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Plaza Pública

Ante el nuevo Gobierno

Ángel Viviente Core

Estas líneas están escritas desde la esperanza que ha producido a muchos la constatación de que finalmente se ha cumplido un gran anhelo de mucha gente, alimentado a lo largo de los últimos años, previo y posterior a las últimas citas electorales: tener un acuerdo de Gobierno de Progreso, con la participación de los partidos de izquierda.

Nuestro enfado y frustración por no haberse llevado a cabo en pasadas elecciones, aunque hubiera sido igualmente posible, llevó incluso a muchos en algún momento a plantearse dejar de votar, castigando así a los que considerábamos se encerraron en sus posiciones partidistas, pero, finalmente, ha podido conseguirse. La realidad se les ha echado encima a unos y otros y, al límite de lo que hubiera sido un desastre histórico, han sabido reaccionar.

Los que asistimos a esos intentos en el pasado estupefactos, no nos queda más que aplaudir lo que se ha conseguido hoy, aun a sabiendas de que después de las elecciones de abril las condiciones hubieran sido mejores y no se hubiera dado la oportunidad al crecimiento desmesurado de la extrema derecha. Pero no miremos al pasado.

Los ataques de los partidos de derecha y ultraderecha a esta investidura, prácticamente iguales en todos ellos y con similares argumentos, han mostrado el cainismo y la falta de educación (dicho por uno de los parlamentarios) de unos personajes que no aceptan que, en democracia, hay algo que se llama alternancia y que el saber perder es prueba de madurez y ejemplo a la sociedad. Pareciese que estos partidos consideran este país de su propiedad, y malos españoles a todos los que no piensan como ellos, pero que curiosamente, a fecha de hoy, son mayoría.

En el ataque basado en los acuerdos con grupos independentistas parecen olvidar los suyos en el pasado, cuando en esos momentos el terrorismo estaba bien vivo, con muertes en esas mismas fechas que sin embargo no les frenó (por ejemplo en Navarra) en el diálogo y en el intento de acuerdos programáticos y de gobierno con los antecesores de los que ahora denostan. Tampoco supuso para ellos una quiebra y destrucción del Estado las cesiones de autogobierno a Cataluña en muchas materias, durante diferentes etapas de gobierno de su partido y a cambio del apoyo parlamentario de grupos de los que eran conocedores de su independentismo.

En un caso y en otro, nadie desde los grupos de la oposición les llamó traidores, felones y otras lindezas, más bien ofrecieron su apoyo leal en la búsqueda de soluciones de los problemas territoriales.

Es más, si fuese cierto que se rompe España, el acuerdo conseguido por el PSOE con comunistas e independentistas (todos los que quieren romper España), si sintiesen eso con certeza y les doliese de verdad la rotura de su país, lo hubieran tenido muy fácil: podrían haber ofrecido su abstención a la candidatura más votada para la investidura. En ese caso, el partido ganador hubiera podido gobernar sin contar con comunistas e independentistas y así haber evitado la rotura de su querido país.

Pero no, no nos engañemos, no les duele España ni su rotura, lo que les duele es la pérdida de poder económico y político de ellos mismos y de quienes les apoyan, los de siempre –desde hace muchos, muchos años e incluso siglos–. Han utilizado todo tipo de argucias y estrategias para mantener ese control en este país, porque hoy y ahora otra opción no quedaba, aparte de seguir manteniendo al país en el bloqueo durante más tiempo, con las consecuencias de un mayor empobrecimiento que eso conllevaría, lo cual han demostrado que les importa un comino, menos aún que a la portavoz de ERC, a la que tanto abucheaban en la sesión previa a la última votación.

¿Y ahora qué?

Ahora nos enfrentamos a una situación difícil pero llena de esperanza.

Si son ciertos los puntos apuntados en el acuerdo PSOE-UP, se abre una posible reversión de la penosa situación anterior. Lo apuntado sobre: financiación y fiscalidad, leyes laborales, pensiones, apoyos sociales, vivienda, defensa de lo público (sanidad y educación), lucha contra la violencia de género, defensa de las minorías (inmigración, LGTB, Trans…), muerte digna, cambio climático, legislación acorde con los Derechos Humanos, Memoria Histórica, etc, todo ello alimenta esas esperanzas y así esperamos que, si no se cumplen en su totalidad, al menos se den pasos efectivos en esa dirección.

Los que hemos trabajado en los movimientos sociales surgidos tras el 15-M, al margen de los partidos, no podemos menos que mantenernos expectantes, porque mucho de lo ahí incluido es por lo que hemos venido luchando en los últimos años, particularmente después de todo lo acaecido y la situación de pérdidas de todo tipo que hemos sufrido.

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Todo ello va a ser muy difícil de cumplir, sobre todo a corto plazo, pero queremos ver que efectivamente se camina en esa dirección. Creo que hemos de dar un margen de confianza, un tiempo en el que veamos que esa es la línea de trabajo real del nuevo Gobierno.

Pero además de lo anterior, ante los ataques que hemos visto durante este tiempo de los que han perdido las elecciones en las últimas citas, los que han demostrado no aceptar el resultado de la voluntad popular, con sus ataques desmesurados y fuera de todo contexto democrático y sabiendo que esta pudiera ser su línea de actuación futura ante el nuevo Gobierno, ante cualquier intento de progreso y de desarrollo de esos acuerdos, creo que nuestra acción no solo ha de ser durante este tiempo el dar ese “margen de confianza” en una actitud pasiva de “verlas venir”, sino, más bien, creo que hemos de adoptar una actitud de apoyo en todo lo referente a esas líneas de actuación del Gobierno, de crítica leal y positiva, de ofrecer ideas y opiniones y que estas sean acogidas y valoradas por el nuevo Gobierno, y todo ello en defensa a ultranza ante los ataques que van a recibirse, mostrando nuestro apoyo y participación activa, incluso en la calle si fuera preciso. ___________

Ángel Viviente Core es coordinador general de Convocatoria Cívica

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