Industria cultural

La industria cultural se estabiliza tras la crisis en "un escenario mucho más pobre"

Los macroconciertos sostienen el ecosistema de la música en vivo.

Diez años después, la industria cultural española está lejos de recuperar el empuje que tenía antes de la crisis económica de 2008. Es lo que se infiere del Anuario SGAE en el que la entidad de gestión de derechos de autor recoge las principales cifras de las artes escénicas, la música, el cine, los videojuegos, la televisión y la radio, y que presentó el pasado jueves los datos referidos a 2017. Las declaraciones de Rubén Gutiérrez, responsable de Investigación y Desarrollo de la Fundación SGAE, no eran esperanzadoras: "La estabilidad que parece que estamos alcanzando está muy por debajo de la estabilidad de antes de la crisis".

El panorama que dibuja el informe es el de unas artes escénicas que han perdido al 30% de su público desde 2008 y cuya recaudación aumenta un débil 1,2% con respecto al año anterior; el de un sector musical muy dependiente de los macrofestivales que ha perdido el 36,6% de sus conciertos en diez años y el de un cine que interrumpe el modesto crecimiento de los últimos años para perder el 2,3% de su recaudación. "En concordancia con los informes de desigualdad y precarización", admitía Gutiérrez, "la sociedad parece que se está estancando en un escenario más pobre" también en lo cultural. El economista y responsable del estudio veía tras este reajuste la pérdida de poder adquisitivo de la clase media mermada por la crisis

Aunque cada área tiene sus propios fenómenos, las cifras no permiten hablar ni de grandes crecimientos ni de grandes caídas, sino de un estancamiento general. En artes escénicas, por ejemplo, el número de espectadores se mantiene relativamente estable desde 2014, en torno a los 13,5 millones, y crece en 2017 un modesto 0,7% hasta los 13,62 millones. Los conciertos de música popular (en la que se incluyen todos los géneros excepto la clásica) descienden ligeramente (un 0,4%), encadenando una caída gradual desde 2008. El número de espectadores crece sin embargo casi un 5% hasta los 26,6 millones, una cifra que no se alcanzaba desde 2012. Después de tres años de suave aumento, la taquilla del cine ha caído un 2,3% en 2017 hasta los 593,9 millones, pero incluso con esta disminución el sector queda por encima de las cifras de 2015. Gutiérrez habla de una "tendencia positiva muy leve", pero señala que nos encontramos ante "indicadores muy moderados". 

Evolución "tímida" en artes escénicas

Todos los adjetivos suenan igual de cautelosos en boca de Gutiérrez. Las artes escénicas (teatro, danza y género lírico) viven, por ejemplo, una "evolución positiva muy tímida". Pese a crecer en todos los parámetros, lo hacen de manera más suave que en años anteriores. Este aumento generalizado no hace más que reflejar el comportamiento del teatro, que supone por sí solo más del 93% de todas las representaciones, en torno al 88% del público y el 87% de la taquilla. La danza, que ocupa solo el 4% de las representaciones, vive en 2017 un crecimiento algo más acusado, ganando dos puntos tanto en espectadores como en recaudación. Pero los bailarines no encontrarán grandes motivos de alegría: es el primer año positivo tras nueve de descensos. El responsable del informe se contiene menos esta vez: "Querríamos pensar que ha tocado suelo, porque lo siguiente es la desaparición". 

Menos tímida es la mejoría en la ópera y la zarzuela, que ven aumentar sus representaciones un 7% hasta las 1.200, sus entradas vendidas en casi un 6% hasta los 703.000 y su taquilla un 5,5% más hasta los 21,6 millones. Esto se suma a la tendencia de las representaciones de música clásica, con diferencia las menos azotadas por la crisis, que solo ha perdido un 5% de su recaudación desde 2008. Los 15.420 recitales de este género en 2017 mejoran las cifras de los anteriores cinco años, y sus 4,9 millones de entradas (de ellas, 2 millones fueron gratuitas) no se veían desde 2010. Se debe, dice Gutiérrez, a la "elasticidad" de la música clásica y la lírica, que apenas sufren variaciones en su consumo (si en 1990 e, 6,8% de la población decía haber ido a al menos un concierto del género, esa cifra solo ha aumentado desde entonces en un punto y medio). 

