Los empresarios franceses dan la espalda a Macron y sueñan con una unión de las derechas

El presidente francés, Emmanuel Macron, y su esposa, Brigitte Macron, visitan los Ateliers Lorin.

Martine Orange (Mediapart)

Macron era su candidato, en quien habían depositado todas sus esperanzas desde 2016, que por fin iba a llevar a cabo “las reformas necesarias” en Francia. Algunos de ellos incluso habían participado personalmente en la financiación de su campaña. Ahora, le han dado la espalda. El entusiasmo y el ímpetu que Macron había suscitado en sus inicios se han transformado en un resentimiento y un rechazo tenaces hacia el presidente de la República.

Alain Minc, que en su día fue uno de los más fieles partidarios de Macron, resumió públicamente el sentimiento generalizado del mundo empresarial: “Emmanuel Macron es el peor presidente de la V República.” En privado, los juicios son aún más duros. “¿Macron? Un irresponsable”, sentencia el presidente de un gran grupo empresarial. “No hay nada que esperar de él. Está por debajo de todo”, continúa otro, que le reprocha el “caos que ha creado”.

Ya se estaba gestando la ruptura tras el anuncio de la disolución de la Asamblea Nacional de junio de 2024. “Una decisión inexplicable, totalmente desconectada de la realidad”. Saliendo de su reserva habitual, Bernard Arnault, el dueño de LVMH, erigido en figura emblemática del mundo empresarial, criticó duramente la apuesta arriesgada del presidente, llegando incluso a reprocharle que no le hubiera informado antes de tomar tal decisión. El nombramiento como primer ministro de Michel Barnier había calmado un poco sus temores: la izquierda no llegaba al poder. Se habían descartado todos los peligros de que se cuestionaran las políticas centradas en la oferta llevadas a cabo durante los últimos ocho años.

Su caída y el “desastroso” gobierno de François Bayrou reavivaron ese malestar. La confianza que pidió Bayrou, con el acuerdo de Macron, y que provocó su dimisión —”una falta inexcusable”—, marcó la ruptura definitiva. “Desde entonces, no quieren saber nada de Macron. Lo odian”, afirma un asesor de varios directivos del CAC 40.

El intolerable debate sobre las políticas de la oferta

El mundo empresarial tiene mil reproches que hacerle a Emmanuel Macron: “su irresponsabilidad”, el hecho de “alimentar la inestabilidad política e institucional mientras la economía se está estancando”, y el de “reforzar la inquietud en el país”. Pero hay uno que eclipsa a todos los demás: la forma en que ha dejado que se desarrolle el debate sobre el déficit y la deuda, reavivando las dudas sobre las políticas de la oferta.

De repente, pareció posible que se cuestionaran los “logros” obtenidos por los empresarios durante sus mandatos. Por todas partes surgieron las cuestiones sobre el reparto de la riqueza, el poder adquisitivo y la equidad fiscal, obteniendo un apoyo masivo de la opinión pública. Mientras que durante más de treinta años el mundo empresarial había marcado la agenda económica, de repente se dio cuenta de que estaba perdiendo el control. “Hemos perdido el discurso económico”, reconoce un asesor patronal. Y eso, para la patronal, es imperdonable.

Según ellos, esta pérdida no es culpa suya, aunque muchos consideran que Patrick Martin, el presidente de la patronal Medef, es “demasiado débil” y “demasiado blando”. La culpa es del propio Emmanuel Macron, que “no supo poner orden en sus filas” y no intervino “para encauzar el debate”. Un empresario indignado así lo afirma: “Por cálculo personal, dejó caer a Bayrou. No se preocupó por el resto. La economía, las empresas, le importan un comino”.

El trabajo de la comisión de investigación del Senado, que reveló que las empresas recibían cada año 211.000 millones de euros en ayudas públicas, ya había sido para ellos la primera alerta. Muchos consideran que han sido arrastrados a “un debate ideológico” por una comisión senatorial “que se ha salido de su papel”. Les parece totalmente fuera de lugar que el Parlamento controle el uso del dinero público y los resultados obtenidos. “Son cifras falsas”, insiste un allegado al Medef. “Además, esas ayudas compensan todos los gastos que tienen las empresas y que sus competidores no tienen.”

