El 'plan Trump' en Ucrania: paz pactada por empresarios a cambio de negocios millonarios con Putin
El plan Trump de veintiocho puntos para Ucrania, revelado el 20 de noviembre, sorprendió y conmocionó al mundo. En realidad, es el trágico y esperado resultado de diez meses de discretas negociaciones entre los empresarios enviados por Donald Trump y Vladimir Putin para reflexionar sobre un acuerdo para poner fin a la guerra: el expromotor inmobiliario Steve Witkoff, por un lado, y el banquero de inversiones Kirill Dmitriev, por otro.
Ambos se encuentran en el centro de las negociaciones diplomáticas destinadas a poner fin a la agresión rusa contra Ucrania: fueron los artífices de una reunión el martes 2 de diciembre entre emisarios estadounidenses y rusos en Moscú. Se trataba de la sexta reunión entre Steve Witkoff y Vladimir Putin, a quien el expromotor inmobiliario califica de “amigo”.
Pero desde febrero de 2025, sus reuniones se han centrado tanto en la situación en Ucrania como en las grandes oportunidades que supondría el regreso de las empresas americanas a Rusia. Así lo indican las comunicaciones públicas, los testimonios de funcionarios rusos y estadounidenses revelados en la prensa americana, así como las transcripciones de grabaciones telefónicas filtradas recientemente.
Según estas fuentes, los negociadores mantuvieron en gran medida a Ucrania y a sus socios al margen de sus conversaciones, lo que dio lugar, lógicamente, a “propuestas de paz” desconectadas de las demandas ucranianas, sin ninguna consideración por las cuestiones de justicia y derecho internacional y sin prácticamente ninguna posibilidad de éxito, al no haber buscado medios de presión suficientes para que el Kremlin abandonara sus reivindicaciones maximalistas.
El “poder del dólar”
La ambición de Washington de reactivar las relaciones económicas entre los dos países no es ningún secreto. Desde su primera llamada con Putin, el 12 de febrero de 2025, Trump había hablado de “las fuerzas de sus respectivas naciones” y del “gran beneficio” que podrían obtener de una cooperación exitosa. El 47º presidente de los Estados Unidos conversó con su homólogo ruso sobre las negociaciones de paz con Ucrania, pero también sobre “energía, inteligencia artificial” y “el poder del dólar [sic]”.
Pero el grado de avance de estos proyectos —a pesar de que aún no se ha alcanzado un alto el fuego en Ucrania— y, sobre todo, la influencia que los empresarios iban a ejercer en las negociaciones para un acuerdo de paz, pasaron desapercibidos hasta que se conoció, a finales de noviembre, el “plan de paz” de veintiocho puntos de la Administración Trump, impulsado por Steve Witkoff y Kirill Dmitriev.
Desde la primera reunión entre rusos y americanos, en febrero de 2025 en Arabia Saudí, formó parte de la delegación enviada por Moscú un hombre desconocido para el gran público: Kirill Dmitriev, director del fondo soberano ruso y nombrado “enviado especial” de Putin “para la cooperación económica internacional”. A pesar de las reticencias de otros miembros de la delegación, se las arregló para conseguir un puesto directo en la mesa de negociaciones, frente a los representantes de Trump.
Dos meses más tarde, el mismo Kirill Dmitriev presentaba en la Casa Blanca una “lista de proyectos comerciales por valor de varios miles de millones de dólares que ambos Gobiernos podrían llevar a cabo conjuntamente”, según informa el Wall Street Journal, el diario de las élites económicas americanas, en una larga investigación publicada el 28 de noviembre. El enviado de Putin no deja de proclamar que las empresas estadounidenses habrían “perdido 300.000 millones de dólares” al irse de Rusia en febrero de 2022 tras la invasión a gran escala de Ucrania, un desastre que habría que reparar sin demora.
Concesiones gasísticas y explotación de tierras raras
Entre los que se sienten atraídos por este discurso se encuentra Steve Witkoff, amigo desde hace mucho tiempo de Trump, enviado especial del presidente de Estados Unidos a Oriente Medio y Rusia, y espíritu libre que parece tan preocupado por conseguir la paz como por firmar contratos.
Bajo su patrocinio, los vagos proyectos de reanudación de las relaciones económicas están tomando un cariz muy concreto, a pesar de que no hay paz a la vista y de que Putin no hace nada para detener su agresión a Ucrania.
El vicepresidente del gigante petrolero estadounidense ExxonMobil se ha reunido en secreto en Qatar con el director de la empresa rusa Rosneft, Igor Setchine (a pesar de estar bajo sanciones americanas), para discutir el regreso de Exxon a un vasto proyecto de exploración y producción de yacimientos de gas en alta mar, el proyecto Sakhaline. Exxon se había retirado de él en 2022.
Gentry Beach, amigo de universidad de Donald Trump Jr. (y donante de la campaña de su padre), está negociando la adquisición del 9,9% de un proyecto de gas en el Ártico con Novatek, el segundo mayor productor de gas natural de Rusia, si se levantan las sanciones contra este último, según el Wall Street Journal, que ha podido consultar un borrador del contrato.
