El futuro de la izquierda

El PSOE se resigna a acudir a las elecciones sin haber conseguido cerrar la división interna

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en una rueda de prensa en la sede federal del partido.

Fernando Varela

Diez meses después de las elecciones primarias en las que Pedro Sánchez reconquistó el liderazgo del PSOE, la división interna entre quienes respaldaron al secretario general y los que dieron su apoyo a Susana Díaz se ha cronificado. Voces autorizadas de ambas partes reconocen a infoLibre que las diferencias siguen tan irreconciliables como el primer día.

El desencuentro se hará visible por primera vez desde las primarias en la Escuela del Buen Gobierno que empieza este jueves en Madrid. La Ejecutiva había organizado cuatro días de coloquios, conferencias y debates con la participación de los dirigentes mas críticos con Sánchez —Susana Díaz, Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba, Ximo Puig, Javier Lambán, Emiliano García-Page— y el objetivo declarado de escenificar la paz interna. Pero de la foto unitaria diseñada por el sanchismo se han ido cayendo, con diferentes excusas, casi todos los que mantienen discrepancias con el secretario general. A la hora de redactar esta información Díaz seguía sin confirmar si acudirá a Madrid o seguirá el ejemplo de quienes la respaldaron en las primarias y ya se han borrado de la convocatoria —el resto de los citados—.

El plantón es tan significativo como demoledor: lo que iba a ser una celebración de la unidad se ha convertido en una demostración de que las heridas siguen abiertas.

Un dirigente que apoyó la candidatura de Díaz resume la posición de los sectores enfrentados: “Tú no puedes tratar de querer sumar y luego ir decapitando a la gente”, reprocha a la dirección sanchista. Pero tampoco “quien pierde puede atrincherarse” y dedicarse exclusivamente a esperar el momento de devolver el golpe pensando que “ya se estrellarán solos”.

En este momento “parece que los más resentidos son los que han ganado, cuando tendrían que ser los primeros interesados en pasar página. Difícilmente ganaremos [las elecciones] fuera si no somos capaces de sumar dentro”, lamenta.

Nada organizado

Lo que parece claro es que el plantón a Sánchez que ha devuelto la visibilidad a los críticos no es fruto de una decisión coordinada. “No hay nada organizado”, señala otra representante del sector crítico. “Todo el mundo habla con todo el mundo pero nadie hace nada”.

En el hartazgo, reconoce, ha jugado un papel importante el malestar que ha provocado entre los contrarios a Sánchez el trato dado a Elena Valenciano, que no obtuvo el apoyo que pedía para aspirar a la dirección del grupo socialista en el Parlamento Europeo. Pero no por ella, sino porque lo interpretan como una demostración de que el secretario general está dispuesto a cualquier cosa con tal del seguir perjudicando a quienes considera sus adversarios internos. “Es un mensaje destructivo”: ¿Cómo pueden esperar que Rubalcaba acuda a la Escuela de Buen Gobierno si le hacen eso a Valenciano, que no sólo fue una de sus colaboradoras más estrechas sino que sigue formando parte de su círculo más intimo de amistades?, se preguntan las mismas fuentes.

La posición de los críticos, con todo, tampoco es homogénea. Una parte de quienes apoyaron a Susana Díaz, aunque no estén de acuerdo con la estrategia interna y externa de Sánchez, creen que hay que apoyar “sí o sí” a la dirección que ganó las primarias. “Hay que contribuir a que esto salga adelante”, sostienen. Entre ellos se cuentan personalidades del PSOE como José Luis Rodríguez Zapatero o José Blanco, que sí han confirmado su asistencia a la Escuela de Buen Gobierno.

Otro sector, sin embargo, sigue instalado en la batalla interna porque aún se siente maltratado. Aquí los nombres más destacados son Díaz, González y Rubalcaba. El equipo más próximo a Sánchez, acusan, “mantiene desde el día de las primarias la política de ‘a estos ni agua’. Quieren empezar el partido desde cero” y no tienen el menor interés en tender puentes.

