LOS ESCÁNDALOS DE LA CORONA

Un impostor alemán presentó a Juan Carlos I, "un networker de alto nivel", a un inversor saudí clave en el negocio del AVE a La Meca

Corinna Larsen, durante la visita del rey a Stuttgart en 2006. A su izda., Manfred Osterwald; a su dcha., el secretario de Estado de Baden-Württemberg, Rudolf Böhmler.

Barbara Platsch

Ceremonia de apertura de los Premios Laureus del Deporte Mundial 2006 en Barcelona. Los conocidos como Óscars del deporte son una creación de Richemont, el conglomerado de lujo suizo dueño de Cartier y Montblanc, entre otras marcas, y del gigante alemán del motor Daimler. En la alfombra roja, Juan Carlos I recibe con un beso en la mejilla a una rubia enfundada en un vestido de noche rosa, entonces aún desconocida para el público. Seis años después, tras el accidente de caza del rey en Botsuana, el mundo entero conoce su nombre: Corinna zu Sayn-Wittgenstein

En retrospectiva, las imágenes adquieren un significado especial. Fuentes implicadas en la organización del evento sospechan que fue la exprincesa quien ofreció Barcelona como ciudad anfitriona y financiadora, incluyendo al Rey como patrocinador. “Tiene olfato. Poner al rey en primera línea de esa manera no es poca cosa”, aseguran.  Larsen, en poder de los mejores contactos con los jefes londinenses de Laureus, consiguió 8,3 millones de euros de la capital catalana para organizar dos ediciones de los premios, las de 2006 y 2007.

En realidad, el camino a Barcelona se desviaba antes hacia Schöckingen, un tranquilo pueblo de 1.800 habitantes cerca de Stuttgart. El senador Manfred G.E.G. Osterwald, que apareció entoncres en los medios de comunicación españoles como “magnate de la construcción” y se presentaba ante el mundo como arquitecto, llevaba meses organizando una cena solemne en el minicastillo del que es copropietario. El motivo era la presentación de la Fundación para el Diálogo Intercultural. “Juan Carlos I, con quien tengo una relación de amistad, vendrá a Stuttgart el 2 de febrero de 2006 a invitación personal mía”, escribe Osterwald en una carta que dirige al “estimado primer ministro” del land de Baden-Württemberg, Günther Oettinger. También estaba prevista una visita a las instalaciones de Daimler situadas en la no muy lejana Sindelfingen. “Esta visita está relacionada con la entrega de los Premios Laureus de Deporte en Barcelona en mayo de 2006, cuyo patrocinador es el rey de España”, explica en la carta. Los responsables de Protocolo del land se quedaron sin palabras.

“Prácticamente me llamaron impostor”, desveló más tarde el anfitrión en el programa de entrevistas de Frank Elstner, un famoso presentador de la televisión alemana. A Osterwald, no obstante, le bastó un fax para poner punto final a las especulaciones sobre su credibilidad.

“Querido Manfred”

“Querido Manfred” comenzaba la carta escrita a máquina y con fecha del 20 de diciembre de 2005, que llevaba la corona real en el membrete. “SM El Rey de España al senador Manfred G.E.G. Osterwald”, figura en la carátula del fax, al que ha tenido acceso infoLibre, y que fue enviado desde el número de teléfono 34 91 599 2424, el de la Casa del Rey, según puede comprobarse con sólo entrar en su página web.

“Muchas gracias por tu amable invitación para visitar Stuttgart”, comienza la carta. “También agradezco la oportunidad de ver a la canciller alemana, la doctora Angela Merkel”, continúa. La carta concluye con una expresión del “afecto” del monarca y la firma de Juan Carlos R (Rey). Igual que si llevara un sello oficial.

“Cuando viene un rey, no puedes hacer como si no viniera”, razonaron entonces en el Staatsministerium, el equivalente a una Consejería de Presidencia, de Baden-Württemberg, que tuvo que encargarse del asunto muy a su pesar.

Ya en la primera reunión preliminar con los altos funcionarios del land, Osterwald no dudó en asegurar que el rey era muy eficiente moviendo hilos: “Su Majestad es un networker de alto nivel, un abridor de puertas”networker abridor de puertas, se registra en las actas de esa cita.No menos presuntuosa era la invitación a la canciller alemana. “Estaré encantado de poner a su disposición esta plataforma, estimada canciller, como marco adecuado para sus conversaciones con Su Majestad el rey Juan Carlos I y representantes de la economía alemana”. Ni una palabra sobre la fundación que iba a presentar en sociedad.

Corinna era quien intermediaba

Además, muy pronto se hizo evidente para los funcionarios del Gobierno del land que una desconocida princesa zu Sayn-Wittgenstein era la directora secreta del evento. En una de las actas de la reunión a la que ha tenido acceso este periódico se afirma: “Mientras tanto, se han mantenido frecuentes conversaciones telefónicas con la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que organiza los viajes privados al extranjero del rey y que, de forma comparable a un asistente personal, tiene acceso directo al monarca”.

