Nuestras costumbres, la islamofobia

Una noche de esta semana no podía dormir y abrí la ventana. Entonces, comenzó una bronca en la calle. Eran las tres y media de la madrugada. Algunos hombres corrían y gritaban por la avenida. Moro de mierda, hijo de puta. Para cuando me levanté para asomarme a esa violencia y pensé que quizá había que llamar a la Ertzaintza, solo pude ver a uno de esos hombres sentado en la acera, justo en frente de la fachada de mi casa, con las piernas extendidas, repitiendo una y otra vez lo mismo, hijo de puta, moro de mierda, como una letanía que se iba apagando poco a poco. Luego, vomitó en una acequia y se marchó sujetándose en las paredes de los comercios. Lo perdí de vista. Casualidad o causalidad: cientos de kilómetros al sur de este norte, en esa misma noche, violentos disturbios en la localidad de Torre Pacheco, Murcia. En algunos canales de comunicación social, los grupos de ultras empezaban a darse cita para la caza del moro. Y qué va a pasar si consiguen “cazarlos”. Qué.

Todo esto no sucede en un contexto inocuo. Era el año 2021, en medio de una campaña electoral, cuando Vox puso carteles donde comparaba el coste de un menor extranjero no acompañado con la pensión de tu abuela, tu abuela española, claro, qué importan las demás. ¿Acaso tienen abuelas los migrantes? Lo habían utilizado exactamente igual los del NPD, hoy Die Heimat, la patria, el partido neonazi de Alemania. El suyo decía algo así como: no dejes que los gitanos le quiten la pensión a tu abuela.

La manifestación que cruzó el centro de Madrid hace algo más de un mes, organizada por Falange, brazos derechos extendidos y “Cara al sol”, la abría una pancarta que decía “Remigración”, un término que utilizó varias veces Rocío de Meer, de Vox, hace solo unos días, cuando apuntó a la deportación de millones de personas y sus hijos. Un proceso complejo, dijo, pero justificado por el derecho a sobrevivir como pueblo. Pero quizá quiso decir una limpieza que devuelva las plazas de las ciudades a los españoles, los blancos. Y se desató la espiral. Pero no se le ocurrió a la diputada la idea.

La remigración, así como el gran reemplazo, son conceptos articulados por esa internacional de extrema derecha que recorre el mundo occidental. Una teoría que afirma que existe un plan para sustituir a la población blanca por poblaciones no europeas, sobre todo, de origen africano o musulmán.

La islamofobia, ese racismo incómodo de límites difusos que discrimina tanto a personas musulmanas como a las que no lo son, todos dentro de lo mismo, está arraigada en España, y la acentúan los discursos de la polarización, la pelea por un puñado de votos, aquello de integrar a las personas con otros orígenes en nuestras costumbres, un racismo construido desde hace siglos y desde la otredad: nosotros y ellos. En España, ese rechazo centra más de un cuarto de los discursos de odio online, según el estudio del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia.

Rechazo esa tradición de odio, de explotación, no quiero su persistencia en la islamofobia, en otros racismos y clasismos, y no quiero ningún dios, tampoco el nuestro, ese, lo que sea, que para algo lo conozco mejor

Escribo esto sin poder escapar de mi propia posición. Entre las líneas de cada uno de los artículos vertidos en estos días en los medios, también en este, se puede leer el abismo. Es el que separa las vidas, los destinos. No son las costumbres o las creencias. Persiste en cada dato, en cada expresión utilitaria de las personas, en cada nosotros también fuimos pueblo emigrante, en la visión estática de los demás, un todo, sin distinciones. Es la frontera natural más abrupta del mundo entero: un estrecho de catorce kilómetros de agua. Y mientras esa línea no desaparezca, la de ellos y nosotros, mientras no se consiga hablar sin descartar el estigma, seguiremos incidiendo en más discriminación y desprotección.

Asumo que mi vida ha estado siempre más cerca de la de De Meer que de la madre magrebí, atravesadas por una discriminación de costumbre. Pero rechazo esa tradición de odio, de explotación, no quiero su persistencia en la islamofobia, en otros racismos y clasismos, y no quiero ningún dios, tampoco el nuestro, ese, lo que sea, que para algo lo conozco mejor. 

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