Ava Gardner ante Belzebú

Retrato de la actriz en una escena de 'La maja desnuda', un film de Henry Koster de 1958. La película fue rodada en Italia con Goya como trasfondo y Tony Franciosa como compañero de cartel.

Belcebú: Mujer libre, inteligente y hedonista, pareces reunir, Ana Lavinia, todos los requisitos para residir aquí por el resto de la eternidad. De hecho, San Pedro acaba de rechazar tu ingreso en ese lugar tan soso llamado el Cielo con un mero vistazo a tu expediente. Pero permíteme que verifique contigo unas cuantas cosas. Aquí tampoco aceptamos a cualquiera.

Ava Gardner: Adelante, pregunta lo que necesites. -Se ahueca graciosamente el cabello con la mano derecha y añade-: Puedo tutearte, ¿no? -Belcebú asiente con una sonrisa y ella remata-: Si todos los hombres son aquí tan guapos como tú, creo que me voy a divertir.

Belcebú: Empecemos, pues. Naciste hace 67 años, en una aldea tabaquera de Carolina del Norte. Concretamente, un 24 de diciembre, día de Nochebuena. Esto te hizo una gran fumadora desde casi niña, pero no una ferviente cristiana. ¿Cómo lo explicas?

Ava Gardner: Bueno, siempre le he tenido manía a Jesucristo: él recibía muchísimos más regalos que yo en la noche de nuestro cumpleaños. Pero sobre todo lo que me convirtió en religiosamente descreída fue que mi padre murió cuando yo apenas tenía 13 años. Sufrió mucho y tuvo mucho miedo durante su enfermedad, y yo le rezaba constantemente a Dios para que se apiadara de nosotros. Pero no lo hizo y desde entonces pasé de él y de sus cosas.

Belcebú: Mujer lista, en verdad. Y tienen razón, muy guapa. Delgada como una caña de bambú, pero con curvas peligrosas; el cabello oscuro con tintes rojizos como el Infierno, el rostro exquisitamente almendrado, un coqueto hoyuelo en la barbilla y refulgentes ojos verdes. ¿Te molestaba que los de Hollywood te llamaran “el animal más bello del mundo”?

Ava Gardner: La verdad es que no, los científicos dicen que todos los humanos somos animales. Más sabios que los demás, pero animales. Vosotros, los diablos, ¿qué sois?

Belcebú: Nosotros éramos espíritus puros, como los ángeles, pero nos rebelamos. No queríamos renunciar a las buenas cosas de la vida terrenal, jejeje. Tú tampoco.

Ava Gardner: Yo nací en una familia pobre como las ratas y, de jovencita, era muy aldeana y muy tímida. Pero cuando, poco antes de cumplir los veinte, me reclutó la MGM y empecé a vivir en Hollywood, me solté el pelo. Seguro que lo sabes.

Belcebú: Tres matrimonios, los dos primeros de apenas un año de duración, el tercero, con Frank Sinatra, durante algo más de un lustro. Innumerables amantes: actores, millonarios como Howard Hughes, toreros como Mario Cabré y Luis Miguel Dominguín…

Ava Gardner: Sí, me enamoraba con facilidad y sin sabiduría. Pero, créeme, Sinatra ha sido el gran amor de mi vida. Cuando yo estaba en el extranjero, quizá con algún amante, él me enviaba todos los días un telegrama reiterando lo muchísimo que me quería. Yo también lo adoraba. Era muy bueno en el galanteo y mejor aún la cama. Tenía una polla magnífica. Pero de camino al bidé comenzaban los improperios. Nuestras peleas eran mayúsculas: como las de los gatos. Y, mira, ahora que lo menciono, me está apeteciendo un trago. ¿No tendréis Jack Daniel’s por aquí?

Belcebú: Claro que sí. -El diablo hace un pase de magia y aparecen una botella de esa marca de whisky y dos vasos bajos de vidrio con cubitos de hielo. Le pasa el suyo a la actriz y propone un brindis-: ¡Por Sinatra! Aún sigue en la Tierra, pero, cuando la palme, lo más probable es que te lo encuentres por estos andurriales.

