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Librepensadores

El meadero

Antonio Nadal Pería

Leo en la prensa que, en un lugar de Cádiz, un campesino oculto tras un cañaveral sorprendió a la reina Isabel II, el 3 de octubre de 1862, mientras orinaba en un paraje después de pedir al carretero que parase por sufrir unas enormes ganas de aliviar la vejiga. Dice un refrán que "quien no tiene en qué mear, se levanta y va al solar". El hecho se transmitió de boca a boca y el lugar, conocido hasta entonces como "El descansadero de la venta caída", pasó a conocerse como "Barrio meadero de la reina", nombre más concreto y expresivo.

En viajes largos y lentos, y a falta de lugares en donde evacuar, no sería raro en esos tiempos realizar algunas paradas para cumplir con tal menester. Eso o hacérselo encima. Pero no es lo mismo que lo haga un ciudadano de los llamados anónimos que toda una reina. Ahora, en los desplazamientos por carretera, para viajes largos o cortos, disponemos de áreas de servicio, de áreas de descanso y de descampados en donde aliviar esas urgencias fisiológicas e inoportunas, de las que nadie está libre. Si esa urgencia ataca en una calle, desaparecidos los urinarios públicos de antaño, los bares sirven perfectamente para solucionar el problema a cambio de un pequeño gasto. En caso de topar con un hostelero generoso y comprensivo, o despistado, ni siquiera hace falta pedir una cerveza o un café para tener derecho a utilizar el aseo. Pilotos de coches y motos en carreras de largas distancias se colocan pañales para no detenerse en caso de necesidad.

Si hoy fuera sorprendida una reina por un observador indiscreto, aliviando en un campo, no nos enteraríamos por el boca a boca, que cuesta un tiempo más o menos largo, sino por las redes sociales. El mirón utilizaría su móvil para inmortalizar el momento y colgaría las fotos en internet para que todo el mundo y al instante se enterara y viera a la reina en situación tan delicada, con las consiguientes burlas, ocurrencias y memes de rigor. La parte negativa y lógica es que nadie puede tomar una foto de otra persona aunque se encuentre en un lugar público y difundirla sin su permiso. Lo contrario se considera una intromisión ilegítima, excepto en el caso de los famosos, muchos de los cuales viven de la imagen o se benefician de su exposición.

Antonio Nadal Pería es socio de infoLibre

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