Si Hitler resucitara...

Eduardo Vázquez Martul

Un nuevo orden avanza como una nube negra que oscurece al mundo. Lo estamos viendo y temblamos. Cómo los jinetes del Apocalipsis cabalgan en los corceles del poder para cambiar el orden y las normas que las sociedades más avanzadas, cuna de las democracias, se habían dado tras la segunda guerra mundial.

Han tenido que morir más de 50 millones de padres, hijos y mujeres para que, sobre las cenizas de sus muertes, se construyesen normas, basadas en la justicia y los derechos humanos, acuerdos de obligado cumplimiento por las naciones democráticas que vencieron al terror impuesto por el fascismo y el nazismo. Hitler y sus aliados fueron derrotados, pero Europa quedó asolada. En Núremberg se ajustició a los malvados que masacraron a inocentes civiles, y no solo judíos, sino también a cualquier pensamiento opositor. 

Aquella nube negra, que ocultó la luz a medio mundo, y como la peste, se extendió por EU creando muerte a su paso, dejó pasar el sol gracias al sacrificio de millones de muertes que trajeron la libertad y la concordia del mundo libre. Se creó la Asamblea de Naciones y otros organismos vigilantes, para que no volviese a aparecer el fantasma de la destrucción, liderada por la intransigencia de dictadores enemigos de la democracia. Pero el tiempo lo borra todo. Los que se consideraban artífices de las normas de convivencia y respeto empezaron a transgredir lo pactado: Irak, Libia, Siria y antes Yugoslavia fueron escenario de nuevas masacres. Las recomendaciones de la ONU fueron papel mojado. La masacre de civiles inocentes, mujeres violadas y pueblos arrasados volvieron a repetirse en los mismos campos de batalla en donde el monstruo de la locura nazi fue derrotado.  Los líderes de la política dominante, las naciones que presumen ser cuna de la democracia, del conocimiento con sus prestigiosas universidades, el mundo del humanismo que predicaba la paz, permanecen tibios o mudos ante violaciones constantes de los acuerdos que ellos mismos habían redactado.

Los líderes de la política dominante, las naciones que presumen ser cuna de la democracia, del conocimiento con sus prestigiosas universidades, el mundo del humanismo que predicaba la paz, permanecen tibios o mudos ante violaciones constantes de los acuerdos que ellos mismos habían redactado

Un ejemplo real de esta transgresión brutal y asesina lo estamos viendo en Gaza. El silencio es cómplice de la barbarie para vergüenza de Occidente y del mundo.  Los jinetes del Apocalipsis cabalgan de nuevo dirigidos por el poder amoral del dinero de los poderosos que manejan la mala política a su antojo y consideran al mundo de su propiedad. Por eso, si resucitase Hitler, es posible que ganara la guerra. De hecho, ya la está ganando porque los buenos son ahora los malos.

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Eduardo Vázquez Martul es socio de infoLibre.

Eduardo Vázquez Martul

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