A mayor exclusividad, más resistencia a la crisis

Pero hay algo más detrás de esta estabilidad: el público habitual de estas artes, señala, "presenta unas características socioeconómicas que se ven menos afectadas por la crisis". Es decir, que frente a un consumo cultural muy sensible a las fluctuaciones económicas, durante el crash que dura ya diez años los sectores tradicionalmente más elitistas se han mantenido con más facilidad.

Otro ejemplo de que resisten mejor las producciones más exclusivas sería un fenómeno que se observa en las artes escénicas, donde taquilla y asistencia no van estrictamente ligadas: de hecho, pese a que desde 2008 el sector ha perdido un tercio de sus representaciones, sí ha recuperado sus ingresos. ¿Cómo puede ser? "La recaudación", explica Gutiérrez, "se distribuye de manera heterogénea". Esto quiere decir que hay una gran diferencia en el valor de las entradas y que, a juzgar por los números, espectáculos caros —como las producciones del Circo del Sol o los grandes musicales— han conservado o aumentado su público mientras otros más accesibles lo han perdido. 

Un caso similar es el de la música en vivo, en el que se ve una doble tendencia: mientras los conciertos convencionales pierden fuelle, levantan el sector los macrofestivales, en auge durante la crisis y con entradas mucho más caras. Sin tenerlos en cuenta, podríamos decir que el público de conciertos ha bajado desde los 33,8 millones de 2008 a los 20,9 millones de 2017, y la cifra de actuaciones no deja de caer desde 2009. Sin embargo, la recaudación no ha dejado de subir desde los 206 millones de euros de hace una década a los 328 millones de la actualidad. La Fundación SGAE ve en esto no ya una situación coyuntural, sino "un cambio en el modelo estructural" que afecta a las salas y a los ciclos y premia los eventos mulitudinarios. 

Los cambios del streaming

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En las antípodas estaría el cine, donde el precio de la entrada no varía según el espectáculo y que por su popularidad es más sensible a los cambios en el poder adquisitivo. Así, tras tocar fondo en 2013 al caer hasta los 76 millones de espectadores (en 2001 se alcanzó un pico de 143 millones), el público había ido volviendo a las salas gradualmente hasta superar los 102 millones de entradas vendidas en 2016. Pero algo sucede: en 2017, asistencia, taquilla y sesiones volvieron a caer. Al "efecto negativo de los precios", dice Gutiérrez, hay que sumar "cambios producidos en el audiovisual a través de las grandes plataformas onlineonline". Esto se ve más claramente en el sector del vídeo, reducido a algo residual mientras arrasan empresas como Netflix, HBO o Amazon Prime. Pero de estas últimas aún no recoge datos la Fundación SGAE, ni en la rúbrica de cine ni en la de televisión ni en la de vídeo. 

Es un fenómeno similar al que ha sufrido la música grabada, cuyos cimientos tiemblan desde mucho antes de la crisis económica. Si se mira solo al mercado físico (CD, vinilo...), la industria ha perdido el 67% de sus ventas entre 2008 y 2017, aunque la caída empezó allá por el 2000. Si se le suma el creciente mercado digital, que supone más de seis de cada diez euros de la caja, esas perdidas se quedan en un más asumible 15%. De hecho, las ventas no dejan de crecer, y a buen ritmo, desde 2013, y solo el año pasado dió un salto del 17,5% hasta los 231 millones de euros. E incluso el mercado digital sufre rápidas alteraciones: el grueso de su recaudación proviene de plataformas de streaming tipo Spotify —no se incluyen otras, como Youtube, de las que la entidad no tiene cifras—, que sumando suscripciones y publicidad alcanzaron 138 millones de euros en 2017. Las descargas, sin embargo, no dejan de caer y apenas superan los diez millones. La estampa completa da lugar, según Gutiérrez, a un cierto optimismo, "pero a un optimismo contextualizado". 

 

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