¿Por qué resulta cada vez más complicado hacer frente a los incendios en verano?

Incendios

Los incendios en Castilla y León, Extremadura y Galicia se han solapado en los últimos días como un recordatorio de una emergencia característica del verano en estas latitudes, pero que alcanza nuevas dimensiones al confluir dos factores contemporáneos de gran impacto: el abandono del medio rural y las consecuencias del cambio climático. Las tareas de extinción se complican, con fuegos más difíciles de contener, pero también las labores de prevención: los profesionales hablan de un mantenimiento de los bosques que es “inabarcable”

José Luis Salgado Palao lleva más de 20 años apagando incendios forestales en Castilla y León y con desplazamientos a Asturias, Galicia, Comunitat Valenciana y Portugal, además de misiones internacionales desde hace dos años en Chile, Canadá y Bolivia. “Es imposible abarcar con desbroces o quemas controladas el monte. Es imposible de gestionar toda esa cantidad de territorio. Lo que hacemos en un año, en tres lo tienes otra vez igual. Ahí tiene que haber ganado que lo pise, tiene que haber uso agrícola del terreno. El monte es imposible de controlar así”, reflexiona para infoLibre.

En un foro reciente de infoLibre, el president de la Generalitat de Catalunya, Salvador Illa, señaló la política forestal como principal asunto a cambiar, tras sufrir su comunidad el peor inicio de verano en materia de incendios desde 1986. “En el proceso de evaluación de cómo se ha actuado en cada uno de los casos [...] la principal conclusión es que hay que cambiar la política forestal: cambiar la mentalidad del país. En Catalunya sobra bosque. Esto es lo que nos recomiendan los profesionales de prevención de incendios”, dijo. 

También apunta a la tierra un ingeniero y técnico del servicio de extinción de incendios de Castilla y León, que prefiere no dar su nombre en este artículo. “Para el avance de los incendios, lo principal es el abandono de la tierra. Alrededor de todos los pueblos hace 30 años, cuando yo empecé, había un cordón de huertas, de tierras cultivadas, de fincas limpias, cada uno tenía limpia su parte. La proporción de matorral en la mayoría de los pueblos de Zamora, en el oeste sobre todo, habrá aumentado un 200% o un 300% en este tiempo”, explica. 

Este técnico coincide con Salgado en que es inasumible pensar que el Estado pueda suplir ese abandono. “Antes el ganado pastaba todos los matorrales, la gente tenía cultivadas las tierras al lado de su casa, entonces los fuegos no avanzaban. Pero a menos población y menos trabajo, más combustible queda”, indica.  En invierno, y cada vez más, los bomberos forestales tienen esa tarea de eliminar el combustible natural, pero el monte avanza y no dan abasto. El desequilibrio territorial del país se siente también en la prevención de incendios: solo un 20% de la población vive en el 80% del territorio. El 99,6% de los municipios más despoblados sufrió incendios forestales entre 2001 y 2021, según datos de la Fundación Civio. 

Cambiar la idea de que es un trabajo de verano

Quienes apagan los fuegos son conscientes de que revertir mínimamente ese desequilibrio requiere medidas transversales y, después, tiempo. Por eso centran sus reclamaciones inmediatas a las administraciones en lo que sí está al alcance: que se siga profesionalizando el servicio, que se les mantenga todo el año y que se eduque a la población para que comprenda tanto el papel clave de la prevención como su propia responsabilidad ciudadana

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“Todavía estamos en aquello de sólo se acuerdan de santa Rita cuando truena. Cuando el fuego está a las puertas de un pueblo es cuando la gente se da cuenta de que hacemos falta. Pero falta concienciación a todos los niveles, tanto entre los ciudadanos como en las instituciones”, opina Salgado, que ahora está en la base de Tabuyo del Monte (León) de las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Y añade: “Sí es verdad que esto va cambiando, porque se tenía la sensación de que era un trabajo de verano, de estudiantes o jornaleros, de que para esto valía todo el mundo. Y para trabajar en esto de verdad hay que ser muy profesional, lo primero es una formación reglada a todos los niveles”.

Lo que queda después del fuego

Los feroces fuegos forestales del verano de 2022 en la Sierra de la Culebra (Zamora) condujeron a una mejora en los protocolos de actuación y también en los esfuerzos de formación, indica el ingeniero y técnico. “No estamos al nivel de otras regiones, como puede ser Cataluña, ni mucho menos, pero ha cambiado muchísimo”, afirma. Ya antes de esos incendios las cuadrillas y los medios estaban trabajando cada vez más fuera del verano, pero ahora ya están todo el año y su reivindicación es que esto se consolide como principio básico para una adecuada gestión de la extinción de incendios en los tiempos del cambio climático y la despoblación rural.

Uno de esos incendios quemó 200 de las 500 colmenas que Laura Fernández Gago tenía en Escober de Tábara. Tres años después, no está como estaría sin aquel suceso, pero celebra una recuperación propia y del monte mejor de la que esperaba. “Yo había trabajado hacía años en servicios de extinción y no es lo mismo vivirlo desde ese punto de vista a ser la afectada. Cuando ves que se te está quemando todo tu trabajo, todo tu esfuerzo, todos tus años de inversión, de alegría, de un proyecto de vida, no tiene nada que ver”, cuenta a infoLibre. Aunque ‘La miel de Laura’ sufrió notables perjuicios económicos y las ayudas que recibió no fueron suficientes, se acoge a la perspectiva y agradece que sus pérdidas sólo fueran materiales y que las paliara en buena medida la generosidad de la gente que la ayudó volcándose en comprar su premiado producto. “Todo se suple con dinero, ósea, el dinero se suple con trabajo y con esfuerzo. Eso no es nada si comparamos con las vidas que se perdieron”, concluye, sobre la consecuencia más devastadora que tienen estos incendios cada vez más difíciles de abarcar. 

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