Rearmar Europa. ¿'Si vis pacem, para bellum'?

Aumentar el gasto militar hasta el 2% del Producto Interior Bruto. El plazo se acabó en 2024. España no cumple, pero el presidente del Gobierno se ha comprometido a hacerlo en 2029. Nuestro país ha incrementado su gasto en defensa, pero sigue aportando más tropas que dinero. Tiene presencia en la mayoría de las misiones de la OTAN, pero se sitúa a la cola si hablamos de un desembolso sobre el PIB. Es dudoso que eso pueda cambiar respetando la disciplina fiscal, como se pretende, o que no acabe subvencionando la industria armamentística de EEUU. Es dudoso también que la seguridad pueda garantizarse únicamente a base de inversión. 

Rutte, Secretario General de la OTAN, amenaza ahora a Europa con subir la exigencia al 3% y Trump ha decidido provocar con un 5%, porcentaje al que no llega EEUU, que se sitúa en el 3,38%. El objetivo de Trump se ha desplazado al indopacífico para contener a China. Su interés estratégico ahora es la venta de armas, no el despliegue militar ni la seguridad de Europa.

Lo cierto es que la defensa vuelve a ocupar el centro del debate. Francia y Reino Unido han propuesto aportar soldados para una fuerza de paz que vigile el cumplimiento de un supuesto alto al fuego en Ucrania, pero todos sabemos que, por sí sola, no tendría ningún efecto disuasorio sobre Rusia. EEUU tendría que ofrecer una red de seguridad que se resiste a conceder, ha congelado la ayuda militar a Ucrania, incluidas las armas en tránsito, ha señalado a Zelensky como el responsable de la guerra y ha borrado la invasión rusa de la historia. El relato mata al dato y el matonismo es efectivo. 

El ucraniano ha dicho que está dispuesto a “sentarse a la mesa de negociaciones lo antes posible” y a trabajar “bajo el firme liderazgo” de Trump para “conseguir una paz duradera”, propuso una tregua limitada con Moscú y sigue dispuesto a firmar un acuerdo con EEUU sobre la explotación de sus recursos minerales.

Europa acusa soledades. Trata de desarrollar una política autónoma de defensa recurriendo al presupuesto agregado de la Unión Europea. Nuestra inversión en defensa es enorme pero su eficacia es muy escasa. Demasiados ejércitos, no todos compatibles ni interoperables, duplicidades, graves carencias y descoordinación. No estamos en condiciones de competir con el aparato de vigilancia y control que Putin ha puesto a su servicio y sabemos que difícilmente aceptará la independencia de Ucrania. Rusia ha perdido cientos de miles de soldados, controla solo un 20% del territorio que ansía y no ha conseguido, como querría, devolverlo al ámbito postsoviético. En 2022, Parlamento Europeo catalogó a Rusia como un Estado que promocionaba el terrorismo, basado, fundamentalmente, en el crimen organizado, e instó a los Estados miembros a implementar medidas legales y restrictivas, también se impusieron duras sanciones, pero Putin ha sido resiliente y su poder no ha hecho más que crecer.

Se habla de invertir 800.000 millones de euros que tendrán que salir de los fondos destinados a la cohesión o de los que se dedican a la política social y ambiental. España aspira a poner en marcha un sistema que permita una financiación europea emulando lo que se hizo durante la pandemia, esto es, mancomunando deudas, con un paquete Next Generation EU, y no solo con créditos blandos reembolsables. España también quiere que la posible activación de las cláusulas de escape de las normas fiscales sea coordinada para que los mercados no penalicen a unos países frente a otros. Algo hemos aprendido de la crisis de 2008. 

La cuestión es si esta escalada armamentística se va a traducir en una paz duradera para todos, especialmente si no se cuenta con los organismos internacionales que surgieron tras la II Guerra Mundial, justamente a fin de evitar un escenario bélico como el que se puede estar avecinando

Frente a posiciones como las de Países Bajos, Alemania ha mostrado su total disposición a impulsar un plan masivo de rearme y obra pública, aunque el endeudamiento alemán puede ocasionar también una sucesión de problemas en cadena. Hay cosas que no se han aprendido. Alemania necesita ponerle fin al freno constitucional de su deuda y ahora quiere convertir la cláusula de escape en una regla de oro. Nuevas oportunidades y alfombra roja para Merz. Polonia y los bálticos, en primera línea de batalla, aplauden con entusiasmo. Polonia tiene elecciones presidenciales en mayo y Tusk no tiene resuelta su batalla con los ultranacionalistas. Se abren horizontes más prometedores. Macron ofrece extender el paraguas nuclear francés a sus socios europeos. Francia respira. El británico Keir Starmer tiende la mano, mientras mira de reojo a la Inglaterra profunda. Se reconstruyen puentes. No hay mal que por bien no venga. De los 27, solo Orbán está en la idea de ir por libre. Ir a la contra para ganar negociando. Está claro que las decisiones rápidas y contundentes exigen cambios en los mecanismos de decisión. Pasar de la unanimidad a la mayoría cualificada. Ahora habrá que buscar alternativas para sortear algunas reglas y evaluar detenidamente quién gana y quién pierde con el sorteo.

El plan consiste en impulsar compras y contrataciones conjuntas para ahorrar costes, reducir la fragmentación militar de la UE, incrementar la interoperabilidad y reforzar la industria de defensa comunitaria. También se pretende movilizar el capital privado acelerando la Unión de Ahorro e Inversión y mediante el Banco Europeo de Inversiones.

La cuestión es si esta escalada armamentística se va a traducir en una paz duradera para todos, especialmente si no se cuenta con los organismos internacionales que surgieron tras la II Guerra Mundial, justamente a fin de evitar un escenario bélico como el que se puede estar avecinando. Es posible que dejemos de ser testigos de las guerras ajenas para empezar a ser víctimas y protagonistas de las propias, y no parece que eso pueda evitarse si no se adopta un punto de vista más amplio. Sánchez habla de luchar contra el terrorismo, la ciberseguridad o las amenazas híbridas, aunque me temo que haría falta mucho más. 

La estrategia de defensa tiene que ser común, incluir a las empresas más críticas y no desvincularse de otras muchas variables. La seguridad exige autonomía digital, energética, comercial e industrial, fondos compartidos y una integración política mucho más cohesionada y más ágil.

El orden mundial está a cinco minutos de desmantelarse. Cuando hay tanto en juego, la respuesta no puede reducirse solo a un cálculo de oportunidad o a una suma de muchos ceros.

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María Eugenia Rodríguez Palop es ecofeminista y profesora de DDHH y Filosofía del derecho en la Universidad Carlos III de Madrid.

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