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Comunidad de Madrid

El 2020 de Ayuso: de una presidenta autonómica más a encarnar el 'trumpismo' que hace sombra a Casado

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, termina 2020 prácticamente como lo empezó: sin presupuestos, con apenas un par de leyes aprobadas y navegando de polémica en polémica. Pero a pesar de la parálisis legislativa, de la falta de cuentas públicas propias y de la gestión de la pandemia, con el agujero negro de las residencias, este ha sido su año político. Lo saben bien dentro de su partido, donde la ven cada vez más fuerte. En pocos meses, la líder del Ejecutivo regional ha dejado de ser una baronesa más. Ya no es aquella dirigente conservadora con escaso bagaje de gestión que llegó a la Real Casa de Correos con el peor resultado del PP en suelo madrileño. Ahora, es capaz de hacer sombra al propio líder de su partido, Pablo Casado, gracias a un discurso con claros tintes trumpistas. Por el momento, el único poder que tiene entre sus manos es el de la Comunidad. Pero tarde o temprano tendrá que abrirse el melón de la dirección de la formación conservadora en la región, el clásico trampolín hacia la nacional. Y ahí, Ayuso suena con fuerza.

El 2020 pandémico se ha caracterizado por el ascenso a primera de una dirigente que hace algo más de un año jugaba en la segunda división de la política. Su nombre cotiza al alza. Tanto en España como a nivel internacional. A finales de noviembre, por ejemplo, el diario conservador francés Le Figaro la calificaba como “la nueva musa de la derecha española”. Y la agencia alemana DPA la definía en un reportaje reciente como la “portadora” de “esperanza” para el PP. En los últimos meses, Ayuso ha pasado de estar políticamente muerta por la gestión de la crisis sanitaria en la región a convertirse en la cara más visible de su partido. Ha sido, por tanto, el año de la construcción de una nueva líder a nivel nacional, del mismo modo que se hizo con José María Aznar al frente de la Junta de Castilla y León en los últimos compases de los ochenta. En ambos casos, el artífice fue el mismo: el periodista Miguel Ángel Rodríguez, ahora jefe de gabinete de la presidenta madrileña. Y la estrategia, idéntica: marcar la política del país desde un gobierno regional. Entonces, se hacía desde Valladolid. Ahora, desde Madrid.

Durante toda la pandemia, que se ha cebado especialmente con esta región –han fallecido cerca de 20.000 personas–, los enganches de Ayuso con el Ejecutivo central han sido permanentesenganches. Primero, por la falta de material sanitario, que la líder madrileña utilizó para vender posteriormente a bombo y platillo sus ya famosos aviones fletados desde China con equipos de protección individual. Luego, con la situación sanitaria más o menos controlada, por la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de mantener el estado de alarma y no devolver las competencias de gestión a las comunidades. Más tarde, por no permitir Sanidad el avance de la Comunidad de Madrid en las fases de la desescalada. Superado el verano, por el hecho de que el Ejecutivo central dejara en manos del regional la gestión de la pandemia durante el repunte de casos en la comunidad: “Necesitamos que deje de estar ausente”, dijo en un giro de guion. Y cuando la situación se descontroló del todo en suelo madrileño, por la imposición de un nuevo estado de alarma para cerrar perimetralmente la comunidad y los grandes municipios, algo a lo que se negaba categóricamente el Gobierno madrileño.

Ni siquiera la llegada de las fiestas navideñas ha traído aparejada una tregua. Los misiles siguen disparándose desde la Real Casa de Correos. Primero, por el reparto de las vacunas que ya han comenzado a llegar en grandes cantidades a España. Y luego, por la distribución de los fondos europeos. “Está pensado contra los madrileños, porque nunca se ha visto tanta arbitrariedad con Madrid”, dijo este martes Ayuso en la rueda de prensa en la que hizo balance del año, añadiendo que denunciarán el supuesto “maltrato” en todas partes, “en Bruselas y en nuestro país”. En concreto, de los 10.000 millones del Fondo REACT-EU, distribuidos en función del impacto de la pandemia en la riqueza de la región y en el desempleo, la Comunidad de Madrid recibirá 1.254 millones, el 12,8% del total. Solo la superan Andalucía, con 1.881 millones, y Cataluña, con 1.706 millones. “El apoyo del independentismo catalán al Gobierno va a costarle a los madrileños 422 millones de euros que van a recibir menos”, aseveró la líder del Ejecutivo regional, quien avisó que no se va a quedar “cruzada de brazos ante una discriminación inaceptable”.

