Paren las rotativas

1993: el origen de la 'guerra de los lazos' y el camino hacia el genocidio bosniaco

Portada de 'ABC' del 13 de agosto de 1993.

Daniel López

El 13 de agosto de 1993, las principales cabeceras de la prensa española traían en portada la multitudinaria manifestación por la liberación del empresario vasco Julio Iglesias Zamora, quien había sido secuestrado por ETA hacía seis semanas por negarse a pagar el "impuesto revolucionario". Junto al conflicto terrorista, la noticia destacada del día era el fin de la recesión económica iniciada en 1991, que el Banco de España había anunciado en su informe trimestral con agria ilusión: "No se vislumbra aún el inicio de la recuperación". Mientras tanto, dos mediadores internacionales trataban de poner fin a la Guerra de Bosnia en negociaciones con el genocida y presidente serbio Radovan Karadzic. Este verano, infoLibre repasa la historia española reciente a partir de las portadas de los principales periódicos de la época, un espejo de los temas que llenaban el debate público en las vacaciones de entre 1978 y 2002.

Era la primera vez que las calles estaban repletas de lazos azules. El secuestro del ingeniero y empresario Julio Iglesias Zamora conmocionó a una parte importante de la población vasca y española. Sus compañeros y compañeras de trabajo empezaron a manifestarse cada jueves por su liberación en la capital donostiarra, e incorporaron el distintivo como forma de repulsa de la violencia etarra, lo que acabó convirtiendo el lazo azul en símbolo de la lucha contra el terrorismo de ETA en España.

 

El ingeniero de la empresa tecnológica Ikusi había sido secuestrado por la banda terrorista al negarse a pagar el llamado "impuesto revolucionario", el método de financiación basado en la extorsión que utilizaba la organización armada. Iglesias Zamora fue transportado a una nave industrial de Arrasate, la misma donde sería aprisionado José Antonio Ortega Lara tres años más tarde, e introducido en un zulo excavado en el suelo, bajo una máquina de tres toneladas. La manifestación del jueves 12 de agosto puso de relieve una crispación aún mayor, surgida "por la 'guerra de los lazos' y ante el temor de un incremento de la tensión entre los defensores de la liberación de Julio Iglesias Zamora y los radicales abertzales", explicaba Diario 16 en una columna en portada. El alcalde de San Sebastián, el socialista Odón Elorza, llamaba con preocupación a la serenidad e intentaba "quitar hierro a los incidentes". Sin embargo, por la capital de Guipúzcoa circulaban panfletos que incitaban a la violencia contra quienes portasen el lazo azul: "¡No te cortes, córtales! ¡Golpe a golpe!".

Los trabajadores de Ikusi caminaron en silencio desde el domicilio de Iglesias Zamora hasta la plaza de Guipúzcoa. Y leyeron, en euskera y en castellano, un manifiesto por la liberación de su compañero y por la paz: "Porque un pueblo que quiere vivir libre no puede consentir la tortura de vuestro chantaje". Las réplicas políticas no se hicieron esperar. El diario El País relataba que el presidente del PNV, Xavier Arzalluz, que "caminaba junto al resto de manifestantes, aseguró que actos de este tipo sirven, entre otras cosas, para demostrar al mundo radical vasco con quién está el pueblo". Arzalluz sentenciaba: "Esto les pone nerviosos, y muchos de ellos se están dando cuenta de que han perdido la batalla militar y que van a perder la batalla política". El periódico El Mundo aportaba otro enfoque del conflicto destacando la campaña propagandística iniciada por la Koordinadora Abertzale Socialista (KAS), aglutinadora de ETA, que "ha editado carteles en los que incita a agredir a líderes políticos vascos en la celebración, mañana, de La Salve". En una línea política intermedia entre el PNV y la KAS, se manifestaba Herri Batasuna, que imprimió pasquines reclamando a la Iglesia el pago del rescate de Iglesias Zamora.

La familia del ingeniero vasco acabó pagando a la banda terrorista. Un rescate a plazos que permitió la liberación de Iglesias Zamora a los pocos meses, el 29 de octubre de ese año 1993, en el Alto de Arrate de San Sebastián. Cinco años más tarde, en abril de 1998, la Audiencia Nacional condenó a 14 años y 8 meses de prisión a José Luis Eróstegui Iraguren, Javier Ugarte, Jesús María Uribechevarría Bolinaga y José Miguel Gaztelu por el secuestro del empresario vasco, y les obligó a indemnizar a su víctima con 5 millones de pesetas. No obstante, la red de extorsión de ETA siguió cobrando a la familia Iglesias hasta que fue desarticulada por la Audiencia Nacional en 2006.

