¡La banca siempre gana! Helena Resano
Este lunes toca rueda de prensa del presidente del Gobierno para hacer balance del curso en el ecuador de la legislatura, toda una meta volante. Llega en un momento de tensión máxima y estabilidad mínima. Una legislatura que empezó casi por sorpresa cuando las españolas y los españoles dijimos aquel 23-J que no queríamos a la ultraderecha en el consejo de ministros; un curso que comenzó hará pronto un año con Puigdemont apareciendo y desapareciendo por arte de magia en Barcelona el 8 de agosto y acaba con la corrupción copando todas las portadas. ¿Esto ha sido todo? Ni mucho menos.
Frente a la imagen de parálisis y agotamiento del Gobierno que proyecta la oposición y buena parte de los medios de comunicación, es de esperar que el presidente Sánchez –con el informe de rendición de cuentas Cumpliendo en mano– resalte que desde que comenzó esta legislatura el Ejecutivo ha conseguido aprobar 42 iniciativas legislativas, que van desde la Ley de Amnistía hasta la creación de la Agencia Estatal para la Salud Pública, sin olvidar la reforma del artículo 49 de la Constitución, relativa a los derechos de las personas discapacitadas, gracias a la cual se elimina la denominación "disminuidos" y se promueve la inclusión social y la autonomía personal de todas las personas con algún tipo de discapacidad. Por medio, como es conocido, tensiones geopolíticas, la guerra arancelaria de Donald Trump, el genocidio en Gaza –con España intentando liderar posiciones de reconocimiento a Palestina y condenando las atrocidades cometidas por Israel– y la guerra que no cesa en Ucrania.
El Gobierno puede exhibir una buena hoja de servicios en economía y empleo –¡récord con más de 22 millones de personas trabajando, según la última EPA!–, un potente trabajo en la escena internacional y capacidad de reacción ante los acontecimientos que se suceden a velocidad de vértigo. Es conocedor, también, de sus carencias: la curva de la desigualdad no se aplana, los salarios siguen siendo bajos, la productividad no avanza como debería y la vivienda lastra proyectos de vida y nubla los buenos datos económicos. Sería recomendable que el presidente hiciera balance de lo conseguido y catalogase lo que queda aún por hacer, que no es poco, y lo que se ha intentado pero no conseguido. Un balance que incluye autocrítica siempre es más creíble.
Levantando la mirada podemos obtener otra imagen del momento político. La clave la dio Aitor Esteban en una entrevista la pasada semana en el programa Hoy por Hoy de la cadena SER. Se atrevió a nombrar el elefante en la habitación: mayorías negativas. ¿De qué hablaba? De esas mayorías que se conforman con una sola cosa en común, que no es otra que el rechazo al otro.
En efecto, esta legislatura echó a andar gracias a una mayoría negativa: la que formaron quienes, haciendo caso al resultado de las urnas, evitaron que la coalición de derecha y ultraderecha llegara a la Moncloa. Quienes apoyaron la investidura de Sánchez formaron una mayoría plural, a veces incluso contradictoria. Nacionalistas vascos y catalanes de izquierdas y derechas, todas las tonalidades de las izquierdas y partidos de carácter regional que unas veces miran a un lado y otras al otro. ¿Qué tenían en común? El rechazo a la ultraderecha en el Gobierno.
En efecto, esta legislatura echó a andar gracias a una mayoría negativa: la que formaron quienes, haciendo caso al resultado de las urnas, evitaron que la coalición de derecha y ultraderecha llegara a la Moncloa
La votación que tumbó el Real Decreto Ley contra los apagones hace unos días, y otras votaciones previas relativamente similares, podrían estar apuntando al inicio de la conformación de otra mayoría negativa, esta vez de signo contrario, contra el Gobierno de Coalición. La de quienes quieren acabar con este Ejecutivo a toda costa y/o subir –todavía más– el precio de su apoyo tensando la cuerda al máximo. La votación dejó claro –por si alguien tenía dudas– que el Partido Popular está dispuesto a votar contra el interés general, incluso desoyendo la presión del mundo empresarial y el sector industrial, con tal de dañar al Gobierno. Ni la insistencia de las empresas para que no dejaran decaer el Real Decreto Ley les hizo cambiar de opinión. Hubiera bastado con una abstención, pero ni siquiera. Por el flanco izquierdo, Podemos actuó con la misma lógica que los populares. Si los primeros hicieron oídos sordos a las peticiones empresariales, los segundos hicieron lo mismo con las organizaciones ecologistas que habían pedido activamente la aprobación del Real Decreto Ley. Populares y podemitas compartieron una máxima: cuanto peor, mejor.
Si faltaba algo, Junts, CHA y el BNG se sumaron al carro. Los primeros, marcando posición y subiendo algo más el precio de sus apoyos. El resto, para contentar a todos los descontentos en Aragón y Galicia por cómo se están desplegando las instalaciones de energías renovables, cuestión esta última que el Gobierno no puede obviar y que está abriendo brechas y agravios en los territorios afectados y al mismo tiempo comprometiendo la viabilidad del sector.
¿Esto significa que podría estar gestándose una moción de censura de todas estas fuerzas? Salvo novedades judiciales y sorpresas que emerjan de los sótanos de la corrupción, no resulta probable. Ahora bien, la legislatura, que se parece a uno de esos puertos de categoría especial que suben los ciclistas en el Tour, empieza a discurrir por una pendiente mucho más pronunciada, donde cada vez la pedalada costará más esfuerzo. Las mayorías negativas que se pueden conformar serán el viento en contra cuanto más se acerque la meta final, esté donde esté en el calendario. ¿El Gobierno puede reaccionar? Claro. Entendiendo que resistir no es vencer; es sólo resistir, y que sólo arriesgando con una potente escapada podrá vencer los vientos en contra, que ya se sabe que en las cimas son potentes y heladores.
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