En uno de los momentos más complicados que se recuerdan en el país, la presidenta madrileña ha apostado por volar en solitario. Y lo ha hecho tejiendo un discurso con elementos propios del trumpismo. Desde el principio, ha fijado un enemigo claro: Moncloa. Y ha apostado por mensajes marcados por la hipérbole, el victimismo y un nacionalismo español fuerte vehiculado a través de la identidad madrileña. Si un día afirmaba sin tapujos que el Gobierno de Pedro Sánchez es el “más autoritario de la historia de la democracia”, al otro sostenía que existía una supuesta madrileñofobia. Una estrategia que hacía que sus palabras perdiesen fuerza y que incomodaba a parte de la dirección nacional del PP, a la que impedía colocar bien su mensaje a nivel nacional. Al final, Ayuso terminaba por arrastrar todo el debate político gracias al altavoz mediático de Madrid. Un altavoz al que ahora la formación que preside Pablo Casado ha recurrido en su línea de oposición contra el Ejecutivo central en dos frentes muy concretos: el educativo y el económico, con el rechazo feroz a la Ley Celáa y a una reforma fiscal que pone en jaque el laboratorio neoliberal que durante más de una década los conservadores han levantado en su principal plaza política.

La batalla por el PP de Madridbatalla

Con el ascenso meteórico de la presidenta a lo largo de 2020, toda la atención se sitúa ahora sobre el futuro liderazgo del PP madrileño. Hay una regla no escrita dentro de las filas conservadoras que marca que los presidentes autonómicas también controlan la organización a nivel regional. Es el caso de Alberto Núñez Feijóo en Galicia, Fernando López Miras en Murcia, Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía o Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León. La única excepción es la de Díaz Ayuso. En la Comunidad de Madrid, la formación navega desde 2018, tras la dimisión de Cristina Cifuentes, con una gestora presidida por el senador Pío García Escudero, un dirigente respetado en todas las estructuras del partido. Pero es solo cuestión de tiempo que se abra el melón por el control del PP madrileño. De momento, no hay fecha fijada para el congreso regional. Desde la dirección nacional insisten en que “ahora no toca” y que primero deben cerrarse los cónclaves provinciales, un proceso en el que se encuentran ahora mismo inmersos. Ya se han celebrado los de Albacete, Ciudad Real o Zaragoza, entre otros.

En Génova calculan que la lucha por el poder tendrá que esperar hasta finales de 2021 o comienzos de 2022, justo antes del Congreso Nacional. Ayuso, aunque ha dicho en público que no es el momento de ese debate, no ha escondido que sería “bonito” tener en sus manos las riendas de la poderosa organización territorial. Desde la dirección nacional han evitado, por el momento, expresarle un respaldo público. Sin embargo, todos saben que si la presidenta autonómica da el paso será muy complicado frenarla. Ahora mismo, el único conservador con una popularidad lo suficientemente fuerte como para tratar de hacerle sombra sería el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. Pero quien ostenta el bastón de mando en la capital parece no estar dispuesto a meterse de lleno en la batalla. Más bien, apuesta por una tercera vía con él en el Palacio de Cibeles, Ayuso en la Real Casa de Correos y un tercer nombre conservador al frente del partido en Madrid. La senadora Ana Camins, quien dijo que le gustaría que lo dirigiera alguien “de consenso”, suena con fuerza en todas las quinielas.

La idea de esta alternativa es evitar que todo el poder en suelo madrileño esté en manos de una sola persona. Principalmente, porque todos en las filas conservadoras son plenamente conscientes de que siempre que ha ocurrido eso el partido en Madrid se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para la dirección nacional. Lo saben bien tanto Almeida como Casado, que se criaron políticamente en las filas conservadoras de esta región. Ambos recuerdan la etapa del aguirrismo, de aquellos enfrentamientos entre el PP madrileño y Génova y de la encarnizada batalla que se abrió entre Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy. Una guerra que tuvo su máximo exponente en el famoso Congreso de Valencia de 2008, con la baronesa madrileña tratando de mover la silla a quien años después acabaría como presidente del Gobierno. Porque si hay algo que hace característico el liderazgo de la formación conservadora en la Comunidad de Madrid es la proyección nacional que esto trae aparejado. Todos los dirigentes que han tomado las riendas de la organización han terminado teniendo aspiraciones para dirigir Génova, desde Gallardón a Cifuentes pasando por Aguirre.

