“Putin y Trump hablan igual de Europa”: Li Anderson, la eurodiputada de Finlandia que alerta del peligro ultra

Li Andersson, diputada finlandesa en el Parlamento Europeo en Bruselas (Bélgica), en diciembre de 2025.

Fabien Escalona (Mediapart)

Bruselas (Bélgica) —

Vivir en un país que comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia y que fue invadido por la Unión Soviética cambia un poco la perspectiva. En el Parlamento Europeo, dentro del grupo The Left, copresidido por Manon Aubry, de La Francia Insumisa, y bastante receloso del rearme y del principio de una defensa europea, destacan las posiciones de la finlandesa Li Andersson y de otros eurodiputados escandinavos.

Li Andersson, exlíder de la Alianza de Izquierdas (Vas en finés, por Vasemmistoliitto), un partido “rojo-verde” a la izquierda de la socialdemocracia, ocupa un escaño en el hemiciclo europeo desde 2024. Su formación, que reúne algo menos del 10 % de los votos en las elecciones nacionales y logró un gran avance en las últimas elecciones europeas con un 17 % de votos, formó parte del Gobierno que hizo que Finlandia se adhiriera a la OTAN en abril de 2023.

Mientras Trump confirmaba la línea de su administración con respecto a los Estados europeos burlándose en Politico de su “decadencia” y su “debilidad”, Andersson explica a Mediapart la trayectoria de su partido, tradicionalmente hostil a las alianzas militares. Y esboza los principios de una coherencia “antifascista” que no opondría las inversiones en defensa a las inversiones en el Estado social y la transición ecológica.

Mediapart: En junio, ante sus compañeros daneses, usted defendió la idea de una política exterior “antifascista”. ¿Dónde se encuentra, en su opinión, el semillero del fascismo contemporáneo?

Li Andersson: Una de las razones por las que utilicé esa expresión es que la izquierda, en gran parte de Europa, tiende a hablar de la guerra y la paz de una manera que no tiene en cuenta la dimensión ideológica de lo que ocurre en la escena internacional.

Se pueden mantener debates académicos sobre el concepto de fascismo, pero lo importante es identificar claramente la similitud entre la ideología de extrema derecha que representa Vladimir Putin y la que representa Donald Trump.

Por supuesto, Estados Unidos y Rusia tienen intereses geopolíticos específicos, pero sus líderes comparten una ideología común, por no hablar de los intereses económicos que podrían converger en Europa, y eso crea nuevas amenazas. Lo vemos cuando el futuro de la sociedad ucraniana se negocia entre esos dos actores imperialistas cuya influencia, al mismo tiempo, refuerza a la extrema derecha en los países de la Unión Europea (UE).

La izquierda cometería un error si olvidara demasiado rápido que en Ucrania se trata de un ataque imperialista liderado por un líder autoritario de extrema derecha. Y que esto influye en la forma de evaluar una situación de guerra o de paz. Un mal acuerdo de paz, que sería una gran victoria para Putin y Trump, tendría consecuencias políticas e ideológicas muy graves para el continente europeo.

¿Hemos entrado en una nueva era y en qué medida esto obliga a la izquierda a revisar su forma de pensar sobre el mundo?

El mundo ha cambiado al menos en dos aspectos. El primero es un reequilibrio de las relaciones de poder mundiales, lo que llamamos multipolaridad. El segundo es el refuerzo de la mentalidad autoritaria que acabamos de mencionar, especialmente en su versión de extrema derecha.

En este sentido, lamento que una parte de la izquierda siga centrando su discurso antiimperialista únicamente en Estados Unidos, con el reflejo de pensar que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, o al menos no sería un adversario, ya que su poder permitiría al menos equilibrar los bloques de poder a escala mundial.

Si se pretende elaborar políticas de izquierda a escala europea, ¿por qué no nos preocupan los tanques en el este del continente?

Esta forma de pensar es obsoleta. En primer lugar, porque las relaciones de poder internacionales ya han cambiado en detrimento de la hegemonía americana. En segundo lugar, porque los bloques geopolíticos ya no se oponen claramente entre sí, como ocurría durante la Guerra Fría. Putin es más amigo de Trump que enemigo: si eres hostil hacia el segundo, no hay razón para ser complaciente con el primero.

Es sorprendente observar las similitudes cuando hablan de Europa. Putin lleva mucho tiempo diciendo que está en decadencia, debido a su ideal de los derechos humanos y su abandono de los valores tradicionales. Los representantes de la administración Trump utilizan ahora el mismo argumento, haciendo hincapié en la hostilidad hacia la inmigración.

Sin embargo, en el Parlamento Europeo, varios de sus colegas, a veces de su propio grupo, no dudan en relativizar la amenaza, subrayando que no es fácil que los tanques rusos lleguen a Bruselas, París o Madrid. ¿Qué opina al respecto?