Parece que también se aseguró de que se diera realce al anfitrión. “Permítame subrayar una vez más que aceptaremos todas las propuestas del rey. En particular, se garantiza que el senador Osterwald, como iniciador de la visita, también será excelentemente situado y reconocido en la invitación del primer ministro”, le indica a la princesa en una carta dirigida a su oficina de Londres el director de Protocolo de Baden-Württemberg, Edmund Kammerer.

“¡Sin Corinna no hay rey!”, coinciden todas las fuentes implicadas en la organización consultadas por este periódico. “Corinna era la persona de contacto entre Daimler y Richemont”, aseguran. “Se sospechaba que era la amante del rey”, continúan, “después de todo, ella era quien intermediaba”.

Inevitable, pues, la intriga. El monarca pidió expresamente que no se hiciera pública ninguna información sobre el programa posterior a su reunión oficial con el primer ministro: “En particular, no debe darse a conocer en este momento el contacto con DaimlerChrysler”.

Un fax anónimo sembró las dudas

El Gobierno de Baden-Württemberg accedió al deseo del rey y anunció en un comunicado de prensa el 16 de enero que el monarca haría una visita privada a Stuttgart a invitación del senador. El rey estaba “dispuesto e interesado”, además de en esa cita, en aprovechar la oportunidad para mantener conversaciones principalmente con representantes de la economía del land. “Por tanto, ha aceptado con gusto la invitación del primer ministro a una recepción seguida de un almuerzo en el Neues Schloss [el Castillo Nuevo, sede del Gobierno de Baden-Württemberg]”, explicaba la nota a los medios.

Pero nada más difundirse el comunicado de prensa, llegó a la oficina del primer ministro Oettinger un fax anónimo que no dejaba a Manfred Osterwald en muy buen lugar. Decía que no podía “hacerse pasar” por arquitecto porque carece de ese título. También relegaba su éxito empresarial al reino de la fantasía. Además, el título de senador, del que afirmaba que le había sido otorgado en 1997 por sus “servicios al bien común”, fue comprado por mediación de un profesor de apellido Werres en la Universidad Ivan-Rilski de Sofía (Bulgaria), según el anónimo acusador.

Inmediatamente el Gobierno del land exigió una “explicación” sobre estas acusaciones al dueño del palacio de Schöckingen. 

“Estoy encantado de volver a Baden-Württemberg”

¿Por qué no se canceló el evento? “Era demasiado tarde”, responden las fuentes, “ya se había difundido el comunicado de prensa sobre la visita del rey. No había vuelta atrás. Estábamos en el filo de la navaja”.

Y el rey llegó. Puntualmente a las 11 horas del 2 de febrero aterrizó el Falcon en el aeropuerto de Stuttgart. Bajo un sol radiante, el primer ministro Oettinger dio la bienvenida al monarca español. Y en la alfombra roja, justo detrás de Juan Carlos I, caminaba Corinna zu Sayn-Wittgenstein junto a un distinguido Manfred Osterwald.

Daimler dispuso ocho limusinas, incluyendo cuatro Maybach, sus berlinas de superlujo, para transportar al invitado y a su séquito desde el aeropuerto de Echterdingen hasta el Castillo Nuevo de Stuttgart para ser recibidos por el primer ministro. Allí el rey entusiasmó a unos 80 invitados al terminar su discurso con una frase en alemán: “Estoy encantado de volver a Baden-Württemberg”.

Antes de sentarse a la mesa de 12 metros de longitud que había preparado Osterwald en su castillo, la comitiva hizo una parada para que Juan Carlos I, gran aficionado al mundo del motor, conociera el Centro de Excelencia de Maybach en Sindelfingen. En el programa de la visita se incluía una prueba de conducción de dos Maybach y un McLaren-Mercedes. El Stuttgarter Zeitung se burló entonces del acto con una cierta condescendencia: “A las nobles limusinas Maybach les viene bien un poco de glamour real. El año pasado sólo se vendieron en todo el mundo 300 de estos vehículos, cuyos precios no bajan de 370.000 euros”.

Sin Merkel pero con los mayores empresarios alemanes y un jeque saudí

La canciller Merkel no se presentó. En cambio, la figura de Su Majestad sí atrajo a casi 30 invitados cuidadosamente seleccionados del Gotha [el almanaque que funcionaba como un directorio de las casas reales y la aristocracia europeas] de los negocios.

A la derecha del rey, el consejero delegado de Daimler, Dieter Zetsche; a su izquierda, Corinna zu Sayn-Wittgenstein. El presidente de Thyssenkrupp, Ekkehard Schulz; el vicepresidente de Deutsche Telekom, Karl-Gerhard Eick, o el director ejecutivo de Bosch, Tilman Todenhöfer asistieron también. Al consejero delegado de la energética E.ON, Wulf Bernotat, se le pudo ver conversando con la elegante Shahpari Zanganeh, tercera esposa de Adnan Khashoggi, el saudí que durante años ocupó titulares como traficante de armas y habitual de la jet set marbellí.