La recesión económica y el pacto social

La otra gran noticia nacional del 13 de agosto de 1993 fue el análisis económico que hizo el Banco de España (BE) en su informe trimestral. "La recesión ha tocado fondo", titulaba La Vanguardia casi a media página. Sin embargo, la realidad solo era esa, que la recesión −derivada en buena medida de la ingente inversión pública del Gobierno de Felipe González y de la Guerra del Golfo− había tocado fondo en España. "El informe reclama con urgencia un fuerte ajuste presupuestario para hacer frente a la situación", informaba el periódico catalán.

 

Diario 16 construía la noticia con varios cortes del informe: "La presión de los salarios sigue siendo excesiva [...]", "la inflación más persistente [...] demuestra una resistencia extraordinaria a la desaceleración", "no se vislumbra aún el inicio de la recuperación" o "las cifras sobre la previsible evolución del déficit público [...] hacen imprescindible la adopción de un programa de disciplina presupuestaria". Y calificaba de "inquietante" el informe y de "eufórica" la Bolsa al desmentir las "crecientes expectativas de que se vaya a producir una inmediata bajada de los tipos de interés". En esta línea, el diario El País hablaba de "algunos desequilibrios básicos, especialmente el descontrol del déficit público, pero también las altas tasas de inflación, la fuerte presión de los salarios o la debilidad del consumo y la demanda". Para concluir que el Banco Central "hace hincapié, una vez más, en la necesidad de algunas reformas estructurales".

El Gobierno ya tenía preparado un documento de reajuste, que envió ese mismo día a sindicatos y patronal, sobre las líneas generales de los Presupuestos del Estado de 1994. De manera conceptual, El País hablaba de "las negociaciones sobre el pacto social". Y a continuación, tanto este periódico como El Mundo, enfocaban la oposición de CCOO y UGT a ese pacto social, una medida que anticipaba un recorte de seis puntos del poder adquisitivo de los trabajadores.

Karadzic buscaba el genocidio

Hacía un año y medio que la república de Bosnia, dentro del conglomerado étnico y religioso de Yugoslavia, era el escenario de una guerra entre quienes querían independizarse de Yugoslavia (musulmanes bosnios o bosniacos, y croatas) y quienes querían unificarse con la vecina república de Serbia (minoría serbia de Bosnia). Al frente de los serbios de Bosnia estaba el político y psiquiatra Radovan Karadzic, que había emergido como líder político a golpe de nacionalismo en un territorio multiétnico. Estableció contacto con Slobodan Milosevic, presidente de la república de Serbia y, con su apoyo y el poderoso Ejército Nacional Yugoslavo a su mando, Radovan Karadzic empezó a tomar poblaciones enteras de bosnia.

17 de agosto de 1997 | Sección Historia

 

A la altura de agosto de 1993, los serbios ya habían iniciado la limpieza étnica de las comunidades bosniaca y croata. Diario 16 publicaba a media portada una fotografía de tropas serbias en retirada y resumía la cruel voracidad del líder serbio en un subtítulo: "Karadzic amenaza con ataques nucleares en Europa si la Alianza Atlántica interviene en Bosnia". Las llamadas de auxilio de bosniacos y croatas a la ONU eran gritos desesperados. En aquellos días, los mediadores internacionales David Owen y Thorvald Stoltenberg trataban de frenar a Karadzic para que "se reanudasen las conversaciones de paz en la ciudad de Ginebra". El genocida serbio había adelantado sus tropas a los estratégicos montes Igman y Bjeslanica −que envuelven la ciudad de Sarajevo− y, si bien aseguraba haberlas retirado, algunos "mandos militares serbios sobre el terreno admitían que el repliegue no había concluido y que no se completaría hasta que la ONU declarase zona neutral las estratégicas alturas".

Los mediadores "no se creen la retirada serbia", apuntaba Diario 16. Y los serbios habían "convertido la retirada del Ejército del monte Igman en un peligroso juego de estrategia". Voces dentro de la ONU pedían la intervención militar de los cascos azules todavía sin éxito, y los bosniacos se preparaban para defenderse del ataque serbio. Tuvo que producirse la masacre de Srebrenica a manos del ejército serbio para que la comunidad internacional reaccionase. Milosevic se vio obligado a firmar la paz y la sangrienta guerra llegó a su final. Los perpetradores del genocidio pasaron las siguientes décadas en tribunales por condenas de lesa humanidad. Karadzic se camufló, haciéndose pasar por un sanador espiritual en una clínica de medicina alternativa en Belgrado, hasta que fue reconocido en 2008 y un tribunal le condenó en 2016 a 40 años de cárcel por genocidio y crímenes contra la humanidad.

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