‘Intimidad’, historias sobre el derecho a la privacidad sexual se entrecruzan en este éxito internacional

Elenco de la serie 'Intimidad', de Netflix

La miniserie española, concretamente vasca, Intimidad, se ha convertido en un nuevo fenómeno internacional de Netflix. Ya se ha colado en el cuarto puesto entre las más vistas mundialmente en la plataforma. En países como Argentina, Italia, Venezuela, Brasil, Líbano, Grecia, y otros muchos se ha compartido el interés por estos ocho episodios sobre un importante derecho personal cada vez más en riesgo.

El delito de difundir contenido íntimo

Aborda los delitos contra la intimidad. Concretamente contra la intimidad sexual. Delitos cada vez más frecuentes, y con una naturaleza muy particular. Una vez que se difunde una fotografía o vídeo sexual, la fuerza de las imágenes desvía el foco del interés hacia la víctima. Parece olvidarse entonces que, por sorprendentes que sean las imágenes, el crimen es hacerlas circular entre quienes no eran sus destinatarios.

Intimidad entra de forma espectacular en el asunto. Se convierte de forma rotunda en la obra paradigmática al respecto. Lo consigue con seriedad, convicción, buen pulso y mostrando el problema desde diferentes ángulos.

Dos víctimas muy distintas

Dos historias trenzan el núcleo de la trama. Por un lado, la de Malen Zubiri, Itziar Ituño, segunda en la alcaldía de Bilbao, casada, y cuyo encuentro sexual con un amante se difunde y convierte en debate entre los medios de comunicación y su propio partido.

Por el otro, el suicidio de Ane Uribe, Verónica Echegui, lleva a su hermana Begoña, Patricia López Arnaiz, a investigar quién compartió un vídeo y una foto antiguos de contenido sexual entre los compañeros de la fábrica en la que trabajaba la fallecida.

Dos tramas basadas en historias reales

Ambas tramas recuerdan a dos historias reales recientes. La de la concejala Olvido Hormigos por el lado de la política y la de una empleada de una fábrica madrileña de IVECO, que también se quitó la vida tras el escarnio a costa de su intimidad en su lugar de trabajo.

Los sucesos protagonizados por la actriz Itziar Ituño remite también a un caso pre internet, el del periodista Pedro J. Ramírez, que demuestra que estos delitos han existido toda la vida, aunque antes eran más esporádicos por dificultosos.

No son las únicas historias. La inspectora de policía interpretada por Ana Wagener aporta claridad legal a estos crímenes tan escurridizos. La joven hija de la política se enfrenta al pánico que muchas jóvenes tienen a la porno venganza, un fenómeno por el cual exparejas que conservan material sexual en sus teléfonos amenazan con difundirlo cuando la relación se deteriora.

El derecho a la intimidad de las personas homosexuales

El contrapunto de esta melodía lo constituyen otras agresiones que la serie tiene el acierto de comparar con las primeras, añadiendo textura a su reflexión. Se trata del acoso a la homosexualidad que lleva a reprimirla en público.

En ambos casos los delincuentes se creen con derecho a imponer su propia moralidad, costumbres o creencias sobre lo sexualmente admisible y a utilizar la vida íntima de las personas para hostigarlas.

En todas estas historias entrelazadas las víctimas luchan primero contra si mismas, contra su sentimiento de culpa, sus contradicciones y sus miedos y terminan encontrando la fuerza en el apoyo que brindan otras personas o instituciones.

Intimidad no se desvía de su tema, incide en él con cada trama, con cada personaje, con cada reflexión. Desde el primer momento se tiene la sensación, confirmada en cada episodio, de que las creadoras, Verónica Fernández y Laura Sarmiento, acompañadas del guionista José Luis Martín, saben a dónde van.

La serie ha conseguido personajes de carne y hueso

La sensación es que se ha partido de un tema, de una tesis, con una intención pedagógica. Se podía correr el peligro de que los personajes no respirasen, fuesen arquetipos al servicio de una causa. Sin embargo, en el camino se ha conseguido dotar de humanidad creíble a los participantes en el drama.

La serie muerde en hueso y no lo suelta hasta su último segundo. Nos pone a todos ante el espejo, ante la tentación del cotilleo y su malignidad. Ante la vulnerabilidad extrema que han traído los medios electrónicos, con sus infinitas copias, la posibilidad de pirateo y sobre todo a la duración eterna del material digital.

El machismo como sustrato

En los casos denunciados en esta historia el sustrato que hace posible el escarnio es el machismo. Si se conoce actividad sexual por parte de un hombre heterosexual se considera algo sano y normal, cuando no una heroicidad.

