Arte

La Guerra de Sucesión, contada en arte

La batalla de Oudenaarde.

En una Europa de poderosas dinastías íntimamente relacionadas entre sí, convertida en tablero de incesantes juegos de poder, de búsquedas de hegemonía y ansias de expansión territorial, la falta de sucesión al trono de las Españas proporcionó la mecha que hizo estallar el que muchos consideran uno de los primeros conflictos globales de la historia, precursor quizá de la Primera Guerra Mundial.

A modo de conmemoración del tercer centenario de la Guerra de Sucesión Española, la Fundación Carlos de Amberes ha programado En nombre de la paz. La guerra de Sucesión española y los tratados de Madrid, Utrecht, Ratstatt y Baden (1713-1715), una exposición comisariada por Bernardo J. García García y organizada en colaboración con Acción Cultural Española.

'Alegoría', de Romeyn de Hooghe. 

Dividida en tres apartados, la muestra –que coindice con otra programada hasta el 10 de septiembre sobre el mismo tema en el Museo de Historia de Barcelona: El mundo de 1714- toma como hilo conductor más de tres decenas de grabados de la época, en los que se representan de manera propagandística las diferentes opiniones sobre quién debía ser el candidato al trono y los hechos acaecidos en torno a aquel dilema.

El recorrido, visitable hasta el 23 de febrero, ofrece además una serie de retratos pictóricos, tapices, medallas conmemorativas, mapas y ejemplares de los tratados de Madrid, Ratstatt y Baden. La ocasión de ver las 74 piezas que componen la muestra, procedentes de una veintena de instituciones internacionales, es prácticamente única, ya que la mayoría se guardan permanentemente y en depósito, de donde raramente salen.

“El objetivo de la exposición es mostrar el proceso que lleva a la guerra, cómo es el conflicto y sus consecuencias”, explica García, el comisario. De ahí que el espectador sea recibido por un retrato infantil de Carlos II que arranca la narración en 1661. Fue durante el reinado del Hechizado cuando comenzó a plantearse la cuestión sucesoria, que trascendería a conflicto continental y terminaría con la firma del tratado de Utrecht. 

Medalla conmemorativa.

Sin descendencia, el último de los Habsburgo nombró en su testamente a José Fernando de Baviera como su sucesor. Al morir este antes que el propio Carlos II, Felipe de Anjou (quien finalmente reinaría como Felipe V de Borbón) se convirtió en su segunda opción.

Recelosas del proceso expansionista de la Francia de Luis XIV, el rey Sol, las potencias germanas reaccionaron intentando colocar la corona a un candidato de los Austrias, lo que resultó en una conflagración internacional que se saldaría, entre otras cuestiones, con la pérdida de los territorios europeos de las Españas, la cesión de Gibraltar y Menorca a Inglaterra y con la capitulación de Cataluña, que pasó a convertirse en provincia de la nueva España de la monarquía borbónica.

“No se trata de un conflicto estrictamente español, sino europeo, que alcanzó territorios extraeuropeos como Canadá o la colonia de Sacramento”, subraya García, que apostilla que, dado que las operaciones que se realizaron fueron preeminentemente terrestres, fue en cualquier caso el Viejo continente el espacio que salió peor parado. El uso de bayonetas y artillería militar, documentado también en el arte, fue en ese sentido devastador, causando cientos de miles de muertos.

Fragmento de tapiz. 

A través de los grabados alegóricos, de los que se realizaban tiradas de entre 600 y 2.000 ejemplares; de los finos tapices y medallas, las diferentes partes involucradas tenían la oportunidad de “contar los hechos y la manera en que se querían guardar en la memoria esos hechos”.

Otras piezas, como los ocho almanaques que se presentan en la exposición, contribuían igualmente a crear una “versión oficial” de los acontecimientos que, aunque destinada a las élites, acababa permeando por otros medios al conjunto de la sociedad.

La muestra, que ya ha pasado por Utrecht (Holanda) y que visitará después de Madrid Rastatt (Alemania) y Baden (Suiza), incluye los ejemplares de los tratados de paz firmados en las tres últimas ciudades, que sirvieron para asentar los fundamentos de la diplomacia moderna, además de la idea de equilibrio de poder sobre la que se fundamenta hoy la Unión Europea.

Más allá de lo puramente político y marcial, pueden verse otras piezas que complementan la narración, como un cuadro de pequeño formato del pintor rococó Watteau, atesorado por el museo Thyssen, en el que se representa una escena de descanso tras la batalla. "Esta es una exposición que permite mostrar más cosas de un conflicto muy complejo", resume García, "y lo hace principalmente a través de los grabados, que son lo más parecido a lo que ahora es la fotografía". 

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