Librepensadores
En un suspiro
En un suspiro de crueldad infinita, insaciable, el fenómeno Simone Biles ya ha pasado al olvido. La nueva Simone ya ha vuelto a iluminar el espectáculo, el gran sueño —muy rentable, por otra parte—, del sacrificio glorificado para que, efectivamente, no se detenga el espectáculo, para que desde los despachos, las conexiones internacionales, el negocio redondo, la contemplación de los “nuevos Albiciades” puedan verse desde el sofá de casa, entre lote y lote de publicidad enlatada.
Susina Lee, la nueva joya encontrada tras el brillo apagado de la anterior reina que dejó caer el hechizo de su reinado —¿por voluntad propia?, ¿porque ya la vaca no iba a dar más leche?—, y de nuevo la “perfección”, el sacrificio oculto, la negación de un crecimiento armónico y feliz. Precisamente había dicho Simone Biles que de sus momentos más felices solo recordaba “sus tiempos libres”.
Condenados los y las campeones y campeonas que han de seguir entreteniéndonos a continuar en el “más difícil todavía”: citius, altius, fortius, hasta la exaltación máxima, tras el récord inalcanzable, y de nuevo superado, para que todo vuelva a comenzar y queden retirados sobre la cuneta de los juguetes rotos, con las expectativas frustradas porque no se pudo llegar tan alto, tan lejos, tan rápido. Tras haberlo dado todo y solo haber recogido, al final, el sentimiento de frustración y fracaso a pesar de tantas y tantas victorias, tantas y tantas medallas porque no se logró obtener la última…
Y se acaba herido, a pesar de la sonrisa que solo es una mueca, impregnado el espíritu maltratado de no haberlo dado… ¿todo?
Cuando solo se ha aprendido a intentar llegar a esa perfección que no era humana, al dictado cruel de los entrenos y los entrenadores que exigen más y más para entretenimiento de los consumidores que crecen a rebufo de sus ídolos, mientras estos van cayendo sin remedio en la carrera inhumana hacia ningún lado, porque se terminó por olvidar para qué servía la sed.
Tras el sacrificio imparable, relegada la campeona que hubiera debido ganar las medallas, sustituida por la nueva víctima del esfuerzo televisado hasta caer en la desdicha de no poder librarse de la esclavitud de los siervos entreteniendo a sus ociosos señores, sobre la arena del circo…
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre