media, en su mayoría mujeres, el 71,68%, y las personas que viven solas son el 80,7%.

El 8 de junio pasado se puso la primera piedra y se inició una nueva edificación destinada a este tipo de vivienda, en el barrio de La Salut, en la antigua Clínica Quirón, para 83 unidades de convivencia. Este solar, que ha estado utilizado temporalmente por entidades del barrio, contará con diversos equipamientos consensuados con las asociaciones vecinales: casal de gente mayor, casal de jóvenes, casal de barrio, cocina, comedor, bar y auditorio subterráneo, además de un huerto comunitario, recuperando el que ha existido durante estos años.

Ha sido proyectada por dos equipos, que ganaron el concurso público: Espinet Ubach Arquitectes i Associats, con Pau Bajet y Maria Giramé. Más allá de su entrada y gran patio, que la hace atractivamente accesible, propone dos características innovadoras. Una es que hay una docena de viviendas para gente mayor que, residiendo en estas viviendas dotacionales para jubilados de más de 65 años y con autonomía, empiezan a perder facultades y necesitan cuidados más intensos. Y dos, esta categoría residencial se construye en suelo destinado a equipamiento, con lo que, además de mantener la propiedad pública, ofrece al barrio una combinación de usos residenciales y de servicios de proximidad.  

La visita a cualquiera de estos edificios dotacionales demuestra la gran satisfacción de quienes viven allí: cuando quieren están en su vivienda y cuando lo deciden o lo necesitan pueden acceder a los servicios colectivos, dándose un muy buen equilibrio entre privacidad y vida comunitaria. Todo ello favorece un envejecimiento activo.

Y no hace falta recalcar que durante la pandemia los beneficios de vivir en estos edificios, con la propia vivienda y con servicios, se vieron claramente reforzados. Se dieron condiciones totalmente opuestas a la tragedia de muchas residencias para gente mayor.  

Por lo tanto, a la vivienda le hemos de pedir flexibilidad, sostenibilidad, igualdad de género, desjerarquización, pero también especificidad y atención a la gran diversidad de modos de vida, de edades y épocas vitales, de medios económicos y estructuras de relación. Y en esta especificidad, atender a las personas mayores, en una sociedad productivista, y a la vez más envejecida, y que tiende a olvidar y arrinconar a los mayores, cayendo en el “edadismo”, es vital dar vivienda digna a la gente que nos ha precedido en su trabajo, sus cuidados y sus luchas. Y es que no hay hoy una política de vivienda adecuada sin otorgar protagonismo a la gente mayor. 

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Zaida Muxí y Josep Maria Montaner son arquitectos y profesores ETSAB-UPC

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