Centro-periferia: Ucrania y la crisis alimentaria mundial

Nahia Varela

La catástrofe humanitaria y el estallido de los precios del petróleo y el gas son dos de las principales consecuencias del conflicto entre Rusia y Ucrania que aquejan a Europa. Sin embargo, para sorpresa y desagrado de los que hacen gala de un eurocentrismo chovinista, hay quienes, fuera de nuestro continente, están sufriendo otras muy cruentas consecuencias de la guerra. Una vez más, y a pesar de encontrarse lejos del foco del conflicto, son los países periféricos –atendiendo a la lógica de la teoría “centro-periferia”– los que están pagando las consecuencias más severas.

El paradigma “centro-periferia”, propio de la disciplina de las Relaciones Internacionales y los postulados anticapitalistas, denuncia la explotación que los países del “centro” –los que se encuentran en la cúspide del sistema capitalista global, esto es, Europa Occidental y Estados Unidos, fundamentalmente– ejercen sobre los de la periferia –aquellos territorios que basan su economía en la exportación de materias primas, es decir, la mayor parte de los Estados de Asia, África y América Latina–.  Así, el “centro” global, a través de un sistema de producción sofisticado y preciso, acumula riqueza y capital gracias a los recursos naturales de los países más desfavorecidos. La crisis en Ucrania ha constatado esta morfología global, basada, en última instancia, en una naturaleza que perenniza la dependencia de los países de la periferia sobre los del centro.

La guerra ha recrudecido una crisis mundial de alimentos que azota, principalmente, a aquellos países que dependen de las exportaciones de trigo de Rusia y Ucrania –esta última conocida como el granero de Europa–, dos de los mayores exportadores mundiales. La falta de suministro y el incremento de los precios del trigo se palpa en el Cuerno de África, donde en 2011, en Somalia, se declaró la primera hambruna del siglo XXI, que más tarde se extendería a Kenia y Etiopía afectando a un total de 13 millones de personas, según datos de Oxfam. La crisis se vive también en países como Níger y Chad, en África Meridional; en este último, además, se decretó la “emergencia alimentaria” el pasado 3 de junio. Para que nos hagamos una idea, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que 47 millones de personas más se han sumado a los 276 millones que ya padecen inseguridad alimentaria grave.

Rusia y Ucrania proveen casi el 30% de las exportaciones mundiales de trigo. Para los países arriba citados, el trigo es el sustento básico de su alimentación, y más del 40% del trigo que consumen los países del continente africano procede de Rusia y Ucrania. Por eso, en países como Chad o Somalia las consecuencias del conflicto en Ucrania están siendo catastróficas. Según la ONU, los precios del trigo se han incrementado en un 23% respecto a 2021. También los precios del aceite de girasol –el 42% de la oferta mundial procede de Ucrania–, la gasolina y los fertilizantes están sufriendo grandes incrementos.

Moscú ha bloqueado los puertos ucranianos del mar Negro, lo que ha exacerbado la inflación en los precios mundiales de los alimentos. En consecuencia, Kiev se ha plegado y ha rebajado el flujo de sus exportaciones para evitar una crisis aún mayor dentro de sus fronteras. Asimismo, se teme que Putin convierta el excedente del trigo que se cultiva en Rusia en un arma de guerra. En un contexto dominado por sanciones contra activos y actores rusos, el Kremlin podría frenar sus exportaciones de trigo, escenario con el que Moscú busca meter miedo para facilitar el levantamiento de las sanciones impuestas por Occidente a raíz de la invasión de Ucrania.

En los países del Cuerno de África y África Meridional, al incremento de los precios y a la carencia de alimentos hay que sumarle la volátil situación sociopolítica que muchos de estos territorios atraviesan, el rebrote de enfermedades epidémicas como la cólera y el ébola, y las largas sequías. No olvidemos, además, que a todo esto se le añade la debilitación socioeconómica tras dos largos años de Covid-19. Mientras en el seno de la Unión Europea (UE) se suministra ya la tercera dosis, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el continente africano podría tardar hasta 2024 en vacunar el 70% de su población, escenario que la propia OMS ha denunciado pidiendo al norte global – los países del centro, siguiendo la lógica de centro-periferia – que no acaparen vacunas.

La crisis entre Ucrania y Rusia ha puesto de manifiesto la dominación y el acaparamiento de alimentos de la UE, lo que dificulta la suficiencia y el acceso alimentario de otras poblaciones

“Poner fin al hambre y lograr la seguridad alimentaria” aparece como una de las grandes ambiciones de la ONU, que recoge esta pretensión en el número dos de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), dentro de la Agenda 2030. En este sentido, la seguridad alimentaria se entiende como la disponibilidad suficiente y estable de alimentos nutricionalmente adecuados y el acceso de todas las personas a ellos durante un tiempo prolongado. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en torno a 2.000 millones de personas en el mundo sufren inseguridad alimentaria. Entretanto, y para colmo, en torno a un tercio de la totalidad de los alimentos que se producen en el mundo se desperdicia. En la UE, una media de 87 millones de toneladas de alimentos se pierde cada año, lo que equivale a 173 kilogramos por persona.

En definitiva, la crisis entre Ucrania y Rusia ha puesto de manifiesto la dominación y el acaparamiento de alimentos de la UE, lo que dificulta la suficiencia y el acceso alimentario de otras poblaciones. Esto, atendiendo al paradigma del centro-periferia, no es más que el resultado de un esqueleto económico global que se basa en la dependencia de los países más desfavorecidos hacia los más ricos. Europa se nutre de las materias primas de los países de la periferia, lo que le permite producir comida en grandes cantidades. De ahí que la erupción de los precios y la interrupción de la cadena de suministro no nos afecte tanto como a aquellos países que dependen casi íntegramente de la importación de alimentos de Rusia y Ucrania. Cuando Europa o los principales productores de alimentos no pueden exportar, como ocurre ahora, hay países que ven mermado su acceso a los alimentos, lo que ataca directamente contra el principio de seguridad alimentaria que defiende Europa, que tiene la capacidad de dictaminar qué y cuánto se come en otras regiones, una lógica atroz que vertebra el sistema económico global. 

______________________

Nahia Varela es experta en Relaciones Internacionales y analista de la Fundación Alternativas.

Nahia Varela

Más sobre este tema
stats