Según el diario, cuatro empresarios rusos muy cercanos al Kremlin –Guennadi Timtchenko, Yuri Kovaltchouk y los hermanos Rotenberg (Boris y Arkadi)– proponen “a sus homólogos americanos concesiones de gas en el mar de Okhotsk [en el Pacífico, ndr], así como en otros cuatro emplazamientos potenciales”. También se mencionan “oportunidades de explotación de tierras raras cerca de las inmensas minas de níquel de Norilsk y en al menos otros seis yacimientos siberianos aún sin explotar”.
Para apuntalar su investigación sobre los vínculos comerciales entre Rusia y Estados Unidos, el Wall Street Journal afirma haber recopilado los testimonios de “decenas de funcionarios, diplomáticos, agentes (antiguos y actuales) de los servicios de inteligencia americanos, rusos y europeos, así como de lobistas e inversores americanos cercanos a la Administración [Trump]”.
¿Paz a través del comercio, en serio?
¿Oportunismo indecente? ¿Cinismo inmundo? No, para Steve Witkoff, esos proyectos en todos los ámbitos son la garantía de una paz duradera: “Si hacemos todo eso, que todo el mundo prospere y participe, y que todos salgan ganando, constituirá naturalmente un escudo contra futuros conflictos en esta región”, jura Witkoff.
Hay motivos para dudarlo. En primer lugar, porque nadie sabe si el ejecutivo ruso es sincero en su voluntad de profundizar sus lazos económicos con Estados Unidos, o si se trata simplemente de ganar tiempo y ganarse el favor de Trump.
“Estados Unidos cuenta con un equipo de promotores inmobiliarios que piensan en términos de acuerdos. Promocionar esos proyectos es una forma de hablar su idioma y convertir el tema de Ucrania en un pequeño obstáculo que impediría avanzar en otros grandes proyectos conjuntos”, explica Tatiana Kastouéva-Jean, directora del Centro Rusia-Eurasia del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri).
Fuentes gubernamentales rusas explicaban, en abril, en el Moscow Times, cómo el Kremlin consideraba las cuestiones económicas como “incentivos que podrían interesar a Trump” y “evitar que las discusiones se limitaran a una agenda restringida”, es decir, como una forma de eludir las negociaciones sobre el fin de la guerra en Ucrania, que por el momento no interesan a Putin.
Desde que el multimillonario asumió el cargo, se ha pedido a todos los ministerios rusos que presenten ideas de proyectos “diseñados a medida para Donald Trump”, “realizables en un solo mandato” y con un “gran atractivo mediático”, según detalla el Moscow Times.
El enviado especial Kirill Dmitriev ha entendido perfectamente el mensaje. En los últimos meses ha lanzado dos ideas que parecen diseñadas con el único objetivo de llamar la atención y halagar el ego del presidente americano: una misión espacial conjunta entre Rusia y Estados Unidos a Marte y la construcción de un túnel que conectaría ambos países por Siberia y Alaska.
No importa que Elon Musk, con quien pretendía hacer realidad sus ambiciones espaciales, esté ahora en guerra abierta con Trump. Tampoco importa que la mayoría de los expertos cuestionen el interés y la viabilidad de dicho túnel: el banquero convertido en diplomático ya lo ha bautizado como el “Túnel Trump-Putin” y lo promociona con vídeos en las redes sociales. Cuando se le preguntó sobre esta idea, Trump la consideró “interesante”.
Dividir el bando occidental
Para Tatiana Kastouéva-Jean, el discurso ruso sobre la cooperación económica no es, sin embargo, una mera frase vacía. Cumple una triple función: para Moscú es una “forma de no perder el apoyo de Trump, de mantener su atención”, pero también un medio para “obtener ventajas económicas” si se llegaran a concretar algunos proyectos, en un contexto en el que la economía rusa está sufriendo. Es también la posibilidad de “dividir al bando occidental” agitando la competencia entre empresas americanas y europeas en el supuesto de una reapertura del mercado ruso.
En cualquier caso, la idea de Steve Witkoff de un comercio que suavizaría las costumbres parece muy alejada de la realidad de la política exterior rusa de las últimas décadas. El hecho de que Europa y Estados Unidos hayan invertido masivamente en infraestructuras energéticas postsoviéticas “no ha impedido que el Kremlin lleve a cabo agresiones en el extranjero”, recuerda el ensayista Melik Kaylan, autor de varios libros sobre las relaciones entre Estados Unidos, Rusia y China. Incluso ha tenido el efecto contrario, ya que “las empresas petroleras y los bancos [occidentales, ndr] han ejercido presión para impedir las sanciones” contra Rusia.
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En este juego de intereses entremezclados, “Putin sabe que es él quien tiene como rehenes a las inversiones, y no al revés. Nada de lo que haga empujará a las empresas extranjeras a sacrificar sus enormes inversiones”, añade Kaylan.
Traducción de Miguel López