La tasa Zucman, una bandera roja

Pero la verdadera “traición” para el mundo empresarial es haber reavivado el debate sobre la justicia fiscal, pedir a los más ricos que contribuyan al esfuerzo presupuestario. La tasa Zucman se ha convertido en su bandera roja. Bernard Arnault, el primer afectado por un impuesto sobre las grandes fortunas, “ha dado la señal para el abandono general de Emmanuel Macron. Y todo el mundo le ha seguido”, según un observador.

“Es un proyecto socialcomunista”, afirma un empresario, retomando un término que solo utilizaban los pocos supervivientes de la batalla empresarial contra Mitterrand en 1982. Con dicha tasa, que afecta a patrimonios superiores a los 100 millones de euros, predice “una economía en ruinas” y “un éxodo masivo de empresarios”. Uno de ellos admite a regañadientes que quizá haya que revisar algunas lagunas fiscales, “pero de forma marginal”. En cuanto a la optimización y la evasión fiscales, parecen simplemente no existir.

“Sea cual sea el futuro gobierno, debe excluirse cualquier cuestionamiento de las políticas de la oferta, cualquier retroceso en las medidas sobre el capital. Es en el gasto público donde hay que encontrar los medios para ahorrar y reducir la deuda. El Estado debe aprender a gestionar”, afirma otro dirigente.

“No sé si eso pasa por la tasa Zucman, pero creo que las grandes fortunas, el mundo empresarial, no pueden evitar contribuir. La creciente divergencia entre el capital y los asalariados alcanza un nivel insoportable que hay que corregir”, cuenta otro, citando las cifras de las grandes fortunas del semanario Challenges: en treinta años, el patrimonio de las quinientas mayores fortunas francesas se ha multiplicado por 14. Y añade: “Pero sé que soy minoría en este tema. Así que me callo”.

“El mundo empresarial no puede eximirse de todo. También tiene su parte de responsabilidad en la situación actual. No puede descargar todo el esfuerzo en las clases medias y altas, que saben que van a tener que pagar. Llegará algún momento en que no lo soportarán más”, añade un banquero de negocios.

Tras seguir con atención los múltiples giros de los últimos días, el mundo empresarial intenta organizarse para influir en las decisiones políticas que se avecinan. Su prioridad es evitar que La Francia Insumisa e incluso la izquierda en sentido amplio vuelvan al poder. “¡Mélenchon es Robespierre! ¡Es Chávez en el poder!”, exclamó el expresidente de la patronal Medef, Pierre Gattaz, prediciendo que Francia correría la misma suerte que Venezuela si se aceptaba la más mínima propuesta de la izquierda.

La unión de las derechas

La segunda medida es acabar con la inestabilidad política. “Este país necesita orden, autoridad”, afirma un empresario del sector de la defensa. En los últimos meses, muchos de ellos han entablado amistad con Bruno Retailleau. El ministro del Interior dimisionario les parecía tener las cualidades necesarias para llevar a cabo la política que ellos deseaban.

Su sorprendente dimisión el domingo, dos horas después de haber sido nombrado, abrió los ojos a algunos. “¡Se autoproclama líder del partido, pero ni siquiera se asegura de la composición del gobierno en el que debe participar antes de dar su consentimiento! ¿Cómo vas a creerle? Ha demostrado que realmente no está a la altura”, afirma un dirigente de un gran grupo. “Es un político como cualquier otro”, concluye otro.

Así pues, la idea que ya empezaba a gestarse el año pasado se afianza ahora con más fuerza: es necesaria la unión de las derechas, que los miembros del partido Los Republicanos (LR) completen su transformación y acepten acercarse a la Agrupación Nacional (RN).

El mundo empresarial, pillado por sorpresa en el momento de la disolución de junio de 2024, ha multiplicado desde entonces las reuniones con los dirigentes de la RN, a quienes consideran “demasiado frívolos” en materia económica, con el fin de transmitirles los mensajes adecuados. Parecen haber prestado especial atención a Jordan Bardella. “Prácticamente todos mis clientes me han pedido durante el año reunirse con él, pero casi ninguno ha querido ver a Marine Le Pen”, cuenta un asesor de grandes grupos.