Si insisto en la ideología de extrema derecha es porque ésta no espera a la llegada de tanques extranjeros para instalarse en un país. ¿Por qué Viktor Orbán está intentando actualmente aprobar leyes aún más restrictivas contra la sociedad civil húngara y los medios de comunicación libres? ¿Por qué Netanyahu ha podido cometer un genocidio en Gaza con total impunidad? ¿Por qué Erdoğan se permite encarcelar a los principales líderes de la oposición? Porque las grandes potencias refuerzan el autoritarismo en todo el mundo.

Además, si tenemos la intención de elaborar políticas de izquierdas a escala europea, ¿por qué no nos preocupan los tanques en el este del continente? Si defendemos el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos y los principios del derecho internacional, deberíamos aplicarlos de manera coherente, ya se trate de los ataques de Estados Unidos contra Irán o Venezuela, o de los ataques de Rusia contra Georgia, Ucrania y, quizás mañana, Moldavia.

En Finlandia, usted formó parte de un gobierno de coalición liderado por la socialdemócrata Sanna Marin, entre 2019 y 2023. Ese gobierno se incorporó a la OTAN, con el apoyo de la Alianza de Izquierdas que usted dirigía. ¿Por qué tomó esa decisión? ¿Y se arrepiente, ahora que Trump ha vuelto a la Casa Blanca?

A gran parte de la izquierda alternativa le cuesta entender esa postura. Cuando se habla de la OTAN aquí en Bruselas, mucha gente la asimila a Estados Unidos, lo que comprendo. Pero tras la invasión a gran escala de Ucrania, ¿cuál fue el tema más importante que debatimos en Finlandia? No fueron los Estados Unidos, sino las garantías de seguridad que no teníamos.

Finlandia tenía una estrategia de no alineamiento militar, y Rusia invadió precisamente un país que se encontraba en una situación de no alineamiento militar. Al contrario de lo que oigo a menudo, las perspectivas de adhesión de Ucrania a la OTAN eran muy vagas. Lo que motivó la agresión de Putin fue sobre todo el acuerdo de asociación con la UE, porque consolidaba los lazos con Europa que alejaban a Ucrania de la esfera de influencia rusa.

Estamos haciendo campaña para que se cancele la deuda de Ucrania

Desde nuestro punto de vista, habría sido preferible que otro organismo distinto de la OTAN nos proporcionara las garantías de seguridad que buscábamos. Pero no había ninguna otra opción institucional disponible. A posteriori, creo que la izquierda de mi país cometió un error al oponerse durante mucho tiempo al desarrollo de una política europea integrada en materia de defensa.

Hoy en día no me arrepiento de esa decisión. Pero Donald Trump es uno de los mejores argumentos para desarrollar un sistema europeo de seguridad colectiva sin Estados Unidos, lo que debería haber sido la solución preferida desde hace mucho tiempo. Hago un llamamiento a la izquierda occidental para que se tome en serio el deseo de la parte oriental del continente europeo de avanzar hacia ello.

Los Estados europeos desempeñan actualmente un papel secundario en las negociaciones diplomáticas sobre el destino de Ucrania. ¿Qué podrían hacer?

Europa debe continuar con su ayuda militar mientras continúen los ataques rusos. Y si Estados Unidos redujera aún más su apoyo, Europa debería aumentar el suyo. Además del envío de armas, estamos haciendo campaña para que se cancele la deuda de Ucrania. Gran parte de la ayuda que se le ha concedido ha sido en forma de préstamos. Su reembolso reducirá en la misma medida los recursos destinados a políticas sociales o a hacer frente a la crisis de la vivienda. Ucrania lucha por su independencia, no por estar a merced de los acreedores.

Los Estados europeos y Ucrania deberían ser más proactivos en las negociaciones sobre las condiciones posibles y aceptables para poner fin a la guerra. Porque si no se aborda esta cuestión, se le deja todo el espacio a Trump. A menudo les digo a mis colegas de The Left que la cuestión de Ucrania no desaparecerá cuando cesen las hostilidades. Y, en este sentido, creo que no debemos cometer de nuevo el error de dejar a Ucrania en una zona gris entre Occidente y Oriente. La perspectiva de la adhesión es una de las cosas más importantes que la UE puede aportar en este momento.

Eso también es controvertido dentro de la izquierda radical europea...

El proceso no sería fácil ni para la UE ni para Ucrania, pero sería una respuesta a la creciente presión ideológica ejercida por Putin. Los ucranianos saben que su país no es perfecto, pero su resistencia expresa que no quieren vivir bajo el mismo sistema que el pueblo ruso en la actualidad.

Se puede establecer un paralelismo interesante con lo que vivió Finlandia al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Unión Soviética la invadió. Solo habían pasado dos décadas desde una guerra civil finlandesa en la que la clase obrera y la burguesía se habían matado entre sí. Sin embargo, respondieron juntas a la invasión del país. Persistían todas las divisiones políticas normales, pero el derecho a existir en su propia patria los unió contra los soviéticos. Creo que estamos asistiendo a algo similar en Ucrania.

En Francia, Jean-Luc Mélenchon cree que “los europeos han perdido la guerra en Ucrania” y que deben negociarse “garantías de seguridad mutuas”. ¿Está de acuerdo?

