Crecimiento, Estado de Bienestar y cambio climático: apuntes a futuro

Jesús Gamero

El espejismo del crecimiento verde

A medida que aumentan los impactos del cambio climático, instituciones como la Unión Europea parecen basar su respuesta en la premisa de que "la lucha contra el cambio climático es posible mediante el capitalismo y el crecimiento verde". Un modelo de transición ecológica que evita cuestionar el paradigma de crecimiento económico y, en la práctica, funciona como un placebo: evidencia las limitaciones de la Unión Europea para enfrentar efectivamente el cambio climático y no propone alternativas al marco económico actual. Profundizar en un enfoque equivocado y confiar en un sistema capitalista depredador y en constante expansión, nos hace perder un tiempo valioso para explorar otras formas de organización y protección social frente al cambio climático.

En realidad, todos somos cómplices de la inercia de un sistema que lleva al planeta al colapso. Aunque sabemos que nuestra forma de vida destruye el planeta, no estamos dispuestos a hacer más sacrificios de los necesarios. Además, un tecno-optimismo ingenuo y la defensa obstinada del capitalismo nos hace creer que el mismo sistema que generó el problema podrá resolverlo. Por ahora, estos planteamientos nos impiden asumir las pérdidas y daños que ya enfrentamos o enfrentaremos. Nos enfocamos en la mitigación y reducción de emisiones, sin admitir la urgente necesidad de adaptarnos a unos impactos inevitables.

Un Estado de Bienestar dependiente del petróleo, el crecimiento y el consumo

Pensemos, por ejemplo, en el Estado de Bienestar y la importancia que se le da en el Pacto Verde Europeo a una protección social robusta en la transición hacia una economía verde. Sin embargo, la construcción del Estado de Bienestar está vinculada principalmente con un sistema capitalista respaldado por políticas socialdemócratas, dependiente de combustibles fósiles y orientado a perpetuar el crecimiento mediante el consumo.

Lo que se plantea es que el Estado de Bienestar, hasta ahora impulsado por combustibles fósiles, crecimiento y consumo, pueda mantenerse cambiando sus nutrientes. Sin embargo, los datos indican lo contrario y cuestionan nuestra capacidad de crear estructuras de protección sin estos vectores: en 2022, la UE dependía de los combustibles fósiles en un 70,9 % para su suministro energético total, un aumento del 1% respecto a 2021 y solo una reducción de 11,5 puntos desde 1990.

En cuanto al crecimiento, la economía de la UE ha mantenido una tasa de media anual estimada en torno al 1-2% en los últimos 20 años, y la huella de consumo de la UE aumentó un 4 % entre 2010 y 2021.

Sigue siendo difícil avanzar hacia modelos alternativos como el decrecimiento o el post crecimiento, capaces de romper con los modelos tradicionales basados en el crecimiento económico continuo, la expansión y el consumo desenfrenado

Pensar, al menos, en la adaptación de nuestros sistemas de protección

Aún no existe una fórmula que permita sostener nuestros niveles de bienestar sin seguir dependiendo del carbono, el crecimiento y el consumo. Sin embargo, preferimos aferrarnos a la ilusión de un disfrute perpetuo de un clima y una economía estables. Como resultado, perdemos de vista los impactos reales y crecientes del cambio climático y su poder para debilitar nuestras estructuras políticas, económicas y sociales. Pero, ¿y si todo falla?

Proteger a las personas frente a un clima cambiante exigiría considerar fórmulas de desarrollo y respuesta social hasta ahora vistas como anatema. Como resultado, sigue siendo difícil avanzar hacia modelos alternativos como el decrecimiento o el post crecimiento, capaces de romper con los modelos tradicionales basados en el crecimiento económico continuo, la expansión y el consumo desenfrenado. Al menos, podemos proponer cambios progresivos en nuestras estructuras de protección vinculadas al Estado de Bienestar, mientras intentamos avanzar en el proceso de desacoplamiento de los combustibles fósiles y el abandono del paradigma del crecimiento perpetuo.

En el marco de la transición ecológica, ya se proponen medidas para proteger y descarbonizar la sociedad: capacitar trabajadores, crear empleos verdes o establecer fondos para apoyar a regiones afectadas y poblaciones vulnerables. Sin embargo, es necesario avanzar hacia el diseño de un nuevo Estado de Bienestar que, en un contexto de mayor escasez, pueda satisfacer las necesidades humanas básicas sin exceder los límites planetarios.

A partir de esta idea principal se puede pensar en diversos marcos de actuación:

  • Frente al aumento de la desigualdad derivada del cambio climático, las políticas sociales futuras deberán incluir una redistribución más equitativa de los recursos por parte de los grupos más ricos e influyentes, además de imponer limitaciones a quienes superen ciertos umbrales de consumo de recursos.
  • La construcción del bienestar requerirá también promover formas alternativas de trabajo, vida y cuidado, fomentando ejercicios participativos en los que la ciudadanía juegue un papel activo en la toma de decisiones. Esto implica desarrollar mecanismos de democracia deliberativa más inclusiva y efectiva para enfrentar la crisis ecológica.
  • Un nuevo marco de protección social para un futuro climático incierto deberá redefinir, ampliar e incluir nuevos derechos fundamentales: el acceso al agua, la energía y la vivienda debe garantizarse como necesidades básicas, independientemente de la situación económica de cada persona.
  • Además, la creación de refugios climáticos, tanto en espacios públicos como privados, debe formar parte de un sistema de protección ampliado, protegiendo a las comunidades más vulnerables frente a los impactos del clima. Esta visión también debe contribuir a redefinir qué es público y qué es privado en el contexto de la crisis climática. Ese refuerzo de lo público también deberá observarse en los sistemas de salud en su objetivo de ser más resilientes y comprometidos con la descarbonización.
  • Finalmente, un Estado de Bienestar adaptado a un clima más hostil deberá proteger a los colectivos, sectores económicos y territorios más vulnerables al cambio climático, ya sea apoyando a quienes decidan permanecer en zonas más expuestas o facilitando su desplazamiento hacia áreas menos afectadas.

Actualmente, parece que avanzamos en la dirección opuesta a lo propuesto. Las empresas de combustibles fósiles invierten en descarbonización de forma perversa, como medio de obtener ganancias, aprovechando subsidios gubernamentales y créditos fiscales. Mientras tanto, el Estado de Bienestar, en lugar de fortalecerse y reducir la desigualdad frente a los desafíos que se avecinan, se debilita, transfiriendo continuamente fondos públicos a manos privadas. Esto reduce los recursos disponibles para financiar servicios esenciales como educación, sanidad y pensiones, que quedan en manos de empresas enfocadas en maximizar beneficios.

La construcción de un nuevo Estado de Bienestar no puede postergarse; debe garantizar la justicia social y climática, priorizando el bienestar común por encima de los intereses privados. Solo así podremos enfrentar los impactos de una crisis climática que ya nos afecta y limita nuestra capacidad de respuesta.

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Jesús Gamero es analista climático de la Fundación Alternativas.

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