Para el mundo empresarial, el nombre de Le Pen, aunque ya no es tan controvertido como antes, sigue siendo incómodo. Además, Marine Le Pen ha incluido en su programa medidas de izquierdas, como la anulación de la reforma de las pensiones y un impuesto sobre el capital financiero. Todas ellas son propuestas “espantosas”.

El hecho de que Marine Le Pen haya sido declarada inelegible facilita un poco más su acercamiento discreto a la RN. Con Jordan Bardella, todo se vuelve más sencillo. Y él sabe escuchar: la RN ha emprendido una discreta revisión de su programa económico, con el objetivo de armonizarlo y suprimir algunas medidas que podrían irritar al resto de la derecha.

En la patronal, algunos quieren creer que el apoyo a la RN aún no está asegurado, que el muro de rechazo resistirá. “Siempre hay bocazas en el movimiento. Pero tengo la sensación de que entre muchos empresarios, en las organizaciones patronales, todavía hay personas que se niegan a dar ese paso. No estamos hablando solo de economía, sino de democracia, de libertades públicas. Lo que está pasando en Estados Unidos con Trump debería alertarnos”, explica un responsable.

El argumento encuentra cierto eco entre los responsables de los grandes grupos globalizados. Cada día son más conscientes de la desestabilización que provoca el presidente americano en ámbitos fundamentales. Pero eso no va más allá. “El populismo de Trump no tiene nada que ver con el populismo europeo. Fíjese en Giorgia Meloni. No ha cuestionado los vínculos de Italia con Europa, lleva a cabo una política económica razonable, inspirada por Mario Draghi, y tiene éxito”, dice otro.

Con el paso de los meses, la presidenta del Consejo italiano se ha convertido en un referente en el mundo empresarial. Es el ejemplo a seguir. Y eso pasa en Francia por la unión de las derechas, según ellos. Los debates internos que se están produciendo en la derecha sobre un acercamiento a la RN les dan buenas esperanzas. Se está poniendo en marcha todo lo necesario para que puedan seguir defendiendo sus propios intereses, en detrimento de todo lo demás.

La dimisión de Lecornu evita un fracaso en el Medef

Esta semana crecía una inquietud sorda en las filas del Medef (Movimiento de Empresas de Francia): todo indicaba que “el gran evento” previsto para el 13 de octubre por el presidente de la patronal, Patrick Martin, para protestar contra los proyectos fiscales que afectan a las empresas, podría convertirse en un fiasco. La Confederación de Pequeñas y Medianas Empresas (CPME) y la Unión de Empresas de Proximidad (U2P) habían anunciado que no participarían en esa reunión.

Pero el Medef también tenía grandes dificultades para movilizar a sus afiliados. Las reservas de billetes de tren y avión, puestas a disposición por la organización patronal para llevar a los batallones de empresarios, eran escasas. Comenzaba a rondar las mentes la perspectiva de ver la sala del Accor Arena, con capacidad para 13.000 personas, medio vacía: ¿cómo podría recuperarse la patronal de un fracaso semejante si transmitía la desastrosa imagen de un mundo empresarial dividido, incapaz de contar con la mayoría?

Las críticas ya apuntaban a Patrick Martin, acusado de haberse marchado sin asegurarse el apoyo de los demás movimientos patronales. “No se puede movilizar cuando no hay gobierno, ni hoja de ruta, ni proyecto de presupuesto”, añadía un conocedor del mundo empresarial. Temiendo el fracaso anunciado, los círculos empresariales esperaban una declaración de Sébastien Lecornu que les permitiera cancelar la manifestación. Algunos parecían dispuestos a enviar a Matignon el texto que les ofrecería una salida.

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La inesperada dimisión del primer ministro les brindó la oportunidad deseada. Sin esperar, la Medef anunció que cancelaba su gran jornada del 13 de octubre “para contribuir a la pacificación del país”.

 

Traducción de Miguel López

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