Karin Smirnoff: "Da miedo cómo hemos normalizado las estupideces de los líderes de extrema derecha"

Karin Smirnoff continúa la saga 'Millennium' con 'Los colmillos del lince'

En el contexto de la cobertura de Eurovisión 2025, infoLibre ha decidido no publicar información sobre el certamen e invitar así a la reflexión sobre la participación en el festival de Israel, un país que ha masacrado a más de 52.600 palestinos desde octubre de 2023 y que ha forzado a casi dos millones de personas a abandonar sus hogares en Gaza y a salir del territorio, según los últimos datos de la ONU.

Con esta iniciativa, queremos ofrecer un contenido cultural en el espacio que ocuparían los detalles sobre Eurovisión, sus participantes o los resultados, en el caso de que Israel no participara en el certamen. Esta acción pretende reflejar el compromiso de infoLibre con la población gazatí, con el respeto a las resoluciones internacionales en Europa, nuestra creciente preocupación por los derechos humanos y reivindicar la cultura como un espacio de encuentro y de concordia, un antídoto contra los extremismos excluyentes.

Lisbeth Salander irrumpió con furia en nuestras vidas hace ya un par de décadas como rabiosa respuesta a la violencia contra las mujeres. Veinteañera, hacker experta en informática con una inteligencia fuera de lo común, andrógina, gótica, punk, boxeadora y un tanto sociópata. Una serie de durísimos traumas juveniles le llevan a sentir un odio extremo hacia los hombres que maltratan a las mujeres, lo que a su vez le hace sacar de lo más profundo de su alma una violencia salvaje ante cualquier tipo de injusticia, vejación o agravio. Así, de golpe y porrazo, como réplica ante un mundo hostil, se convirtió en la primera gran heroína de la literatura del siglo XXI. 

Porque, sí, claro, Lisbeth Salander es un personaje de ficción creado por el escritor sueco Stieg Larsson (1954-2004) para protagonizar Los hombres que no amaban a las mujeres (2005). Un clásico contemporáneo con su propia intrahistoria de infortunio, pues el autor murió repentinamente justo después de haber entregado a su editor La reina en el palacio de las corrientes de aire (2007), el tercer volumen de la entonces trilogía Millennium, que le haría póstumamente célebre al convertirse en todo un superventas internacional gracias también a La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (2006).

El desmesurado éxito animó a los herederos del novelista a convertir la trilogía en una saga, primero con otros tres títulos de David Lagercrantz -Lo que no mata te hace más fuerte (2015), El hombre que perseguía su sombra (2017) y La chica que vivió dos veces (2019)-, y continuada después por Karin Smirnoff (Umea, 1964), que publicaba en 2023 Las garras del águila y ahora está de vuelta en las librerías de todo el mundo con Los colmillos del lince (2025). Y sí, efectivamente, veinte años después, a pesar de los cambios que a todos nos sobrepasan, aquí sigue Lisbeth Salander, ya una mujer adulta, en permanente combate contra lo que se lo ponga por delante, con la inestimable ayuda del periodista Mikael Blomkvist.

Stieg Larsson ya advirtió sobre el avance de la extrema derecha en 2005, también desde antes, era una de sus grandes preocupaciones

Hablamos, por tanto, del octavo título de los diez que inicialmente planeó escribir Larsson, cuyo legado recae ahora en una mujer que ofrece una nueva vuelta de tuerca al conflicto entre el desarrollo económico y sus implicaciones ecológicas a través de las disputas que provocan las explotaciones mineras y sus consecuencias: el desplazamiento de pueblos enteros, la especulación inmobiliaria y la explotación de los trabajadores. La voracidad del dinero y la gula de los poderosos, en definitiva, algo que recorre de manera transversal en mayor o menor medida todas las entregas de una saga en la que también se alerta de los abusos del patriarcado, la emergencia climática, las servidumbres de la tecnología o el auge de la extrema derecha.

"Stieg Larsson ya advirtió sobre el avance de la extrema derecha en 2005, también desde antes, porque era una de sus grandes preocupaciones. Ya entonces dijo que iban a llegar al poder los Demócratas de Suecia, que es el partido de extrema derecha allí", rememora la autora en un encuentro con un reducido grupo de periodistas en la Embajada de Suecia en Madrid, donde recuerda a su vez que ella misma tiene muchísimas fotos de los años noventa de miembros de ese partido ultra con sus integrantes "haciendo el saludo nazi, con las cabezas rapadas y vistiendo cazadores bomber".

"Hoy en día, ese partido cuenta con el 20% de los votos y está completamente establecido, con lo que aquella advertencia que nos lanzó en su día Stieg Larsson se ha convertido en una realidad. Y, por supuesto, hoy que son un partido establecido niegan cualquier vinculación con los neonazis, niegan que sean neonazis, pero claramente a la vista está que lo son, porque también comparten su visión del mundo", destaca, lamentando que esta sea una "realidad" a la que "nos enfrentamos" no solo en toda Europa, sino en todas partes del mundo, también en Estados Unidos.

