Entrevista

Javier del Pino: “Hemos tenido mucha suerte. Podría haber sido una masacre"

El periodista Javier del Pino.

Javier del Pino pasó 15 años en Washington DC, donde ha visto pasar las presidencias de Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. Desde que dejó la corresponsalía del diario El País dirige A vivir que son dos días en la Cadena Ser. Pero acaba de asistir de nuevo en el distrito capital al final del mandato de Donald Trump, atento al “bochorno”, dice, de muchos republicanos por el asalto al Capitolio que ha dejado estupefacto a medio mundo, y confesándose “pesimista” sobre el futuro del populismo. “Está aquí para quedarse: los grupos de militares españoles que dicen barbaridades en Whatsapp no están muy lejos de los que ayer entraron en el Capitolio preguntando a gritos ‘¿dónde están?”.

PREGUNTA: ¿Qué posibilidades hay ahora de poner en marcha un impeachment contra Donald Trump, como ya han pedido algunos demócratas, o de aplicar la enmienda 25ª [que establece el procedimiento para inhabilitar al presidente]?impeachment

RESPUESTA: Matemáticamente el impeachment es imposible y no hay tiempo por mucha prisa que quieran darse [el traspaso de poderes debe celebrarse el próximo día 20]. La enmienda 25ª es un procedimiento muy complejo que nunca ha sido aplicado antes. De hecho, algunos constitucionalistas aseguran que incluso sería necesario aprobar una ley para ponerla en marcha. Pero, si se hiciera, Trump debería quedar inhabilitado con carácter retroactivo y futuro, para que no pueda presentarse dentro de cuatro años. Políticamente, al Partido Republicano le vendría de maravilla.

P:¿Por qué?

R: El Partido Republicano está secuestrado por Trump, que va a seguir atribuyéndose los 71 millones de votos que consiguió en noviembre. O peor aún, Trump puede formar su propio partido y los republicanos no volverán a ganar unas elecciones. Así que lo mejor para ellos es que Trump no vuelva a presentarse. Y, por lo que se puede leer entre líneas de su último comunicado, parece que está dispuesto a repetir.

P: ¿En qué posición se queda ahora el Partido Republicano, el partido de la ley y el orden, después del asalto al Capitolio?

R: Los republicanos tienen un problema: Trump. Y si Trump no encuentra un juguete mejor que la política con el que entretenerse, los republicanos lo van a tener muy mal. Dicen que quiere montar una cadena de televisión… pero dentro de cuatro años tendrá casi 80. Los republicanos siempre le han apoyado con la nariz tapada, y el bochorno que deben de sentir muchos de los que le han apoyado estos cuatro años tiene que ser de tal calibre que por fin dejarán de hacerlo. Lo malo es que la decisión de volver dentro de cuatro años sólo depende de él. El partido puede expulsarlo o vetarlo, pero eso también sería dar carnaza, alimento para sus bases. Es un secuestro político en toda regla.

P: ¿Y puede exigírsele alguna responsabilidad legal por haber instigado el asalto?

R: Habría que analizar el discurso que dio antes de los altercados para saber si hubo incitación a la violencia, lo que seguramente desembocaría en una batalla legal casi semántica. Además, si él intuye que algo así puede pasar, tiene la facultad de concederse a sí mismo un perdón y blindarse. Veo poco probable que Trump termine en el banquillo por esto.

P: Puede blindarse y puede aún tomar todo tipo de medidas en los próximos 13 días. Ya en el tiempo de descuento ha concedido indultos a antiguos colaboradores suyos y firmado sentencias de muerte, planeó atacar Irán, ha destituido al secretario de Defensa y reconocido la soberanía de Marruecos en el Sáhara Occidental, en contra del Derecho Internacional. ¿El asalto al Capitolio elimina o eleva el riesgo de que siga adoptando decisiones desesperadas antes del día 20?

R: Estamos ante un psicópata y es muy difícil anticipar lo que puede hacer. Aunque, si quiere volver a presentarse dentro de cuatro años, tampoco puede quemar todas las naves. Pero es peligroso porque es un tipo enrabietado, al que han quitado su juguete favorito, Twitter, y puede resultar imprevisible. Es una cuestión más de psicólogos que de periodistas.

P: ¿Es cierto que la policía permitió pasar a los asaltantes? En las imágenes no se ve a los agentes tan expeditivos como lo han sido en otras manifestaciones. Además, el dispositivo de seguridad en el Capitolio parecía muy pequeño para unas manifestaciones que llevaban semanas organizándose en las redes sociales. ¿Pudo ser premeditado lo que primero pudo parecer inacción, aunque luego mataran de un tiro casi a bocajarro a una de las asaltantes?

