¿El Gobierno de coalición “progresista”, reflejo de una política de “ruptura”?

Mario Diego Rodríguez

En el contexto actual iniciado por Estados Unidos sobre el retorno al proteccionismo, la política llevada a cabo por el Gobierno progresista no se diferencia de la practicada durante la crisis financiera de 2008, o de la producida por el confinamiento de 2020, o de la de la crisis inflacionista provocada por el inicio de la guerra de Ucrania: rescates y más rescates con dinero público a las grandes empresas.

En el marco del rearme general en Europa, la remilitarización impulsada por el Gobierno ha sido respaldada por una amplia mayoría de los partidos institucionales, tanto de izquierda como de derecha, y con el beneplácito, cómo no, de las grandes empresas y, en particular, las armamentísticas. Nada que difiera tampoco de las políticas practicadas por Gobiernos anteriores, tanto de derecha como de izquierda, aunque estos últimos hayan sido para la mayoría de la población y de la clase obrera una esperanza de cambio de sociedad.

Durante el primer Gobierno de coalición, toda la prensa de izquierda, tertulianos y los propios partidos con nueva presencia parlamentaria nos abrevaron con el supuesto fin del bipartidismo. Por mucho que lo dijesen o lo deseasen, el bipartidismo jamás dejó de existir; el famoso “fraccionamiento” parlamentario debido a la presencia de nuevos partidos, utilizado como argumento, no necesitó mucho tiempo para mostrarnos su límite. PP y PSOE, a pesar de la presencia de esos nuevos partidos en el Parlamento, han hecho fundamentalmente, incluso muchas veces con la propia complicidad de dichos partidos parlamentarios, lo que siempre han hecho, defender los intereses de quienes realmente detentan el poder: las empresas del IBEX-35.

Al igual que en la Transición y la famosa ruptura democrática. Franco murió, cierto, pero sus ideas siguen vivas. No lo digo por la irrupción de Vox en las instituciones, ni por la existencia de la Falange o el carlismo, lo digo porque una parte importante del arco parlamentario son los herederos y defensores de los postulados del franquismo, por mucho que hablen de democracia.

Franco murió, cierto, pero sus ideas siguen vivas. No lo digo por la irrupción de Vox, sino porque una parte del arco parlamentario la integran herederos de los postulados del franquismo

Lo penoso de esta situación es que lo hacen con el beneplácito de la “izquierda institucional”. El mejor ejemplo, que en estos momentos provoca chorros de tinta y muchas protestas en los bancos de la izquierda, es la condena del fiscal general. Como en muchos sectores al servicio del Estado, la magistratura es una madriguera de jueces reaccionarios que ya ejercían en el Tribunal de Orden Público franquista. La demostración, por si era necesaria, de que la justicia siempre ha sido y es de clase. Cuando los cuadros del franquismo se siguieron manteniendo hasta ahora en las antesalas del poder, arropados por los pactos de la Transición, no es de extrañar lo que está sucediendo.

Lo que el PCE entendía, y en parte el PSOE, por “ruptura democrática” era instaurar una democracia rompiendo radicalmente con las instituciones del franquismo, oponiéndose a la reforma gradual del régimen que proponía el personal político franquista. No obstante, bajo el pretexto de que la correlación de fuerzas no era suficiente para ejecutar una ruptura total, el PCE acabó por sumarse a lo que el PSOE se había sumado ya desde hacía mucho tiempo: el proyecto reformista propuesto por la burguesía mediante la persona de Adolfo Suárez, la “reconciliación nacional”, lo que llevó al PCE a adoptar la bandera rojigualda y a la aceptación de la monarquía.

De aquellos barros estos lodos.

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Mario Diego Rodríguez es socio de infoLibre.

Mario Diego Rodríguez

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