Ava Gardner: ¡Por Frankie! -Da un largo trago a su whisky y pregunta-: Y Hemingway, ¿anda por aquí?

Belcebú: Por supuesto. Los suicidas no van al Cielo.

Ava Gardner: Le debo mucho al viejo Hemingway. Mi primer gran papel en el cine fue en una película basada en un relato suyo: Forajidos, en1946.

Belcebú: La he visto. Estás magnífica en el papel de Kitty Collins, la femme fatale que maneja a su antojo a dos machotes: un boxeador apodado el Sueco y el gánster Big Jim Colfax. Me encanta esa escena en que el gánster te levanta la mano y tú le replicas: “Si me tocas, no llegarás vivo a mañana”. Lo dices con firmeza, pero sin alzar la voz, lo que carga de credibilidad tu amenaza. Lo dices como una mujer dura, no como una mujer asustada. Así que Big Jim emprende una retirada en toda regla ante los ojos abochornados de los miembros de su pandilla. En esa película estás guapísima, elegante, sutil, egoísta y amoral. Eres la única mujer en un rudo mundo de hombres y sobrevives con puño de hierro en guante de seda.

Franco tenía a España agarrada por el cuello, hasta los condones había que comprarlos en El Rastro

Ava Gardner: ¡Gracias por el cumplido, guapetón! Pero no me dieron un Oscar por esa interpretación, ni por ninguna otra. La verdad es que me importa un carajo. Luego hice otras dos películas basadas en historias de Hemingway: Fiesta y Las nieves del Kilimanjaro. No fuimos amantes, pero sí muy buenos amigos.

Belcebú: Corre el rumor de que, una vez, te bañaste desnuda en la piscina de la villa que Hemingway tenía en La Habana, y que él ordenó de inmediato a sus sirvientes que ni se les ocurriera cambiar el agua.

Ava Gardner: Jajaja. Yo no se lo oí decir, pero no me extrañaría. Era un tipo estupendo. Él me descubrió España. Allí fue muy libre y feliz.

Belcebú: En el Infierno también tenemos el don de conocer el futuro, ¿sabes? Ya en el siglo XXI, en España recordarán los años que pasaste allí con un libro llamado Beberse la vida, un documental titulado La noche que no acaba y una serie de televisión bautizada como Arde Madrid. Te recordarán con cariño y admiración, cabe precisar.

Ava Gardner: ¡Cuánto me alegra! España fue mi Shangri-La privado. Allí me liberé del control de los estudios de Hollywood, siempre preocupados por los cotilleos sobre mis amoríos y mis borracheras que contaban en sus columnas Louella Parsons y Hedda Hopper. Me lo pasé en grande en la Costa Brava, en la Mallorca de Robert Graves y, sobre todo, en los doce o trece años en los que viví en Madrid, primero en un chalé de La Moraleja, luego en un ático de la calle Doctor Arce. Iba a las corridas de toros de Las Ventas, a los tablaos flamencos, al bautizo del hijo de Lola Flores… Organizaba fiestas en mi casa que duraban hasta la salida del sol. Me acostaba con hombres guapísimos que enseguida abandonaban mi lecho para contárselo a todo el mundo Jajaja.

Belcebú: Una vez dijiste que eras la actriz de Hollywood que había visto más amaneceres.

Ava Gardner: ¡Sí! Y te voy a confesar una cosa: si tuviera que vivir de nuevo, lo haría de la misma manera.

Belcebú: ¿La que te ha cerrado las puertas del Cielo?

Ava Gardner: Sí, el Infierno no parece un mal lugar. -Contempla su vaso vacío de licor y Belcebú le sirve otra buena porción de Jack Daniel´s-.Allí arriba, ¿qué beben? ¿Agua bendita?

Belcebú: Algo así. Algo incoloro, inodoro e insípido. Aquí, en cambio, tenemos todos los destilados del Romanoff y el Mocambo, el Floridita y el Chicote. Y todos los vinos del Villa Rosa y la Pacheca.