La iraní Zanganeh llegó acompañada del jeque Amr Al Dabbagh, gobernador de la Autoridad General de Inversiones de Arabia Saudí (Sagia). Unos días antes, el 28 de enero, Zanganeh había organizado un almuerzo para Osterwald y Al Dabbagh en Saint Moritz, uno de los enclaves turísticos más exclusivos de Suiza y del mundo. En el fax enviado a Osterwald para confirmar la cita, la iraní añadía un artículo de la revista Arabian Business titulado El hombre del dinero, para que el alemán se “familiarizara con las aptitudes y los logros de Su Excelencia”. Al Dabbagh fue uno de los altos mandatarios saudíes que fueron detenidos en noviembre de 2017 por orden del príncipe heredero, Mohamed Bin Salman en lo que se anunció como una operación anticorrupción. Confinados en el Hotel Ritz-Carlton de Riad, buena parte de ellos, incluido el gobernador de Sagia, fueron puestos en libertad en enero de 2018.

¿Alguien condujo a Al Dabbagh hasta Manfred Osterwald? En un fax de fecha 31 de enero dirigido al secretario de Estado de la Cancillería de Baden-Württemberg, Osterwald se ofrecía a actuar como mediador entre el land y el jefe de la Sagialand para crear “un consorcio alemán”. Un proyecto de cooperación con Arabia Saudí para el que constituiría “una ventaja”, apuntaba el dueño de Schöckingen, establecer “un vínculo político”. El Gobierno de Baden-Württemberg no estaba interesado, pero Juan Carlos I, la princesa Corinna y Shahpari Zanganeh volaron a Riad el 8 de abril, acompañados por ministros y empresarios españoles para, a través de Sagia, tomar posiciones como consorcio español en los proyectos multimillonarios del país del desierto.

El caso es que sólo un mes después volvieron a encontrarse todos ellos de nuevo. En un evento simultáneo a los Premios Laureus en Barcelona, Dieter Zetsche entregó al rey en el Circuit de Barcelona-Catalunya las llaves de un Maybach 57S Cote d'AzurCote d'Azur con accesorios de madera de raíz y adornos de plata. La idea era que el monarca probara esta joya del motor durante una temporada. El acto fue público, con numerosos invitados. Entre ellos,  Zanganeh y Al Dabbagh, ambos enfundados en los monos plateados del equipo de carreras de Daimler. Y Corinna, con una gorra deportiva azul de Laureus, al lado del rey.

Condenado por desviar fondos para organizar la cena

Cuatro años después, en un juzgado de Luisburgo se deliberaba sobre el interés de Daimler en el rey. Manfred Osterwald fue demandado por un antiguo socio, que le acusaba de haber malversado 250.000 euros donados por el fabricante alemán a la Fundación para el Diálogo Intercultural. Según publicó entonces la prensa de Stuttgart, la policía declaró en el juicio que Daimler en ese momento buscaba una fundación con la que coorganizar unos Premios Maybach. Y Osterwald, añadió el investigador, se ofreció entonces a cooperar como “amigo del rey”. Daimler quería interesar al rey, como reconocido entusiasta del motor, en la marca Maybach. El desagradable incidente judicial se resolvió con una multa de 10.000 euros para Manfred Osterwald.

Tras la sentencia, nadie quería acordarse de la cena de gala en Schöckingen. Corinna encargó a un abogado que comprara todas las fotos en las que aparecía junto a Osterwald. “No tenemos constancia de esa amistad [de Juan Carlos I con el alemán] ni de que se vean con regularidad”, respondió la Casa del Rey cuando fue preguntada por el evento en noviembre de 2013.

Podemos habla de "trama real" y no ve razones para seguir vetando la comisión de investigación sobre la monarquía

Podemos habla de "trama real" y no ve razones para seguir vetando la comisión de investigación sobre la monarquía

Mucho más serias son las investigaciones en curso contra el rey emérito y su examante en Suiza por blanqueo dinero y evasión fiscal. Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que ya no puede adornarse con el título de princesa y ahora es sólo Corinna Larsen, se enfrenta a una condena de hasta cinco años de prisión.

En el foco de la Justicia están los 100 millones de dólares que supuestamente Arabia Saudí pagó a Juan Carlos I. Corinna aseguró al excomisario José Manuel Villarejo en Londres que se trataba de un soborno por la adjudicación al consorcio español del AVE a La Meca. El fiscal suizo Yves Bertossa investiga por qué el rey transfirió 64,8 millones de euros del banco suizo Mirabaud a una cuenta de Corinna Larsen en las islas Bahamas. En julio de 2019, el fiscal anticorrupción español Luis Pastor interrogó a Shahpari Zanganeh sobre su papel en la adjudicación del contrato [Esta información ha sido modificada a petición de la consultora iraní para rectificar que fue ante el ministerio público español y no ante el suizo donde declaró].

Preguntada por el fiscal Bertossa sobre esa transferencia, la exprincesa respondió que los millones eran un “regalo de amor” del emérito. O un argumento apropiado para evitar una condena por blanqueo de dinero. Poco después, el 3 de agosto, Juan Carlos I abandonó España en dirección a Abu Dabi.

Más sobre este tema
stats