Culpan a Sánchez, sobre todo, pero también a determinados miembros de su equipo, como la vicesecretaria Adriana Lastra; el jefe de gabinete de Sánchez, Juan Manuel Serrano; el secretario de Coordinación Territorial, Santos Cerdán; el portavoz Óscar Puente o el secretario de Programas, Javier izquierdo. Solo salvan al secretario de Organización, José Luis Ábalos, porque aunque participa de la estrategia de la Ejecutiva ha demostrado tener, aseguran, un talante mucho menos agresivo que sus compañeros de dirección.

El “sectarismo” de la actual dirección, relatan, comenzó en agosto con la confección de la Ejecutiva. Sin atisbo de integración, humillando a Susana Díaz, y diseñando un Comité Federal “a medida”. Y ha culminado con “un reglamento que parece confeccionado por Maduro”, el presidente de Venezuela, porque blinda a Sánchez aunque después de las elecciones “se quede en 20 diputados”.

Una “política de bandazos”

A la cronificación de las diferencias internas ha contribuido la batalla orgánica, pero también las discrepancias políticas. No se puede anunciar un día que el objetivo es llegar a “diez acuerdos de país” y levantarse del primero que estás negociando, critican en referencia a la salida del PSOE de la subcomisión del Congreso que desde hace meses explora la posibilidad de diseñar un modelo educativo que sirva a todos los partidos. Si haces eso “pierdes credibilidad”.

"Tampoco puedes exigir a Rajoy que presente los Presupuestos y, sin esperar a que no lo haga, reclamar que se someta a una moción de confianza. Ni pedir un día la reprobación de Soraya Sáenz de Santamaría por la represión policial del 1 de octubre e inmediatamente apoyar el 155", indican los críticos.

Sánchez, señalan esas fuentes, tiene “un problema de estrategia: no es capaz de taponar” la fuga de votos hacia Ciudadanos. “Como se consolide la idea de que el cambio político es Ciudadanos, lo pasaremos mal”, advierten.“Y se está consolidando”.

No hay cintura tampoco, sostienen, para adaptar la estrategia en temas cruciales, como la prisión permanente revisable. No basta “con tener razón”: hay que evitar entrar en un debate que “ha calado mucho” entre los ciudadanos. “Tienes que romper el tablero” y, si es necesario, “esperar a que se pronuncie el Tribunal Constitucional”. La de Sánchez, concluyen sus críticos, es una “política de bandazos”.

Malestar en la dirección

El plantón en la Escuela de Buen Gobierno no ha sentado nada bien en la dirección del partido al desbaratar su escenificación de la unidad y convertirla en un escaparate del disenso. Lo han interpretado como “una encerrona” y no entienden que se anteponga la discrepancia a las prioridades del partido. Los presidentes autonómicos más críticos también “necesitan que el PSOE esté fuerte: hay un objetivo superior que está fuera de los personalismos y que es gobernar para hacer políticas”, para “cambiar la vida de la gente. Están tirando piedras contra su propio tejado”, reprochan desde Ferraz a los dirigentes que no ocuparán sus asientos en la Escuela.

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No obstante, y a pesar del malestar, aseguran que “no queda otra más que tirar para delante”, porque los cuadros intermedios del PSOE, “los que no están en estas batallas, están hasta el gorro”.

La Escuela comenzará en la tarde del jueves y durante cuatro días —demasiado tiempo, a la vista de que los críticos han dinamitado el encuentro, según miembros de la dirección— servirá para debatir sobre encuestas, estrategias políticas, asistir a clases magistrales, talleres, conferencias y diálogos abiertos a la sociedad civil con la participación de organizaciones no gubernamentales y fundaciones del ámbito social. En ellas participarán además académicos y universitarios a los que el PSOE quería atraer en busca de talento con el que reforzar su capacidad de diseñar la oferta política con la que pretenden acudir a las elecciones de los dos próximos años.

Sánchez se ha equivocado anunciando a bombo y platillo que la Escuela que comienza este jueves iba a servir para escenificar la unidad, concluyen la mayoría de fuentes consultadas por infoLibre. No sólo porque “ha puesto el foco en algo que después no se va a dar” sino, sobre todo, porque tener la “necesidad de decirlo” es en sí misma una demostración “de debilidad”.

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