La niebla espesa de la corrupción Helena Resano
La dama roja es el título que han elegido los periodistas Manuel Sánchez y Alexis Romero para su libro sobre Yolanda Díaz. Juegan con el símil ajedrecístico de la pieza que se protege hasta el final, la más versátil y que, a veces, puede determinar la partida. En el caso de la vicepresidenta segunda esa partida política, que puede ser decisiva para que la izquierda siga en el poder, está por plantear. Quizá Pablo Iglesias tenía una jugada en la cabeza pero no parece que se esté desarrollando tal y como él la había diseñado.
La biografía es especialmente interesante para quienes no somos podemólogos porque nos ayuda a poner en contexto el cruce de declaraciones que se ha producido esta semana. Lunes: Pedro Sánchez habla del “espacio de Yolanda Díaz”. Martes: Pablo Iglesias sostiene que si Yolanda Díaz “existe” es gracias a Podemos. Miércoles: Yolanda Díaz replica que los liderazgos los otorga la ciudadanía.
Y digo lo del contexto porque a la dirigente gallega la conocían en el Congreso en sus primeros años como “la chica de Pablo” y porque los autores de La dama roja explican que la relación de amistad y confianza entre ambos facilitó que la izquierda fuera unida en Galicia en las generales cuando IU decidió no presentarse con Podemos. Y toda esa complicidad contrasta muchísimo con la actual tensión entre Díaz y Podemos, que ya nadie niega y que tiene que ver, fundamentalmente, con cómo configurar ese espacio político con el que concurrir a las elecciones: para Pablo Iglesias “Podemos es condición de posibilidad” mientras que Yolanda Díaz repite a diario (porque está a la escucha; pero hablar, habla) que esto no va de partidos. Por entendernos: que esto no va de ser la candidata de Podemos, que no quiere tutelas ni tutías y que pretende diseñar el camino a las urnas con sus propias reglas y estrategia. Y hay testimonios en el libro que avisan: “Cualquier día puede pegarle una patada al caldero si los que aspiran a ser sus aliados le ponen obstáculos”.
Hay analistas políticos que piensan que la candidatura de Díaz puede quedarse en las páginas de su biografía y, desde su círculo más íntimo, hay quien cree que “o va en serio o no va” (es lo que declara su padre, Suso Díaz). Pero llegados a este punto, creo que le queda poco margen para dar la espantada. Hay demasiado en juego.
La dama roja es la pieza que puede acercar a las urnas a esa izquierda que nunca va a votar al PSOE o a esos otros que sí que dieron su apoyo a Sánchez en abril de 2019, por el miedo a la ultraderecha, pero que difícilmente van a volver a hacerlo ahora
La vicepresidenta está en medio de los tirones y presiones de Podemos e Izquierda Unida, las dos fuerzas políticas de más peso a la izquierda del PSOE que, le guste o no, son las que pueden darle la estructura territorial y el ejército para ir a las elecciones. Pero no es solo eso: tiene a todo el PSOE pendiente de que no falle. De hecho, cuando Pedro Sánchez habló está semana de que sólo hay dos caminos, una coalición del PP y Vox o una coalición del PSOE con el “espacio de Yolanda Díaz”, estaba dándole carta de naturaleza a la competición electoral con la vicepresidenta e ignorando la marca de Podemos, que no saca la cabeza en las encuestas. “A ver si Yolanda aguanta y saca votos cuando llegue la hora, si no el Gobierno se va al garete”, me escribía esta semana un cuadro provincial del PSOE, agarrado a la buena posición demoscópica de Díaz.
La dama roja es la pieza que puede acercar a las urnas a esa izquierda que nunca va a votar al PSOE o a esos otros que sí que dieron su apoyo a Pedro Sánchez en abril de 2019, por el miedo a la ultraderecha, pero que difícilmente van a volver a hacerlo ahora. La continuidad del gobierno progresista depende de muchos más factores, pero sin la movilización de ese electorado no hay suma posible. ¿Que hay quien teme en el PSOE que Yolanda Díaz pueda arrebatarles votos? Son más los que creen que la necesitan y que le preguntan “cómo va lo tuyo”. La dama roja del tablero de ajedrez de la política es para muchos hoy la esperanza blanca. Aunque esto, en principio, no vaya de boxeo.
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