Y prosigue: "Estos son temas que comparto con Larsson porque son tremendamente movilizadores, de actualidad, y hemos visto que han tenido una evolución muy triste, porque esa advertencia que nos lanzó Stieg se ha convertido en una realidad y hoy día los vientos claramente soplan a favor de la extrema derecha. Es algo que vemos y me da muchísimo miedo, como se lo daba a él, sobre todo por cómo hemos llegado a normalizar la estupidez, cómo hemos normalizado las estupideces que dicen y hacen los líderes y los miembros de estos partidos de extrema derecha. Esa normalización es lo que más preocupaba a Larsson y lo que más me preocupa a mí, y lo que vemos en casos por ejemplo como Trump".

Es por ello que, para Smirnoff, es todavía si cabe más importante abordar estas temáticas en la novela negra nórdica, que apela a un público amplio y generalista: "Es una oportunidad de abordar estos asuntos como el ascenso de la extrema derecha, la violencia contra las mujeres o en este caso también la minería". Porque precisamente Los colmillos del lince arranca en un pueblo remoto del norte de Suecia, cuando Svala, la sobrina adolescente de Lisbeth Salander, se une a un grupo de activistas que se opone a la reapertura de una mina y, en medio de las protestas pacíficas, una periodista que investiga el caso aparece muerta.

Siempre me impresiona lo tremendamente ignorantes que son los políticos

Mikael Blomkvist, que acaba de incorporarse al periódico local, inicia una investigación que amenaza con desvelar un escándalo de grandes proporciones. Mikael, Salander y Svala unen esfuerzos una vez más mientras intentan dar con el paradero del hacker Plague, cuya misteriosa desaparición añade otra incógnita al caso. Toda ayuda es poca: se enfrentan a un grupo dispuesto a recurrir a medidas extremas para defender sus intereses, y muy pronto verán que entre los terribles secretos de la antigua mina se encuentran sus peores enemigos. A partir de este punto de partida se desarrolla la trama.

"El problema es que necesitamos minerales justamente para impulsar la denominada industria verde, por ejemplo cuando hablamos de las baterías para los coches eléctricos", apunta, al tiempo que lamenta el largo historial de empresas extranjeras que acuden a Suecia y tratan de aprovecharse de los proyectos mineros, sobre todo porque en el país nórdico hay "una legislación que favorece este tipo de inversiones". "Llegan, consumen los recursos de esas explotaciones mineras durante diez o quince años y se van a otros lugares porque el único interés que tienen es el dinero. No les interesan las condiciones de vida del lugar donde van, tampoco el desarrollo verde", denuncia.

Este es justamente el principal tema político de esta nueva novela, basado en el interés personal de la propia escritora en "informar de alguna manera a los lectores sobre la preponderancia del greenwashing, el enorme impacto que tiene en los países y todos los problemas adicionales que genera". Lamenta, igualmente, que el argumento que suelen utilizar los políticos suecos sea que es "mejor buscar esos minerales en Suecia que ir a buscarlos a África, cuando en realidad se puede responder fácilmente con otro argumento: ¿por qué no mejor llevamos nuestro conocimiento a África y mejoramos las condiciones de vida de las personas allí?"

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Ofrece la autora otra alternativa en "no buscar nuevos proyectos mineros, sino tratar de aprovechar las minas ya existentes", pero rápidamente se da cuenta de la imposibilidad de la propuesta: "Siempre me impresiona lo tremendamente ignorantes que son los políticos. Claramente, no pueden estar al tanto de todo, pero son presas muy fáciles de todo el lobby que hay alrededor. Yo les veo decir 'sì' a muchos proyectos sin pensar en las consecuencias que tienen sobre el territorio".

En esta línea, abriendo el abanico temático, contar con una mujer tan potente como Lisbeth Salander da la oportunidad a la escritora también de advertir de que todo esto se produce en un momento de la historia en el que "vemos que hay políticos que pretenden devolver a las mujeres al ámbito del hogar". "Ahí está el fenómenos de las amas de casa tradicionales, las tradwives, que parecen intentar echar tierra sobre todos los derechos conseguidos con muchísimo sacrificio por todas las generaciones anteriores", remarca Smirnoff, para quien "claramente estamos viendo una contraola de ataque a todas las conquistas feministas". "Me parece interesante incluir estas temáticas para que los lectores puedan informarse y reflexionar sobre estos asuntos que son de tanta actualidad y tan urgentes", apostilla.

Hablando en particular sobre Lisbeth Salander, que ya no es una adolescente como al principio de la serie, reconoce que es "bastante complejo" escribir a estas alturas sobre un "personaje tan icónico", para lo cual ha intentado "añadirle más sustancia y darle un desarrollo que sea más de nuestros tiempos". Y para terminar, en lo que se refiere a la continuidad de la franquicia Millennium, se limita a comentar que ella tiene contrato para tres entregas, de manera que ya está escribiendo la tercera, y después no sabe qué pasará: "No sé si habrá diez, o doce, depende de los herederos de Larsson. Es una familia absolutamente encantadora, aunque han sido proyectados en los medios como malvada o compleja, pero eso no puede estar más lejos de la realidad. En mi caso, no han tomado parte en absoluto en el proceso de escritura".

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