Plaza Pública

De los másteres VIP a los chillidos de las ratas

Alfons Cervera

Los tiempos son otros. Como el río de Heráclito, las aguas del tiempo nos mojan de distinta manera. Pero a veces esa manera no es tan distinta. A veces es como si las aguas fueran casi las mismas, como si el tiempo de las tormentas se repitiera con la violenta voracidad de los depredadores insaciables. Cuando crees que el pasado ya es cosa del tiempo de los dinosaurios, empiezan a pasar cosas que te afirman en lo contrario. No sé si hay mejor catálogo sobre el pasado, el presente y el futuro que los poemas de Eliot en Cuatro cuartetos. Lo que nos pasa ahora mismo ya estaba antes. El final de lo que nos pasa ya estaba anunciado en su principio. No es ningún lío, aunque a ratos lo parezca. Miren ustedes lo de ahora. Sobre todo, miren lo que está pasando en este país desde el día en que una moción de censura descabalgó al PP del caballo encabritado de una corrupción insoportable para el alma buena que toda democracia habría de tener como bandera. Ya sé que esta democracia nuestra tiene un pedazo de alma buena y otro más oscuro que las cloacas donde reinan a sus anchas el excomisario Villarejo y los medios de comunicación abierta, interesadamente cómplices de sus chantajes.

Lo que está pasando ahora mismo ya pasó mucho antes, aunque los ríos del tiempo fueran distintos. En este país existe con un largo recorrido la idea de que sólo las derechas pueden gobernarlo. Ya pasó cuando la Segunda República. Volvió a pasar –aunque con el fondo diferente del tiempo que vivíamos– con la victoria de José María Aznar en 1996 y la resurrección de las dos Españas, una de las cuales provocaría el espanto de Antonio Machado en uno de los poemas más desesperadamente lúcidos de su repertorio. Lo penúltimo sería el acoso mediático, político y obispal a los años de gobierno de Rodríguez Zapatero. Y finalmente, dos casos que son lo mismo, salvando la distancia en el tiempo y sus circunstancias, que lo que acabo de decir. Uno: el asedio a Podemos desde que, antes de convertirse en partido –y sobre todo cuando ya lo fue–, se destapó con éxito en las elecciones europeas de 2014. El otro caso ya nos sitúa en los tiempos de ahora mismo: la moción de censura que aparta al PP del gobierno resucita las viejas alianzas políticas, económicas y mediáticas de otra época. Y regresa el viejo asedio de las derechas, en este caso al gobierno de Pedro Sánchez.

El día siguiente a la moción de censura, la artillería de esas derechas empieza a disparar con una saña que pone los pelos de punta y nubla cualquier entendimiento o acercamiento a la razón que pueda explicar mejor lo que nos pasa. Y eso que, hasta ahora, lo que el gobierno de Sánchez ha hecho es mucho menos –infinitamente menos– de lo que dijo que iba a hacer si ganaba la moción de censura. Pero a las derechas les da igual. A las derechas sólo les importa una cosa: dejar bien claro que sólo ellas ostentan el derecho divino a gobernar. Y digo "derecho divino" porque es el único que, como en las monedas franquistas, deja bien claro que el poder de las derechas viene directamente concedido por dios. De la misma manera que para esas derechas hay un sólo dios, igualmente sólo a ellas corresponde ejercer las tareas de gobierno, aunque sea a golpes militares, a sablazos de mentiras, a amenazas apocalípticas si ellas no están al frente de nuestra anacrónica y falangista unidad de destino en lo universal.

Lo que está pasando en España, desde los másteres VIP a los chillidos de las ratas que asoman su hocico repulsivo en las páginas del golpismo mediático, tiene una sencilla explicación: las derechas (ahora PP y Ciudadanos, con ese apunte para el trío extremista que está siendo Vox) son las únicas que merecen ostentar el poder. Cualquier gobierno de izquierdas (aunque aquí estemos hablando de una socialdemocracia siempre temerosa) es sólo una interinidad, un tiempo muerto como en los partidos de baloncesto, el espacio para el rearme político e ideológico que habrá de acabar más pronto que tarde con aquella interinidad cargada no por dios sino por el diablo.

La dictadura franquista sigue encarnada en los jóvenes emergentes de la política conservadora. No digo que sean lo mismo (puedo ser idiota pero no tanto), aunque sí que digo que en muchos aspectos la una y los otros se parecen demasiado. Si Mariano Rajoy tenía pasta de correoso artista de la mentira, ¿es menos de todo eso su sucesor, Pablo Casado, un sucesor que en vez de seguir la estela del mismo Rajoy va más atrás y entronca directamente con la de José María Aznar? ¿Se queda atrás Albert Rivera a la hora de situarse en lo más innoble y extremo del oportunismo antinacionalista y de esa anacrónica moral de lo rancio que parecía ubicada ya en los tiempos de maricastaña? La respuesta es claramente no, es claramente que se parecen demasiado, es claramente que estamos viviendo un acoso cínico y apabullante, no a un gobierno (para las derechas ilegítimo) sino –y salvando con razón las distancias que ustedes quieran–, a la misma democracia.

Para las derechas, la democracia sólo es útil si sirve única y exclusivamente a sus intereses.

Cuando pedir perdón no es la letra de un bolero

Por eso no van a parar hasta que vuelvan al poder. La batería de sus medios afines (muchos, por no decir la mayoría) no parará de difundir los chillidos de las ratas que habitan las alcantarillas del Estado, ni de convertir en basura los cimientos de la democracia, ni de hacerles la ola a los jueces que confunden aposta la justicia con una detestable promiscuidad entre las leyes y muchos (demasiados) sospechosos de quebrantarlas con una impunidad que aterra.

Regreso a Eliot, lo mismo que al empezar este artículo: “Lo que podría haber sido y lo que ha sido / apuntan a un fin único, que es siempre presente”. O lo que es lo mismo y también dice el ilustre y muchas veces ideológicamente contradictorio autor de La tierra baldía: lo que nos pasa ahora viene de mucho antes. Y eso, ese tiempo de antes, tan triste y tan lleno de sueños rotos, no tiene remedio. Se nota que no soy el colmo del optimismo. ¿Quién puede serlo en unos momentos en que tiene más vigencia que nunca lo que decía, hace cincuenta años por lo menos, mi viejo amigo anarquista tío Bulla: “mires pande mires, to es mortífero”?. Pues eso. _____________________________

Alfons Cervera es escritor. Su último libro publicado es La noche en que los Beatles llegaron a Barcelona (Piel de Zapa, 2018)La noche en que los Beatles llegaron a Barcelona

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