Izquierda abertzale

EH Bildu celebra la foto con Sánchez como un "hito" en su apuesta por lo social para borrar la sombra de ETA

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saluda a los portavoces de EH Bildu Mertxe Aizpurua y Gorka Elejabarrieta, junto al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán

Euskal Herria Bildu —EH Bildu, que en español significa “Reunir al Pueblo Vasco"— es la formación que desde hace más de una década representa a la izquierda abertzale en las instituciones. Este viernes dos de sus dirigentes, la portavoz en el Congreso Mertxe Aizpurua y su homólogo en el Senado Gorka Elejabarrieta, han sido los protagonistas de una fotografía inédita en democracia al reunirse por primera vez con un presidente de Gobierno, Pedro Sánchez. Un "hito", según lo definió la formación abertzale, que a la vez ha encendido los ánimos de la derecha.

Acompañado por el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, el presidente del Gobierno en funciones les ha recibido en el marco de sus reuniones con los grupos parlamentarios —una ronda en la que ha excluido a Vox— para lograr su investidura. Un gesto que desde EH Bildu han agradecido y que contrasta con la frialdad con la que el PSOE recibió a los representantes de Bildu la pasada legislatura. Las caras largas de la entonces portavoz socialista, Adriana Lastra, y del diputado Rafael Simancas, eran la prueba del recelo de las filas socialistas a considerarlos socios del Ejecutivo.

Lo cierto es que ni EH Bildu ni ERC apoyaron la investidura de Sánchez en 2020, sino que la facilitaron con su abstención. Pero a medida que avanzaba la legislatura los cinco votos de los diputados vascos se volvieron imprescindibles en muchas votaciones, incluidos los Presupuestos Generales del Estado (PGE). A Ferraz le costó tanto asumir ese nuevo rol de la izquierda abertzale que Sánchez tuvo que enviar carta a la militancia socialista para defender la necesidad de sacar adelante los PGE de 2021 con "el mayor respaldo posible".

Por su parte, el coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi, también convocó una asamblea general para que la militancia decidiera si daban su apoyo o no a las cuentas públicas. Ambas formaciones buscaban validar ante los suyos su estrategia: el PSOE habilitando a Bildu como un interlocutor más del arco parlamentario y los abertzales asumiendo su rol como partido útil en Madrid poniendo el acento en la agenda de izquierdas con propuestas de hondo contenido social.

A lo largo de la pasada legislatura las demandas soberanistas apenas afloraron en las intervenciones de los diputados de EH Bildu en el Congreso. Comparados con la CUP, con el BNG o incluso con Esquerra Republicana, la izquierda abertzale mantuvo un perfil bajo, tanto en sus discursos como en sus iniciativas y muchas de las contrapartidas pactadas con el Ejecutivo se materializaban en políticas para el conjunto del Estado, como por ejemplo sucedió con la ley de memoria democrática tras acordar con el Gobierno que se reconocieran a las víctimas de violaciones de Derechos Humanos hasta 1983.

La formación vasca también fue clave para salvar la votación del fondo público de pensiones promovido por el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, una de las medidas clave que el Ejecutivo comprometió a Bruselas a cambio de los fondos europeos. Salvó la votación a cambio de incrementar las pensiones no contributivas un 15%. Sus votos también fueron imprescindibles para aprobar el decreto ley de medidas urgentes para afrontar las consecuencias económicas y sociales de la invasión de Ucrania.

Los orígenes de EH Bildu

Los inicios de EH Bildu como formación datan del 2012, cuando la banda terrorista ETA, forzada por un aislamiento social cada vez mayor y por una presión policial muy efectiva, ya había anunciado el abandono definitivo de la violencia. Nació como una coalición de cuatro partidos a los que —siguiendo un modelo muy habitual en la izquierda— se sumaron candidatos independientes. Esos partidos eran Sortu, Eusko Alkartasuna, Alternatiba, y Aralar y de ellos sólo el primero representa una línea de continuidad con la antigua Batasuna.

Sortu es la formación mayoritaria y la referencia directa de la tradición política afín a ETA. Nació en febrero de 2011 rechazando el uso de la violencia, lo que en aquel momento marcaba una distancia inédita con las formaciones precedentes de la izquierda abertzale. Es el partido de Arnaldo Otegi, el actual líder de la coalición. Los estatutos de Sortu afirman que "desarrollará su actividad desde el rechazo de la violencia como instrumento de acción política o método para el logro de objetivos políticos", lo que incluye "abiertamente y sin ambages, a la organización ETA".

Los otros tres partidos que dieron pie a la creación de EH Bildu tienen un historial incontestable de rechazo a la organización terrorista. El primero y más antiguo es Eusko Alkartasuna, una escisión socialdemócrata del PNV que en 1986 lideró el exlehendakari Carlos Garaikoetxea y que desde hace varios años vive una grave crisis interna. El segundo es Aralar (2001), la primera expresión política de la izquierda independentista vasca en desmarcarse expresamente de ETA. El tercero es Alternatiba, una escisión de Ezker Batua-Berdeak (la marca vasca de Izquierda Unida) encabezada en 2009 por Oskar Matute, uno de los seis diputados que EH Bildu tiene en la actualidad en el Congreso.

