Volver a la España vaciada: El compromiso del joven emigrado con su tierra

Gonzalo Velasco Monasterio

La España vaciada se desangra. Según datos del padrón publicados por el INE, el 10% de la población española vive en el 88% del territorio y 31 provincias pierden población desde 2009. Cada vez hay menos gente, menos natalidad, menos empleo, menos servicios públicos y menos jóvenes que puedan revertir la situación. Estas causas, además, se retroalimentan entre sí y hacen que la tendencia sea preocupante.

El éxodo, que antes era del campo a la ciudad por la mecanización de la agricultura y la industrialización, actualmente se intensifica y ya no es solo rural. Ahora podemos hablar de un éxodo total, joven y desde todos los puntos de la España vaciada. No solo son las zonas rurales. Las ciudades, pueblos grandes y capitales de provincia también pierden población.

La derivada de este proceso es que, en primer lugar, tanto los pueblos como sus habitantes están en grave peligro de extinción. Y, segundo, que las pequeñas y medianas urbes de estos territorios están en retroceso demográfico. Estas ciudades son esenciales ya que constituyen el último freno al éxodo, y están fijando población cercana y muy vinculada al territorio en peligro de despoblación. Aquí habitan la mayoría de los que hoy guardan y luchan por el futuro de la España vaciada.

El éxodo joven es, seguramente, lo más preocupante por aquello del relevo generacional. Es sorprendente que, al tratar de explicarlo, las causas materiales parezcan insuficientes (la falta de empleo, las condiciones económicas, etc.). Muchas veces, si te limitas a comparar la diferencia de calidad de vida (en un sentido material) entre, por ejemplo, Burgos y Madrid, la primera sale mejor parada: una tasa de paro mucho menor (7,41% frente al 11,51% de Madrid en el cuarto trimestre de 2022), un coste de vida menor, alquileres más bajos, menos tiempo dedicado al transporte, mejor calidad del aire, etc. 

Entonces, ¿por qué nos vamos los jóvenes de la España vaciada? 

Puede tener más que ver con las aspiraciones de una generación. El desarraigo, la idealización de lo cosmopolita, la desvinculación con nuestra cultura, con nuestra tierra, la distancia entre lo que vemos en las pantallas y lo que nos rodea. Esto puede suponer que nuestras expectativas vitales de lo que significa ser feliz, tener éxito o hacer lo que te gusta, pasen por marcharse. Hemos crecido idealizando modos de vida que creemos no poder encontrar en casa. Quizá en algún momento, el plan que nos propone nuestra tierra dejó de actualizarse a los tiempos. 

Ante esta situación, a veces nos vemos en el dilema de elegir entre quedarnos con el riesgo de renunciar a nuestros anhelos vitales que no encuentran cabida en nuestro lugar de origen; o emigrar para perseguirlos afuera, renunciando así a nuestra tierra. En ambos casos queda un joven vaciado. 

Según datos del padrón publicados por el INE, el 10% de la población española vive en el 88% del territorio y 31 provincias pierden población desde 2009

No quiero decir con esto que la carencia de condiciones sea total ni definitiva. Ni que todos los jóvenes pasemos por este dilema. Todavía hay mucha gente que consigue realizarse y ser feliz en la España vaciada. Esto hay que ponerlo en valor y reivindicarlo. Pero, desde luego, las condiciones son insuficientes y el dilema del joven de la España vaciada es frecuente. El éxodo existe y se ratifica todos los años en el descenso de población, especialmente joven.

Volver

Suerte la mía y la de mi tierra que la decisión de marcharse es reversible. Esta es la gran esperanza. El retorno debe promoverse desde las instituciones, desde la sociedad civil y desde la ciudadanía. 

Volver es mucho más que sumar un número al censo. El regreso del emigrado conlleva que consigo se trae de vuelta su bagaje, su aprendizaje fuera, nuevas visiones culturales, sociales, profesionales. Quien retorna sabe cómo aplicar todo esto en su tierra, en el contexto de la España vaciada, porque lo conoce mejor que nadie

Asimismo, cuando se vuelve se señalan las causas del éxodo, se ponen encima de la mesa. El camino emprendido fuera y el cambio en la propia persona dan pistas de por qué se fue uno. Eso quizás ayude a comprender mejor cómo cortar la hemorragia del éxodo y el desarraigo. Qué es lo que podemos ofrecer a las nuevas generaciones que en este momento estén empezando a desear irse. 

Volver es también un acto de agradecimiento. Nuestra tierra nos da forma. Somos nuestra tierra, el fruto la educación recibida, de un paisaje que forma un carácter, de unas gentes, de una cultura rica y profunda en los siglos que hoy lucha contra el olvido. Todo ello forma una identidad y un punto de partida que determina lo que viene después. Volver significa devolver.

Que quienes guardan la España vaciada hagan por que vuelvan quienes emigraron, y que estos se esmeren a su vez por volver. No importa si es definitivamente o de vez en cuando, pero siempre conservando el vínculo. Volver y compartir lo aprendido fuera es el mejor compromiso con la tierra.

“La raíz sostiene, en la raíz está la casa y es la casa la que salva”

(Sara Rivero en Castilla Mal)

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Gonzalo Velasco Monasterio es analista de la Fundación Alternativas

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