Ava Gardner: ¡Qué bien me lo pasaba en los tablaos! Franco, un militar carcamal, tenía a España agarrada por el cuello. Hasta los condones estaban prohibidos y había que comprarlos en el Rastro pidiendo “una funda para el paraguas”. Jajaja. Pero como Franco necesitaba el dinero y la protección de Estados Unidos, a mí me permitía vivir a mi manera. Mi pasaporte y mi fama eran mi salvoconducto. ¿No te parece mágico que, en La condesa descalza, una de las películas que rodé en España, interpretara a María Vargas, una bailarina de los barrios pobres de Madrid que alcanza la celebridad internacional?

Belcebú: Sí, he leído que te encanta caminar descalza.

Ava Gardner: Es cierto.

Belcebú: ¿Y es cierto que, una vez, en el Corral de Manolo Manzanilla, te subiste a bailar a una mesa, te entraron ganas de orinar y allí mismo lo hiciste subiéndote la falda?

Ava Gardner: No lo recuerdo, jajaja. Pero puede ser, puede ser.

Belcebú: En el expediente que nos ha remitido San Pedro tras rechazar tu ingreso en el Cielo, dice que abortaste voluntariamente tres veces.

Ava Gardner: ¡Caramba! ¡Saben hasta eso! Pues sí, Sinatra ya tenía hijos de anteriores relaciones y yo no quería tenerlos. Nunca he tenido instinto maternal. -Apura su segundo Jacks Daniel´s y añade-: Y no sé si lo pone en el expediente, pero, ya de mayor, me sometí a una histerotomía para extirpar el útero. Mi madre había muerto de un cáncer de matriz.

Mi vecino en Madrid, el general Perón, era un grano en el culo, un argentino pesadísimo

Belcebú: No, eso no lo pone. Pero sí que Sinatra estaba enterado de que le ponías los cuernos con toreros y, una vez, celoso como una fiera, viajó por sorpresa a España para montarte un numerito.

Ava Gardner: Sí, y a mí me encantó, ¿para qué negarlo?

Belcebú: En la calle Doctor Arce, tenías como vecino al general Perón. Tus fiestas le impedían dormir y llamaba cada dos por tres a la Policía.

Ava Gardner: Sí, era un grano en el culo, un argentino pesadísimo.

Belcebú: ¿Por qué terminaste dejando Madrid para instalarte en Londres hacia 1967 o 1968? Eso no lo acabo de entender.

Ava Gardner: Por un asunto de impuestos. Decían que debía un millón de dólares, no sé si a los americanos o a los españoles. Pero, venga, dejémonos de historias tristes, cuéntame tú, ¿a quién voy a encontrar por estos andurriales?

Belcebú: Veo que ya das por hecho que te vamos a admitir. -Ella le envía una sonrisa cálida y cómplice: está segura de que la van admitir-. En fin, creo que vamos a hacerlo. En el Cielo prefieren a las mujeres recatadas y sumisas, pero aquí las preferimos como tú: procaces, irreverentes e indómitas. Jayne Mansfield lleva aquí desde 1967. Y también tenemos, claro, a Mae West. Desde 1980. Como puedes imaginarte, nos encanta su lema: “Cuando soy buena, soy muy buena; pero cuando soy mala, soy mucho mejor”.

Florentino o el aburrimiento

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Ava Gardner: Me hubiera gustado ser yo quien soltara esa frase, jajaja .Pero háblame de hombres. ¿A quién tenéis en el Infierno? Aparte de ti y los demás demonios, quiero decir.

Belcebú: Prefiero que eso lo descubras tú misma. Tienes una eternidad por delante para hacerlo. -Señala con la mirada la botella de whisky de Tennessee-: ¿Nos la terminamos antes de rellenar la ficha de inscripción?

(Esta conversación —evidentemente imaginaria— está basada en hechos y declaraciones reales de la vida de Ava Gardner, de cuyo nacimiento se cumple un siglo en este año 2022).

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