El hambre como arma de guerra

En Gaza, la malnutrición aguda se propaga entre los menores de cinco años. Solo en julio, ha habido 48 muertes por inanición inducida y son 113 desde el inicio de la guerra. La Organización Mundial de la Salud lo ha definido como una “hambruna fabricada por el hombre”.

Pasan hambre también los que ayudan a los que pasan hambre. Los profesionales de las organizaciones humanitarias viven en la indigencia y se consumen ante los ojos de sus compañeros.

Hay 6.000 camiones de comida y suministros médicos esperando en Egipto y Jordania para entrar en Israel. Dice la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) que esa cantidad puede proporcionar alimentos a toda la población durante tres meses, pero la entrada se permite en cantidades ridículas y simbólicas. El presidente de Israel, Isaac Herzog, aseguró, sin embargo, que no había más obstáculo a la acción humanitaria que la supervivencia de Hamás.

Las zonas de reparto de alimentos se han convertido en una sádica trampa mortal, en palabras textuales del comisionado general de la UNRWA, Philippe Lazarini. Ir en busca de harina supone arriesgarse a morir a balazos. La cifra total de asesinatos en esas zonas se sitúa ya por encima de las 1.080. “Es el infierno en la Tierra”. 

Israel ha impuesto un sistema de ayuda absolutamente demoledor con el fin de concentrar a los palestinos en Rafah y provocar un colapso total. Los gazatíes tienen que acudir a uno de los cuatro puntos habilitados por caminos mal señalados, rodeados de tanques, soldados y drones. Son trayectos con puntos de control que se abren y se cierran aleatoriamente y donde las masas se agolpan y se disuelven a tiros.

Todo está a cargo de la Fundación Humanitaria de Gaza (FHG), una iniciativa opaca y sin trayectoria que funciona al margen del sistema liderado por la ONU. No contempla la entrada de combustible, material médico o productos de higiene. Sus donaciones no cuentan con comida para bebés, verdura, fruta, carne ni leche. Su actual director ha criticado en varias ocasiones a la ONU por cooperar con Hamás y difundir mentiras sobre las masacres de Israel. Un eslabón más en la larga cadena de este genocidio planificado.

El hambre es un arma de guerra que se emplea a menudo y deliberadamente para aniquilar al enemigo o depurar adversarios. Una estrategia de dominación y exterminio que no forma parte del pasado ni es una excepción histórica. Las hambrunas han segado la vida de millones de personas en el mundo como resultado del corte de suministros básicos, de la restricción de ayuda humanitaria, de ataque indiscriminados a infraestructuras básicas, destrucción sin paliativos de cultivos, ganado, redes de distribución y recursos agrícolas, o, directamente, de políticas de exterminio selectivo.

Se empleó en Ucrania, en 1932-33, cuando Stalin utilizó el hambre para acabar con la resistencia campesina; en el asedio de los nazis en Leningrado (1941-1944); en Holanda, con la ocupación alemana, donde el "invierno del hambre" (1944-1945) causó la muerte de unas 20.000 personas; en la Guerra Civil Española (1936-1939) en la que se recurrió al sabotaje de abastecimientos para crear una escasez deliberada que el régimen franquista perpetuó por más de una década; en la Revolución Cultural China (décadas de 1950-60) en la que se usaron las hambrunas como castigo colectivo o consecuencia de errores orquestados. Todos recordamos a los niños y las niñas de Biafra (1967-1970) que sufrieron el bloqueo del gobierno central nigeriano para impedir la secesión de su región. En Sudán, Myanmar, Siria, Yemen o Etiopía… se ha recurrido también al uso estratégico del hambre bloqueando la ayuda humanitaria, quemando cosechas y provocando desplazamientos masivos. Hoy, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, el hambre inducida por conflictos alcanza niveles críticos en al menos 22 países, con cinco en una situación catastrófica.

Gaza representa la liquidación del sistema humanitario y del Derecho Internacional que alumbró el fin de la Segunda Guerra Mundial y el paso a una Era que no podremos conjugar nunca más con las mismas palabras

Pasan los años, y poco importa la Resolución 2417 del Consejo de Seguridad de la ONU, la posición indubitada de organismos y organizaciones internacionales, las palabras de Michael Fakhri, relator especial sobre el Derecho a la Alimentación, el G7, la Unión Africana o la Liga Árabe. Como dice el Papa León XIV “matar de hambre a la población sigue siendo una forma muy barata de hacer la guerra”. Una muerte lenta y agónica que se ceba con los más vulnerables y perpetúa los ciclos de pobreza y de violencia. Un genuino crimen de guerra perseguible por la Corte Penal Internacional, del que, sin embargo, resulta muy fácil escapar porque el Derecho exige demostrar una relación de causalidad que, a efectos prácticos, asegura la impunidad.

Con el genocidio en Gaza, la Unión Europea puede pasar a la historia como cómplice y colaborador necesario de ese crimen de guerra. En Europa hay nueve países que se niegan a tocar el Acuerdo de Asociación Preferente con Israel (entre ellos Alemania, Italia, República Checa, Hungría, Bulgaria, Lituania, Grecia y Chipre), y uno (Letonia), que se ha posicionado en blanco. En Alemania la defensa de Israel sigue funcionando como “razón de Estado”, y continúan las exportaciones de armamento y la cooperación militar. Hace poco, Merz se negó a suscribir una declaración de 28 países, entre ellos el Reino Unido, Francia, Canadá, Italia y España, que denunciaba las matanzas inhumanas de civiles que solo buscan comer y beber agua. Este mismo viernes, convocados por el primer ministro británico, los líderes del propio Reino Unido, Francia y Alemania han firmado una exigencia conjunta al Israel para que detenga la “catástrofe humanitaria”, aunque no se han puesto de acuerdo para ir más lejos y reconocer al Estado palestino, como ha anunciado Macron que hará Francia en septiembre siguiente el camino de España, entre otros países de la UE. El Gobierno español ha tomado loables iniciativas en favor de los gazatíes pero, según el Centre Delàs de Estudios por la Paz, nuestro país es uno de los máximos importadores de armas procedentes de Israel en la Unión Europea. Más de 50 relatores y relatoras de la ONU han solicitado sanciones y embargos a Israel, y la Corte Internacional de Justicia ha pedido, además, que finalicen las relaciones comerciales que contribuyan a la ocupación ilegal israelí.

El naufragio de los derechos humanos se está produciendo ante todos y cada uno de nosotros y en tiempo real. Gaza representa la liquidación del sistema humanitario y del Derecho Internacional que alumbró el fin de la Segunda Guerra Mundial y el paso a una Era que no podremos conjugar nunca más con las mismas palabras.

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