Sánchez descarta unas elecciones que pillen a contrapié a una derecha revuelta y evita cebarse con Casado

Tras la intervención de despedida de Pablo Casado en el Congreso, Pedro Sánchez ondeó la bandera blanca en el último cara a cara con el aún líder de la oposición: “Desde la discrepancia política, señoría, le deseo en lo personal lo mejor”, le dijo tras la primera intervención de Casado.
En una sesión de control con muchos menos decibelios que de costumbre y marcada por la implosión del segundo grupo de la cámara, el presidente del Gobierno respondió a las palabras de Casado asegurando que en lo que está su Ejecutivo no es en otra cosa que en “superar la emergencia sanitaria del covid-19, ensanchar libertades y derechos, consolidar la recuperación económica y aprovechar los fondos europeos”.
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Sin querer hacer sangre en ningún momento con la delicadísima situación que atraviesa el PP, sí aprovechó Sánchez para recordar en la despedida de Casado que “en estos dos años la oposición se ha instalado en la descalificación constante, negando incluso un principio democrático esencial, como es la legitimidad misma de este Gobierno”.
Quiso el presidente, además, espantar cualquier fantasma de adelanto electoral: “España necesita estabilidad y recuperación económica. Por eso, les anuncio que el Gobierno no va a adelantar elecciones generales ni va a disolver de manera anticipada las Cortes Generales”. Sin elevar el tono ni entrar en el cuerpo a cuerpo con Casado, Sánchez se refirió al PP para asegurar que “por mucho que ustedes se empeñen en lo contrario, este es un gobierno con sentido de estado.
“Las elecciones se convocarán cuando correspondan, los partidos aquí presentes competiremos legítimamente para ganar esas elecciones y competiremos en base a nuestros méritos, no en base a las debilidades de nuestros adversarios”, concluyó. Tras finalizar la intervención del presidente, Pablo Casado abandonó el hemiciclo. Sánchez, como cada miércoles, permaneció en su escaño durante las intervenciones de sus vicepresidentas. Enfrente ya tenía el sillón vacío de su, hasta ahora, principal adversario político.