Sin embargo, se sabe que las mujeres son seres sexuales, pero no se termina de aceptar. Los datos concretos sobre su actividad o sus gustos las convierten en guarras, señaladas, marcadas. El feminismo aparece como uno de los mayores soportes cuando vienen mal dadas. 

Una Bilbao muy guapa

La factura de la serie es brillante. Bilbao es fotografiada como una ciudad top model. Cada edificio es más impactante que el anterior, cada localización más bonita, y cuando no deben ser bonitas resultan elocuentes.

Pero, además de su guion y su propio concepto, si la serie destaca por algo es por su reparto coral, en el que dominan un puñado de actrices. Emma Suárez y Yune Nogueiras completan con las citadas el protagonismo.

Por la parte masculina, destaca el papel que interpreta Marc Martínez, el marido de la política afectada por el escándalo, víctima también de la situación creada y Francisco Carril, actor que actualmente convence en su interpretación teatral en Los farsantes. Aquí tiene un tono levemente disonante respecto al resto del reparto como ayudante de la concejal bilbaína.

Una actriz deslumbrante

Entre unas actuaciones con un nivel muy elevado destaca la presencia de Patricia López Arnaiz. La actriz, que obtuvo un premio Goya por su protagonista en la película Ane, se sale de la pantalla.

Imposible no acompañarla en su lucha por hacer justicia a una hermana a quien no conocía tan bien como creía. Aporta calidez y carisma a un personaje que convierte en una de las varias brújulas morales del relato.

Una peculiar pareja de creadoras

La serie está creada por Laura Sarmiento y Verónica Fernández. Fernández es a su vez directora de ficción de la plataforma Netflix. Dentro de su relación con la multinacional se incluye la posibilidad de desarrollar proyectos propios.

A ella se debe el concepto de la serie y el episodio piloto, que puso en manos de Laura Sarmiento, veterana guionista que aún no había tenido ocasión de liderar un proyecto. Sarmiento ha explicado a Infolibre que son pocas las mujeres que encabezan obras audiovisuales. “Es un porcentaje ridículo. No creo que sea una casualidad. Tampoco creo que sea un plan maléfico para evitar que alcancemos ciertos puestos”.

Su sensación es que se trata de algo aún más difícil de cambiar. “Una tendencia inconsciente a perpetuar que el liderazgo es cosa de hombres” afirma. Aunque reclama también su derecho a fracasar, el éxito de la serie le anima a pedir que cunda el ejemplo.

Sarmiento ha dirigido un pequeño equipo de guion en el que ha colaborado José Luis Martín, compañero en varios proyectos previos. La perspectiva feminista de Sarmiento sin duda aporta un sustrato de solidez a lo que se quiere contar y a cómo se hace.

Contra la culpabilización de la víctima

Sarmiento señala el comentario que despertaba una incomodidad que quería abordar en la serie: “Si no se hubiera grabado, esto no habría pasado”. “Siempre me ha parecido una barbaridad” señala la productora ejecutiva. “La eterna culpabilización de la víctima. He leído libros de Psicología Social al respecto y siempre me ha parecido fascinante esta forma de tratar los delitos, poniéndose prácticamente del lado del agresor” explica.

Una teoría que aprendió es que el miedo a que nos pasara a nosotros nos hace creer que la víctima pudo evitarlo para sentirnos a salvo. De este modo la hacemos culpable. Sea como fuere, Sarmiento reivindica el derecho a ser diferentes con una pareja, en el trabajo, con amigos.

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No sólo es el sexo. “¿Qué ocurriría si saliera a la luz lo que confesamos a una amiga, pero solo a ella?” pone como ejemplo. “No somos una única versión de nosotros mismo, somos todas. Destruir eso es destruir nuestro mundo” concluye sobre la gravedad de estas violaciones de la intimidad.

El orgullo de las pioneras en denunciar

Un asunto clave de la serie que preocupaba especialmente a la guionista era la existencia de modelos sociales. “Queramos o no, somos ejemplo. Me interesaba que los personajes se dieran cuenta de ese poder, en especial el interpretado, maravillosamente, por Itziar Ituño” añade.

“En realidad, una de las razones por las que vemos ficción es esa: ampliar nuestra galería de modelos de comportamiento” señala. El arco de los personajes, desde el shock al activismo resulta estimulante. “Tiene que haber pioneras. Sobre ellas cae la carga de responsabilidad, pero también el orgullo de haber sido las primeras” concluye la responsable de esta brillante reflexión en forma de serie.

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