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Despenalizar la prostitución no es defenderla

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Jesús Moncho Pascual

¿Hacer leyes, legalizar, despenalizar, abolir...? Empecemos por decir que "Abolir no es prohibir". Excelente frase, entre otros, de Mabel Lozano, gran luchadora por la dignidad de las mujeres y contra la explotación y degradación prostitucional. Apropiadas palabras y conceptos, que no tratan de solucionar la cuestión ipso facto, pero que ponen la problemática en una tesitura de partida para su solución más que plausible. "Hacemos una Ley de la abolición y ya acabamos con todo. No es así. Estos son dos fenómenos (prostitución y trata) muy complejos y arraigados que están conviviendo de la mano. Un gran negocio... Lo más importante es trabajar en leyes para que esas mujeres puedan salir de la prostitución".  (woman.es, Mabel Lozano, marzo 2020).

En efecto, prohibir la prostitución, en el estado actual de cosas, es atacar a la parte más débil, el oferente de prostitución, que normalmente se mueve en una situación de necesidad o precariedad. La prohibición significa dejarlo/la en la misma posición y capacidad en la que se encontraba y con pocas posibilidades de cambio y mejora, o quizás implica empujarlo/la a persistir en un submundo aún más profundo.

Por lo tanto, si la sociedad se marca el objetivo de la erradicación de la prostitución y el fin de la vejación que conlleva, se debería adoptar una línea de actuación que, aunque requiera tiempo y esfuerzos, nos lleve a resultados significativos y permanentes, es decir: abolir (la prostitución) no es prohibir, es dotar de derechos a las personas víctimas de este proceso de prostitución.

Primero que nada, la abolición no es un fin en sí mismo, sino un instrumento que permita trabajar de manera coherente en un ámbito más grande, en el seno de la sociedad, a fin de obtener una reinserción eficaz de las víctimas; además de una prevención, con especial incidencia en sectores vulnerables, junto con una formación-educación del conjunto de la sociedad sobre la problemática. Y esto son leyes, implantación de una legislación que posibilite la consecución de tales objetivos. Entre las metas principales, no es necesario decirlo, estaría: acabar con el tráfico y comercio de personas, dotar de recursos materiales y no materiales a las víctimas, más su defensa y orientación hacia un nuevo mundo o contra recaídas.

Está claro que se hace patente la persecución y descrédito del consumidor de sexo pagado, porque posibilita la mercantilización, cosificación y violencia estructural establecida o permitida contra personas vulnerables. Siempre considerando que la prostitución es un fuerte obstáculo a la igualdad y dignidad de las personas, además de ser violencia contra el débil, y que la víctima no puede ser vertida en submundos escondidos lejos de los derechos que nos humanizan a todos.

No es una tarea de un día para otro. Es de largo recorrido. Pero se estarán sentando las bases para que la sociedad no vea, no considere, la prostitución como algo más de nuestra realidad, algo normal o realizable, y se sienta Impelida a huir de su demanda, de su oferta , de su práctica. Habremos avanzado hacia el respeto y la igualdad de las personas, sobre todo de las más vulnerables, que, seguramente, necesitan el esfuerzo de todos/as. Y la ley es la única garantía.

Jesús Moncho es socio de infoLibre

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