Esta compleja amalgama explica, en parte, que algunos diputados de la coalición vasca, como Matute o Jon Iñarritu, sí hayan condenado expresamente la violencia de ETA. Y que otros, como Mertxe Aizpurua, condenada hace 37 años por apología del terrorismo desde las páginas del semanario Punto y Hora, se hayan limitado a rechazar todas las violencias.

Resistencias para condenar expresamente a ETA

En estos años la coalición vasca ha hecho tímidos avances para la reparación de las víctimas de ETA. Acudió al homenaje a Ernest Lluch, asesinado por la banda terrorista, al igual que a algunos eventos en el Congreso y en Euskadi de reconocimiento. En 2015, su versión navarra llegó a formar un documento en el que afirmaba su "rechazo o condena de cualquier tipo de expresión de violencia que se produzca, incluida la de ETA", Es, hasta la fecha, la única ocasión en la que EH Bildu ha condenado la actividad de ETA.

En 2021, Otegi dio un paso más con la Declaración del Dieciocho de Octubre, en la que mencionó por primera vez de forma expresa a las víctimas de ETA. “Queremos trasladarles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido. Sentimos su dolor, y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido, a nadie puede satisfacer que todo aquello sucediera, ni que se hubiera prolongado tanto en el tiempo”, aseguró.

Rechazo sí, pero no "condena", que es lo que exigen las víctimas y una gran parte del arco parlamentario. En vez de eso, el líder de EH Bildu se limitó a lamentar que "el pasado no tiene remedio. Nada de lo que digamos puede deshacer el daño causado". No obstante, añadió, "estamos convencidos de que es posible al menos aliviar [ese daño] desde el respeto, la consideración y la memoria. Queremos decirles [a las víctimas] de corazón que sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades. Siempre nos encontrarán dispuestos a ello".

La presencia en las listas de la formación abertzale de más de cuatro decenas de antiguos integrantes de la banda terrorista, siete de ellos condenados por delitos de sangre, se convirtió en el principal tema de discusión durante la campaña. Finalmente la coalición dio un paso atrás y lo sacó de las listas, lo que, evidenció, de nuevo su incomodidad con esta cuestión, como también ocurre con los ongi etorri, los actos de recibimiento públicos a etarras que vuelven a casa tras cumplir sus sentencias de prisión.

La resistencia de EH Bildu a hacer una condena explícita de los atentados de ETA es la frontera que la izquierda abertzale se resiste a traspasar.

Criticas de la derecha a la foto con Sánchez, la imagen "de la indignidad"

Aunque ETA dejó de matar hace doce años y se disolvió hace más de cinco, la derecha sigue equiparando a la formación abertzale con la banda terrorista. Así lo hizo el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante su reciente debate de investidura, en el que afirmó Bildu es el heredero político de ETA e incluso que sus diputados en el Congreso son miembros de propia banda terrorista, cuyo "jefe" es José Antonio Urrutikoetxea —conocido como Josu Ternera—. "¿A cuántos trabajadores se cargaron?", señaló.

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Bildu es un partido legal —el Tribunal Constitucional así lo estableció en 2012—pero los partidos de la derecha les niegan la condición de interlocutores válidos. Si antes el razonamiento era que apoyaban a ETA cuando la organización terrorista existía, ahora —una vez que ha desaparecido— el argumento es que no condenan lo crímenes que cometió, pese a que una de las principales reivindicaciones cuando la banda terrorista mataba, repetida de derecha a izquierda, se basaba en convencer a la izquierda abertzale de que podía defender sus ideas pacíficamente.

Tras la fotografía con Sánchez, los dirigentes del PP y Vox han llegado a afirmar que Sánchez ha caído en lo "más bajo de la “política española” y representa la imagen "de la indignidad", en palabras de la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra. Su jefe de filas, Feijóo, también ha reaccionado a la fotografía pidiendo establecer un cordón sanitario contra los abertzales, como ya hizo en su investidura:"Ningún presidente debería hablar con quienes se niegan a colaborar para esclarecer los crímenes del terrorismo. Como dije en la investidura, con Bildu no hay nada que pactar", publicó en sus redes.

Por su parte, el líder de Vox, Santiago Abascal, ha vuelto a pedir la ilegalización de la formación: "Condenada por hacer apología del terrorismo, amiga de etarras y editora de la propaganda de ETA. Hoy es socia del autócrata Sánchez. Él es culpable, pero hay otros responsables: quienes votaron no a la ilegalización de Bildu cuando Vox lo propuso en el Congreso", ha publicado el ultraderechista a través de X, antes Twitter. Una petición, la de la ilegalización, a la que los tribunales ya han dado portazo en varias ocasiones.

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