R: Paradójicamente, la mujer era una veterana de guerra que sobrevivió en Irak y Afganistán pero que ha caído muerta en el Capitolio. Comparado con el comportamiento violento al que está acostumbrada la Policía en Estados Unidos, determinados agentes parecen haber sido benévolos, o bien puede que se vieran desbordados, que es la teoría que yo me quiero creer: ante la turba que se les venía encima, se apartaron. Pero al mismo tiempo habrá que saber también quiénes son estos individuos que aparecen en las imágenes, porque está claro que no son activistas políticos ni los republicanos típicos, sino más bien miembros de las milicias que llevan muchos años funcionando en el país.

P: El asalto se produce cuando Estados Unidos está en el peor momento de la pandemia, con más de 3.600 muertos diarios. ¿La intentona de Washington se va a quedar en un episodio aislado o puede terminar generando una crisis institucional, social y política?

R: Nadie imagina que el asalto pueda desembocar en una guerra civil. No hay posibilidad alguna de que suceda algo así. Todos hemos podido ver que había algunos asaltantes vestidos de Juegos de Tronos y con cuernos de bisonte. Esto ha sido un altercado y la máquina de la democracia sigue funcionando. Aunque tampoco conviene banalizarlo. Hemos tenido mucha suerte, porque los que estaban allí son de los que abrillantan sus armas al levantarse y no salen de casa sin varios cargadores. Podría haber sido una masacre. Algunos entraron en el edificio al grito de “¿dónde están?”, imagino que refiriéndose a los demócratas. Pero hay que contextualizarlo y las imágenes lo hacen por sí mismas.

P: Los analistas interpretaron la derrota electoral de Trump como la primera señal de un posible declive del populismo. ¿Lo confirma el ataque o, por el contrario, va a dar nuevas alas a estos movimientos en otros países del mundo, incluida España?

R: Nos va a pasar a nosotros también, sólo que un poco más lento. También decíamos hace tres años que España era el único país de Europa libre de la ultraderecha y ahora Vox tiene 52 diputados. Estos sucesos son producto de la repetición de determinados mensajes. Y yo soy pesimista. Los populistas están aquí para quedarse. En España tenemos grupos de militares que sueltan un montón de barbaridades en Whatsapp y que no están muy lejos de los que irrumpieron en las cámaras. Además, el populismo utiliza una herramienta muy hábil: un líder miente, unos pocos de los suyos se creen la mentira y luego el líder dice: ‘Es que mira lo que dice la gente’. El populismo no es un problema de la gente, sino de los líderes.

P: En España, las imágenes de los senadores agachados en los escaños y de los trumpistas en la Cámara han recordado inmediatamente a las de Tejero el 23-F en el Congreso de los Diputados. Otros las han equiparado a las manifestaciones de Rodea el Congreso o a la noche del 20 de septiembre de 2017 en Barcelona.Rodea el Congreso

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R: Esto ha sido un pequeño intento de golpe de Estado, porque querían revertir el resultado electoral. El 23F fue uno grande. Ambos tienen en común que todos sus protagonistas son unos auténticos zoquetes que no se preocuparon siquiera de planificar el día después. ¿No pensaron que el Capitolio está lleno de cámaras, que los van a localizar en cuestión de horas y que van a terminar 25 años en la cárcel? Lo mismo ocurrió el 23F: ni sabían con qué apoyos contaban ni cómo iban a salvar España. Todos los golpes, por su propia naturaleza, son muy bananeros. Los cambios políticos bien hechos llegan con revoluciones en la calle, no así. Por lo que se refiere a Rodea el Congreso, era una manifestación, no traspasó ningún límite y estaba autorizada por la Delegación del Gobierno. Esas comparaciones son malévolas. Lo ocurrido en Washington ha sido el allanamiento de un edificio público. Y en Cataluña no se han quemado edificios ni se ha pedido que se contaran votos.

P: ¿El ataque al Congreso va a quedar entonces como una prueba de la fortaleza del sistema democrático de EEUU? ¿No necesita una reforma, una actualización, un reforzamiento, visto lo ocurrido en las elecciones y después?

R: Fractura política hay, no de ahora sino desde el inicio mismo de la presidencia de Barack Obama. Y el clima de crispación existe tanto en Estados Unidos como en España. Cierto que el sistema electoral estadounidense es complejo y pintoresco, pero tiene problemas mayores. Como los grupos sociales a los que no se facilita el ejercicio del voto, por ejemplo. Los políticos sólo hacen campaña donde pueden pescar los votos más rentables, de forma que no vale lo mismo la papeleta de un trabajador de Ohio que la de un afroamericano de un suburbio en Pensilvania. Está claro que la logística del sistema necesita reformas, pero el sistema funciona. Y es lo que ha pasado esta pasada madrugada: han atacado el Capitolio, pero se han certificado los votos y se ha confirmado al presidente.

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