Plaza Pública
De violencia obstétrica y de ginecólogos: una llamada al debate
Hay partido. El Ministerio de Igualdad acaba de presentar su propuesta de modificación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva del año 2010 con el objetivo de introducir la violencia obstétrica como forma de violencia de género. Si usted es ginecólogo y lee la expresión violencia obstétrica (VO), probablemente le suba la frecuencia cardiaca, le "duelan los ojos" y empiece a sentir una oleada de indignación cercana a la convulsión. La pregunta es: ¿Por qué los ginecólogos-obstetras nos sentimos atacados cuando alguien nos menciona el término violencia obstétrica?
Quizás sea porque choca frontalmente con aquello que nos han inculcado desde primero de medicina, que intentamos mantener todos los días de nuestra profesión y que con tanto ahínco proclamamos el día que nos licenciamos como médicos: primun non nocere, que lo podríamos traducir como "lo primero, no hagas daño". Este latín heredado late bajo la piel de todo médico (o por lo menos debería), y es el orgullo corporativo atacado. Nadie se levanta por la mañana queriendo ejercer violencia contra nadie, ya sea consciente o inconscientemente. Y ahí está la raíz de la cuestión.
La medicina ha ostentado históricamente una posición de poder y legislación sobre lo que es lo normal o sano y aquello enfermo, patológico o desviado. Siglos de dominación científica han conllevado importantes avances, meteduras de pata y múltiples agravios. Sin embargo, en el momento actual es difícil poner en duda que la asistencia médico- sanitaria junto con la modificación de los determinantes sociales de la salud ha traído un estatus de protección de la salud extensible a toda la sociedad y cuyos resultados se pueden observar en múltiples ítems (mortalidad perinatal, esperanza de vida… etcétera).
Ahora bien, dentro de esta relación idílica entre medicina y sociedad, también existen ciertas aristas difíciles de superar. La medicina, como un aspecto más de la sociedad, se encuentra imbuida por el sistema de dominación patriarcal, en la que existe un colectivo que tradicionalmente ha copado los estratos de poder, dominando a la otra mitad de la población durante siglos. Esta herencia de la que poco a poco nos vamos deshaciendo sigue hoy vigente en nuestras prácticas como médicos. Nuestra ideología, nuestros prejuicios, nuestros valores; todo influye en cómo realizamos nuestra práctica clínica diaria. Y al igual que un hombre no debería sentirse atacado cuando hablamos de machismo, violencia de género o dominación patriarcal, y entiende que forma parte de un colectivo históricamente privilegiado que ha sometido durante siglos a la otra mitad de la población; igual que cualquier hombre que no ejerce violencia contra la mujer no se siente o no debería sentirse atacado cuando escucha las demandas de una sociedad feminista cambiante; así, el ginecólogo-obstetra viviría con mejor ánimo la enunciación de la violencia obstétrica si entendiese que no es un ataque a su ser ni a su profesión.
Todos y cada uno de nosotros (médicos) podemos ejercer violencia, aunque sea simbólica e inconscientemente, pues somos parte de un colectivo tradicionalmente poderoso y legitimado bajo el orden patriarcal. Pero quizás, la ofensa frente al concepto de VO sería menor si entendiésemos que nadie nos ataca frontalmente, que el concepto de violencia obstétrica engloba una serie de violencias físicas, psicológicas y simbólicas, todas ellas apuntaladas por una estructura de poder en la que hemos nacido como profesionales y de la que es difícil desprenderse. Entender que la VO es un concepto complejo y amplio que abarca múltiples formas de violencia, no sólo las ejercidas directamente por nuestro gremio, si no en la que entran también otros colectivos médicos como matronas o anestesistas y estamentos estructurales como el Estado y el sistema de atención sanitaria, es de vital importancia. Nadie, me atrevo a decir, ejerce VO a sabiendas, sino de forma inconsciente bajo el paraguas de un sistema al que le falta perspectiva de género y consciencia de su poder (también de cambio y de mejora).
Debatamos si el concepto de violencia obstétrica es conveniente o no, debatamos y revisemos nuestros protocolos y la evidencia científica existente para ofrecer la mejor asistencia a nuestras pacientes. Debatamos con los colectivos de pacientes para un mejor entendimiento y delimitación del concepto de violencia obstétrica. Participemos en las comisiones del Ministerio que trabajan este tema. Es importante que el entendimiento sea bidireccional para evitar caer en errores conceptuales y en legislaciones que no sean garantistas para alguna de las partes.
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La violencia obstétrica atañe a toda la sociedad, desde los médicos gineco-obstetras que todos los días acompañamos a las mujeres en sus procesos de salud sexual y reproductiva hasta la sociedad en general y las mujeres en particular, para que vivan sus procesos vitales de forma consciente, teniendo toda la información disponible sobre su embarazo, parto y puerperio, así como otros múltiples aspectos de su salud sexual. Si cada uno miramos para un lado y la discusión adquiere un tono bronco no alcanzaremos ningún consenso y la ventana histórica de cambio se cerrará con más víctimas que ganadores. Hay tiempo.
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Cora Librán López es especialista en Ginecología y Obstetricia en el Complejo Asistencial de Ávila.