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La disidencia ‘rock’ de Ai WeiWei

Francisco Chacón

Ai Weiwei se ha convertido en toda una pesadilla para el régimen chino. Este creador cada vez más internacional pasó en pocos años de asesor artístico del Estadio Nacional de Pekín, emblema de los Juegos Olímpicos de 2008, a deslenguado azote de los excesos del gigante asiático. Y ahora da una vuelta de tuerca a su conversión en showman dejándose fotografiar con Elton John y hasta grabando su primer álbum.

Con lo heavy que fue su experiencia a manos de los "inspectores" de la dictadura, no había probablemente mejor estilo musical para canalizar su rabia que... el rock duro. Las nueve canciones que integrarán su disco son fruto de su colaboración con la gran estrella musical de su país, Zuoxiao Zuzhou, del que pretende aprender cómo impostar la voz para que sus textos previsiblemente críticos encajen con el entramado sonoro de alto voltaje.

Parece confirmarse así que el artista más influyente del mundo (según las publicaciones especializadas más prestigiosas) va para vedette a lo Damien Hirst, sin escrúpulos con tal de hacerse notar en el show business. Cual versión 2.0 de Sacha Baron Cohen.

No sabemos qué pensará la galerista que representa en España el legado fotográfico de Ai Weiwei, la todopoderosa Elena Ochoa, directora de IvoryPress y esposa del arquitecto británico Norman Foster. Lo que está claro es que el heavy metal no se encuentra entre los sofisticados gustos musicales de esta hiperactiva mujer, que promulga la exquisita revista 'C Photo' y encabeza una editorial de libros absolutamente chic.

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En todo caso, está asegurado el impacto mundial del artista-rockero de 55 años, con las pilas cargadas desde que se mueve entre Berlín y Londres. Un estatus de libertad que sucede a sus años más oscuros, que arrancaron en 2008, cuando alzó su voz contra el papel del régimen en el terremoto de Sechuan de 2008.

El Gobierno comunista comenzó entonces a perseguirle, pero no calibró el eco internacional que lograría ni que el acoso lo elevaría al altar de los mártires contemporáneos. Le tildaron de evasor fiscal, derribaron su estudio en Shanghai por su supuesta ilegalidad y pasó 81 días en las duras cárceles de un país que antepone la productividad a los derechos humanos.

Ahí, en ese periodo entre rejas, fue tomando cuerpo su plan para dar el salto a la música más atronadora. Él nunca había escuchado discos y, cuando los guardias le obligaron a cantar, se dio cuenta de que únicamente era capaz de entonar los himnos oficiales. Entonces pensó que había llegado el momento de introducirse en el arte sonoro e incluso de ser un protagonista activo.

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