Darío Adanti cuenta ‘Chistes contra Franco’: “La española es de las dictaduras que más humor ha generado”

Darío Adanti lee chistes

María Castaño

Desde el 20 de noviembre de 2024, 49º aniversario de la muerte de Francisco Franco, se representa una vez al mes la función denominada Chistes contra Franco. Una producción sencilla, en Teatro del Barrio, donde un grupo de personas se acomodan en un patio de butacas para sencillamente escuchar chistes contra el dictador. Podría parecer una propuesta trivial, inútil, pero el trasfondo de esta obra propone una interesante variedad de matices que explorar. 

El escenario está protagonizado por dos artistas, cada uno con misiones muy diferenciadas. Ana Alonso comparte rigor histórico sobre las diferentes etapas del régimen y Darío Adanti, que hoy charla con infoLibre, cuenta los chistes.

"No se trata de un monólogo ni un teatro, sino de una cosa híbrida. A Eugenio Merino (cocreador de Chistes contra Franco) le gusta llamarlo Acción Teatral", concreta el dramaturgo argentino.

Darío Adanti se denomina a sí mismo un humorista satírico cuya “obsesión”, junto a Merino, es “hacer pedagogía antifascista”. 

¿Y por qué a través de chistes? 

“Porque la española es de las dictaduras en las que más humor se ha generado, posiblemente debido al carácter de los españoles. Encima, ha permanecido: las personas mayores los recuerdan, están escritos en libros… Se crearon cientos de chistes contra Franco en una dictadura súper sangrienta, que todavía tiene 120.000 desaparecidos”. 

¿Escudo psicológico o arma revolucionaria? 

“Posiblemente las dos”. 

La explosión de chistes populares durante el franquismo adquiere aún mayor relevancia si se recuerda que, por el simple hecho de contarlos, los españoles corrían el riesgo de ser torturados o asesinados. Y así es cómo, la sencilla y divertida acción que se conoce como contar un chiste, se convertía en un “acto heroico”

Precisamente, una de las burlas del repertorio de Chistes contra Franco dice algo similar: 

Vuelve un español que se había ido durante la guerra y le pregunta a un pariente:

—¿Qué tal? ¿Cómo estáis?

—No nos podemos quejar.

—Ah, entonces estáis bien.

—No, no nos podemos quejar.

“La verdadera cultura de la cancelación”, sentencia Darío Adanti con la risa entre los dientes. 

La contradicción y complicidad del contexto y el chiste

Si algo caracteriza la esencia de Chistes contra Franco es el contraste. Entre la serie de burlas que Adanti recita, Ana Alonso intercala memorias documentales sobre la temática o etapa que los chistes desafían. El índice de la obra incluye cuestiones como el hambre y las enfermedades de la posguerra, el adoctrinamiento nacional-católico en las escuelas, la autarquía, la colaboración con el nazismo o la regencia con Carrero Blanco.  Por cada bloque temático, una de contextualización y otra de chistes. 

Los encuadres históricos que proporciona Ana Alonso sirven tanto para explicar como para concienciar. Sin embargo, los extractos documentales que relata son de extrema dureza y provocan un sorprendente choque con los minutos de risas que suministra el entrevistado justo a continuación. Con este método, la acción teatral se convierte en un pin pon de terror y jolgorio, provocando que el público perciba por sí mismo el contraste que supone la creación de chistes en momentos de pérdida y pobreza. 

Debatiendo con el dramaturgo sobre los límites del humor, el memorialista expresa que la vara de medir se encuentra en el “contexto”. Y justo es la clave en esta obra: ”Si nosotros solo contáramos los chistes, correríamos dos riesgos. Uno era que el chiste quedara muy ingenuo; porque el chiste, sin su contexto, no se entiende o parece muy tonto. Y, por otro lado, que la dictadura pareciera algo divertido”. 

Un juego de collages

Chistes contra Franco es una obra tejida por muchísimos autores, de nombres tanto anónimos como conocidos. Ninguno de los textos pertenecen a Darío Adanti o Eugenio Merino, pero sí que son dueños del esfuerzo casi artesanal de reunir fragmentos de prensa, citas de historiadores, documentos de archivo y chistes recopilados tanto de libros como de testimonios orales. La creación del guion duró un año, logrando un coro de testimonios a raíz de “un montón de trocitos de papel”

Para ello, ambos autores tuvieron que sumergirse y desgranar “auténticos tomos de casi mil páginas”. Aunque el humorista lo tiene claro, es una tarea que forma parte de su misión como artista: “La gente ya no tiene tiempo de leer. La vida es más cara y más difícil, por lo que tienen que trabajar más. Entonces yo, que tengo el privilegio de poder vivir de leer, siento que mi función social es contar de manera más sencilla esas miles de páginas a la sociedad”. 

La sátira burlesca debe 'disparar hacia arriba'. Sin embargo, si se utiliza para hacer burla de los colectivos vulnerables, 'no estás haciendo humor, estás haciendo bullying'.

¿Recibisteis ayuda externa, aparte de la documental, para llevar a cabo el guion? 

“Muchísima. Emilio Silva nos ayudó a ir armando una estructura para que esos chistes encajaran con lo que queríamos contar de los 40 años de dictadura. También arreglamos con Teatro del Barrio que pudiéramos hacer tres ensayos generales, que no fueran públicos, para que solo vinieran los mecenas del crowdfunding, amigos y gente especializada. En estos ensayos, decidimos escuchar al público. En el primero, nos dijeron que faltaban chistes; en el segundo, nos comentaron que debíamos hablar sobre las agresiones a la mujer y meter algo más de LGTBI. Y entonces fuimos armando el guion con el feedback. Incluso hubo señores mayores del crowdfunding que nos contaron chistes que conocían después del show”. 

¿Qué chistes no incluisteis en vuestro repertorio? 

“Elegimos los que eran más políticos, porque había muchos chistes más naif que se metían con el tono de voz o la altura de Franco. Eso no era lo que buscábamos. Y también tratamos de elegir los que no fueran sexistas ni homófobos. Por ejemplo, había chistes sobre la prostitución, o sobre la sexualidad de Franco, que tenían un sesgo que hoy no nos parecía que valiera la pena rescatar”.

Así lo ve Darío Adanti, humorista que opina que la sátira burlesca debe “disparar hacia arriba”. La contempla como una forma de desacralizar al poder. Sin embargo, si se utiliza para hacer burla de los colectivos vulnerables, “no estás haciendo humor, estás haciendo bullying”. 

Risas en un funeral

El Teatro del Barrio, galardonado con el Premio Nacional de Teatro 2024

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El escenario se sumerge en negro. “Todo lo que se ve es muy sobrio, porque no queremos que el humor parezca frívolo. Hay muertes y torturas en lo que se cuenta”, explica el cómico. La producción se caracteriza por su sencillez: dos atriles y dos artistas sobre el escenario. Un foco ilumina al que tiene el turno de palabra. No hay decorado, solo luz, voz y palabra. 

El entrevistado reconoce que las decisiones sobre la representación teatral son mérito de Eugenio Merino, quien quería que la obra fuera explícitamente documental. No busca representar, sino declarar. Los atriles juegan un papel importante en ello, pues el público puede ver que los artistas están “leyendo extractos de verdad”. Darío Adanti insiste en que “se tiene que notar que esto no es de nosotros, que esto existe, que todo esto es real, que todo esto es verdad’.

“Estamos celebrando la muerte del dictador, ahora que se cumplen 50 años, pero explicamos el por qué”, recuerda el cuentachistes argentino. Sin embargo, la obra muestra tal oscuridad y solemnidad por otra excéntrica razón: “Queríamos que simulara el velorio de Franco”

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