Distopía eléctrica vs. Vida

La distopía es un proceso tan sutil que no se sabe cómo ni con cuánta rapidez es capaz de acabar con los argumentos de la sociedad organizada, hasta pensar que no cumple tal cualidad. Enfrascados con el envío de Whatshapp, los correos electrónicos, el trabajo online o el pago con tarjetas, no percibimos que todo funciona porque la electricidad está detrás. En algún lugar la he calificado como “la esencia que guía nuestra existencia”; acaso la elegiríamos como nueva diosa. Muchas veces lo cotidiano se nos torna indiferente; como el hecho de que salga siempre agua por el grifo. Pero cuidado que falte, la vida se torna imposible. 

Criticamos la falta de información del Gobierno sobre las causas del complejo apagón a la vez que nos sumergimos en las redes que simplifican lo que “nunca había pasado”. Vivimos saturados de noticias pero cada vez entendemos menos lo que sucede a nuestro lado. Alrededores son nuestros vecinos de planta o de casa, de los que apenas conocemos sus nombres. Somos gregarios, capitalinos diría con más propiedad, y en cuanto tenemos un día de asueto huimos de nuestra ciudad, que en pocas ocasiones es nuestra. Afirmación que no retiro ya que la participación ciudadana es de todo (quejas, impuestos, insultos, impagos, etc.) menos ciudadanía por convicción.

Lo que para nosotros fue el apocalipsis energético es en muchas partes del mundo una secuencia cotidiana

Queremos dominar nuestra vida, agarrarnos a unos cuantos supuestos sólidos. Sin darnos por enterados de que todas las vivencias llevan su carga de temporalidad, con lo cual se convertirán en engaños escondidos que nos mantienen entretenidos. La comodidad vital, como consumidores de energía por ejemplo, provoca indiferencias varias que llegan a construir convicciones en un mundo feliz. Lo que para nosotros fue el apocalipsis energético es en muchas partes del mundo una secuencia cotidiana; por ejemplo Cuba, para no irnos hasta lugares recónditos que no sean Europa. ¿Cómo será en Gaza? Según sabemos, en la actualidad unos 685 millones de personas viven sin acceso eléctrico, 10 millones más que en 2021. Parece que 570 millones de personas en el África subsahariana vivían sin electricidad en 2022.

Ante tal situación me digo que el “ODS 7. Energía asequible y no contaminante” no deja de ser una distopía cruel. La RAE “la vería” como la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. Así pues, son las contradicciones las que la generan y justifican. Me pregunto a mí mismo: ¿Son las democracias actuales el cobijo de la distopía?, porque hace tiempo que ninguna menciona Gaza.

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Carmelo Marcén Albero es doctor en Geografía por la Universidad de Zaragoza y especialista en educación ambiental y metodología educativa.

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