Escuche el ruido del silencio
En ya mi tercera edad quiero contar lo que es el ruido del silencio, una expresión que puede explicar lo que viví en las dos Españas. Y me aterra pensar, por haberlo conocido muy bien, que podamos de nuevo oscurecer nuestras vidas. En mi niñez y en mi adolescencia conocí el odio muy de cerca y, sin saber cómo, me pude rebelar contra ello, soporté el odio de la Falange en la que mi padre fue parte. Y aunque lo he contado más veces, de vez en cuando tengo que explicarlo por si algún joven me puede leer, esos que hoy en día ven con fruición el Tik Tok como su nuevo diccionario de vida y puede llegar hasta el final.
El odio te crea un ruido ensordecedor en tu conciencia cuando no lo aceptas. Yo nunca pude hablar de nada con mi padre, por lo cual al final de mi vida, quizá tenga un pequeño trauma de una situación que afecta a cualquiera. Y con mi madre en silencio porque ella no pensaba igual y muchas veces se ponía de mi lado, pero tratando de acabar aquel ruido. Yo casi no sabía lo que era ser rojo, pero sabía que a quien se refería en muchos casos era una gran persona. Sé de negar el saludo en la escalera de casa porque eran rojos. Pero para mí seguían siendo buenas personas que incluso me hacían carantoñas y notaba su cariño hacia un niño que a nadie podía hacer daño. Mi madre callaba porque en aquellos años de posguerra las cosas eran así, pero yo no lo aceptaba y ahora pienso en cómo yo siendo tan joven, adolescente, podía rechazar aquello en un mundo en que las voces de mi padre creaban el silencio en los demás. Y yo me preguntaba por qué. Y hoy, que estoy en el final de mi larga vida, me ha dado por pensar en esa causa, porque mi trabajo laboral me impedía pensar en esas cosas tan antiguas, pero cercanas. Recuerdo cómo fui a votar no a aquel falsón referéndum de los 25 años de Paz. La de pocos. Y en aquella mesa estaba mi padre, que supongo tiró el voto a la basura. Como otros tantos.
En mi media vida pasada en Euskadi viví también muy cerca de mí el ruido de ese silencio provocado por el separatismo de ETA o de sus ayudantes de HB que siendo ya muy mayor no entendía como podríamos callar ante esa amenaza, viendo letreros en las paredes a los que nadie se oponía por miedo, viendo a tanta gente que clamaba por una libertad que a mí me parecía una libertad mal entendida si los que la dirigían eran los que veíamos cada día provocando asesinatos de quienes, muchos, no tenían culpa de nada. Me enfrenté con la palabra solo ante ese mundo, pero de nada valía. Fue una etapa en que sentí un gran dolor porque yo sabía lo que en la capital se susurraba, que todos los vascos eran de ETA. Nada más falso. Menos mal que se demostró después.
Madrid no ha cedido en nada. Solo veo una cuna fascista anidada a aquel fascismo que nunca soporté y con una lideresa que cada día demuestra su odio a la mitad de los habitantes que dice dirigir
Esas dos Españas las conocí muy cercanas y no me quedo con ninguna. Pero sí observo hoy que Euskadi ha sabido reaccionar. Dirigida por los dos únicos partidos profesionales existentes, PNV y PSOE, y secundado por aquellos que han reconocido su gravísimo error y que hoy navegan en partidos de una izquierda sensata, que supo acceder a las normas mínimas de colaboración de la democracia, se vive con sensatez, un pueblo maravilloso en donde me ocurrieron las mejores cosas de mi vida y que hoy reconocen muchos de sus visitantes. Sin embargo, la capital Madrid no ha cedido en nada. Solo veo una cuna fascista anidada a aquel fascismo que nunca soporté y con una lideresa que cada día demuestra su odio a la mitad de los habitantes que dice dirigir pero que no es verdad, pues su objetivo es liderar España, que Dios no lo quiera. Y me entristece que en Madrid aún se quiera llegar a aquel silencio que provocaba un ruido ensordecedor e indeseable. Cuando ese fascismo lo vemos lejano aún con la llegada a USA de unos líderes trastornados por el poder de su propio dinero sería el momento de que España liderara un mundo del sentido común, de la concordia que nos trajo la democracia mal entendida y recuperar la ética perdida. Hay suficientes personas en este país, jóvenes preparados que deberían olvidarse del Tik Tok y crear algo para vivir en paz sin hacer el ruido aquel que tanto recuerdo en silencio. Y para ello siempre tendremos la Europa sensata, los BRICS o la parte de Hispanoamérica que aún nos quiere. Ahí lo dejo y creo que me repito en esta observación, pero es que es urgente salvar la vida que tantos quieren hacer imposible.
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César Moya Villasante es socio de infoLibre.