Debido a la barrera del idioma, no puedo seguir el debate francés con todos sus matices. Lo que sí puedo afirmar es que debemos comprender qué tipo de líder es Putin y recordar las advertencias de los activistas rusos que lo sabían desde hacía mucho tiempo. Solo cuando su visión del mundo se tradujo en ataques contra otros países, mucha gente despertó, en todos los bandos políticos. Y hoy, la derecha comete el mismo error con Trump, guardando silencio sobre su autoritarismo, siempre y cuando solo apunte a grupos dentro de Estados Unidos.

En cuanto a la idea concreta de las garantías de seguridad mutuas, me parece un poco absurda, al menos desfasada en relación con la guerra de agresión que tenemos ante nuestros ojos. Todos deseamos que la guerra termine, pero serán importantes las condiciones en las que termine.

Usted apoya el principio del rearme, pero no la forma en que lo están llevando a cabo actualmente los Estados europeos. ¿Qué criterios permitirían evitar una deriva militarista?

Es importante contar con capacidades de defensa creíbles. Eso es lo que ha admitido mi partido en Finlandia, frente a la vecindad de una potencia cada vez más hostil e imperialista. Esto significa que hay que elaborar un análisis específico para cada país y aceptar posibles aumentos de la defensa si responden a una necesidad real.

Una política exterior antifascista supone un cambio de paradigma económico

Pero eso no es lo que han hecho los Estados europeos miembros de la OTAN, al aceptar un objetivo de gasto expresado en porcentaje de la riqueza nacional, del 3,5 % o del 5 % del PIB según los métodos de cálculo. Esta medida no ha sido más que una estrategia de apaciguamiento hacia Trump.

Eso tiene peligro, porque gran parte de la derecha simplemente presionará para gastar lo máximo posible sin tener en cuenta cómo se va a financiar, lo que, por supuesto, aumenta la probabilidad de recortes en el gasto social y los servicios públicos. Porque, si se combina la austeridad para la población con un aumento del gasto militar, eso podría beneficiar a los aliados internos de esos líderes autoritarios contra los que pretendemos defendernos.

Una política exterior antifascista supone por tanto un cambio de paradigma económico. No hay que oponer las inversiones militares a otras inversiones, igualmente cruciales desde el punto de vista de la seguridad, en el Estado social o la transición ecológica. Del mismo modo, una política antifascista supone alianzas con los países del Sur para apoyar las instituciones multilaterales y el derecho internacional. Algo que no ha hecho la UE al permanecer pasiva ante los crímenes de Netanyahu.

Usted defiende una reducción de las dependencias críticas hacia regímenes autoritarios, pero se abstuvo en el programa Edip, que tiene como objetivo la creación de una base industrial de defensa made in Europe. Su grupo votó en contra. ¿Cómo lo explica?

En el compromiso final, había disposiciones que debilitaban los derechos de los trabajadores de una manera inútil. Esa gran decepción motivó mi abstención. Pero, en cuanto al fondo del proyecto, apoyo la idea de que Europa debería producir la totalidad de sus medios de defensa sin depender del exterior. El programa Edip dista mucho de ser tan ambicioso, aunque va en la dirección correcta.

En mi grupo, algunos colegas están preocupados por una militarización general de la UE. Comparto con ellos la idea de que es absolutamente necesario que los gastos destinados a la cohesión social y regional no se desvíen hacia el rearme. Lo que debe unirnos es no utilizar el dinero de los contribuyentes europeos para financiar el complejo militar-industrial americano.

En Francia, la izquierda está dividida sobre la hipótesis de un servicio militar voluntario. En Finlandia, el servicio militar es obligatorio para los hombres. ¿Cuál es su opinión al respecto?

La Alianza de Izquierdas está a favor del sistema de reclutamiento general, ya que la alternativa sería un ejército profesional. La ventaja del reclutamiento es tener un ejército compuesto por gente corriente y, sobre todo, de todas las clases sociales, no por gente que lo hace para ganarse la vida. Un profesor americano de izquierdas me dijo una vez: “En Finlandia tenéis un ejército de reclutamiento general. Aseguraos de conservarlo, porque es el único sistema que garantiza que las élites políticas paguen el mismo precio por la guerra que la clase trabajadora.”

En los países que tienen un ejército profesional, te encuentras con miembros de la clase trabajadora que trabajan en el ejército y élites que no necesitan ir allí para encontrar un trabajo bien remunerado. El sistema obligatorio tiene pues ventajas que no se encuentran en un sistema basado en el voluntariado. Pero hay una gran injusticia en el sistema finlandés: es obligatorio para los hombres y voluntario para las mujeres, algo muy anticuado. Una obligación universal supondría tener que gestionar una reserva demasiado grande para nuestras infraestructuras, pero mi partido apoya el principio de un servicio militar obligatorio igualitario para ambos sexos.

Caja negra

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La entrevista se realizó en el Parlamento Europeo en Bruselas el martes 2 de diciembre. No ha sido modificada por el equipo de Li Andersson, que pudo releerla antes de su publicación.

 

Traducción de Miguel López

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