¿Elecciones anticipadas?

Pero hasta que no se abra ese melón, toda la atención de Ayuso estará centrada en la gestión del Ejecutivo madrileño. Un Gobierno que tendrá que seguir surcando las turbulentas aguas de la actual crisis sanitaria sin tener todavía atados unos presupuestos para el próximo ejercicio. De momento, se sigue trabajando en la elaboración de las cuentas, que de aprobarse serían las primeras de la era Ayuso –el año pasado prorrogó las aprobadas por su antecesor Ángel Garrido allá por 2018–. El objetivo es que antes de pasarlas por el Consejo de Gobierno como paso previo a su registro en la Asamblea de Madrid, estas cuenten con el visto bueno de la ultraderecha de Vox, que ya ha exigido que si se quiere un acuerdo este deberá aparecer también refrendado por el líder de Ciudadanos, Ignacio Aguado. Un socio prioritario para el Gobierno madrileño que no acaba de ver claro la formación naranja, que en público no tiene inconvenientes en señalar que preferiría alcanzar un pacto para los próximos presupuestos con los socialistas de Ángel Gabilondo.

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Durante toda la pandemia, las tensiones en el seno del Ejecutivo regional han sido evidentes entre los dos socios. Primero, por las residencias, que terminó derivando en la dimisión de Alberto Reyero como consejero de Políticas Sociales –una de tantas salidas del equipo de gobierno a lo largo del año–. Luego, por el cierre perimetral de Madrid. Tan notorias eran las desavenencias que se llegó a plantear como escenario plausible el impulso de una moción de censura que desalojara a Ayuso de la Real Casa de Correos. A día de hoy, las aguas parecen estar, al menos de cara a las cámaras, algo más calmadas. Y esta posibilidad ha pasado a un segundo plano. Ahora, con el impulso de la presidenta madrileña, lo que se pone sobre la mesa es la posibilidad de un adelanto electoral. Sin embargo, de momento ni en el PP de Madrid ni en el PP nacional lo ven como un escenario realista a corto plazo. “Mucho tienen que cambiar las cosas para que en dos o tres meses apueste por unas elecciones”, dice un destacado dirigente regional de los conservadores. Y recuerdan que si Ayuso tuviera la tentación de hacerlo, sería Génova quien pusiera los candidatos.

Las fuentes pulsadas explican que antes de dar ese paso habría que meditarlo mucho. Primero, porque no entra dentro de los planes de Casado enfurecer a Ciudadanos con un adelanto de unos comicios que se traduciría en un descalabro importante de los naranjas. Pero, sobre todo, porque perder Madrid, una plaza central para los conservadores, sería un riesgo inasumible tanto para para la presidenta madrileña como para el líder del PP. De momento, las encuestas otorgan a Ayuso una subida importante. La última de Key Data para Público, por ejemplo, le da 39 asientos en la Cámara regional, frente a la treintena que cosechó en las últimas autonómicas. Sin embargo, la aritmética parlamentaria haría imposible que pudiera gobernar solo con la extrema derecha, a la que calculan unos 17 escaños. Por tanto, Ciudadanos, al que le otorgan 15 diputados –frente a los 26 de 2019– seguiría siendo imprescindible para que pudiera seguir instalada en la Real Casa de Correos.

Este martes, fueron Ayuso y Aguado quienes hicieron balance del año ante los medios. Y, por supuesto, se les preguntó por las grietas en el seno del Gobierno. La presidenta fue la primera en contestar. “Hoy mismo firmaría un compromiso de legislatura para los años que quedan. Yo lo haría, no sé él... ¡Bueno, que responda luego él”, puso sobre la mesa la dirigente conservadora mirando con una sonrisa a su vicepresidente. “Ojalá seguir trabajando otros dos años y muchos más”, respondió el dirigente naranja devolviendo la mirada. “Podemos firmar un documento, digo”, le interrumpió Ayuso con el micrófono cerrado. “Claro que sí, aquí hay que firmar lo que haga falta si eso da un plus de confianza a los ciudadanos, que creo que es lo que necesitan. En momentos de incertidumbre, hace falta dotar de certidumbre a los ciudadanos”, zanjó Aguado, que se limitó a hablar de “discrepancias lógicas dentro de cualquier Gobierno”.

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