Los diablos azules

Mil versos en el camino

Estos días azules y este sol de la infancia. Poemas para Antonio Machado.

Ramón Rozas

Este viernes, 22 de febrero, se cumplen 80 años de la muerte del poeta Antonio Machado en el exilio, en la localidad francesa de Colliure. En homenaje al escritor, y con motivo también del tributo que el Gobierno le brindará el 24 de febrero —con una visita a su tumba, la primera de un presidente en ejercicio, como a la de Manuel Azaña en Montauban—, dedicamos este número de Los diablos azules a su memoria. Para celebrar su número mil, la editorial Visor, especializada en poesía, publicaba el volumen una visita a su tumba

Estos días azules y este sol de la infancia. Poemas para Antonio Machado (2018), en el que distintos creadores tramaban sus versos a partir del último escrito por el poeta en Colliure. 

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“Estos días azules y este sol de la infancia” era el futuro comienzo de un verso, o quizás no. Lo que sabemos es que tras la muerte de Antonio Machado en Colliure, un papel en el bolsillo de su abrigo revelaba esa melancolía de un último invierno escrita desde la lejanía de una España que ya no era la suya. En la nuestra, hablar de poesía es hablar de la editorial Visor que lleva cincuenta años publicando poemarios, versos que llegaron al número mil y, ciertamente, pocas maneras mejores de celebrarlo que con un poemario en el que un buen puñado de poetas parten de las palabras inmarchitables de dignidad del poeta sevillano para componer sus propios poemas.

Fue en 1959, veinte años después del entierro del poeta al que el destino trágico de España condujo hasta el pueblo francés, cuando un grupo de poetas de aquella generación de los cincuenta, nacida al amparo de tantos gabanes raídos, se plantó ante la tumba para honrar su memoria. Los Blas de Otero, Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo o José Manuel Caballero Bonald, entre otros presentes, se ven ahora relevados en esa vinculación eterna de la poesía en castellano por un amplio grupo de poetas de ambas márgenes del Atlántico echados a ese apunte doloroso en el que el sol que alimenta el limonero de un patio sevillano se iba volviendo luna, ante la llegada de una noche que poco tenía que ver con las de Castilla, descritas por Antonio Machado tantas veces.

El actual cortejo de poetas no se dirige a la tumba machadiana, sino que hace del verso el espacio de resistencia. El punto de ignición con el que desde el gesto de la poesía los de hoy honran al ejemplar maestro de ayer y vuelven a depositar en aquel bolsillo nuevas palabras, una retahíla de versos escritos a partir de los días azules y el sol de la infancia. Una emocionante procesión en la que mujeres y hombres se miden al gigante, no saliendo en absoluto mal parados. Rimar por encargo no debe ser nada fácil, menos aún con un punto de partida fijado y un horizonte tan inmenso como desenlace, pero la nómina de participantes es tan amplia como excelsa, nombres nuevos en nuestra poesía, otros, consagrados, varios, de allende los mares. Todos unidos en una causa común que desemboca en esa capacidad que tiene la poesía de tasar tanto con tan poco y que lleva a Luis Alberto de Cuenca a decir que «al final solo importan las cosas del principio», a la evocación de las palabras desde el mar de Karmelo Iribarren; a que Antonio Lucas afirme que el poeta «mastica cansancio»; a Marwan a escribir que la «brutalidad solo la combate la inocencia»; a Ana Merino a regresar a «ese anhelo de risas dibujadas»; a Selena Millares a soñar en tres colores: dorado, rojo y lila, (como no); a Ángeles Mora a apuntar que en un bolsillo «guardamos el ayer»; a Manuel Rivas a visibilizar «la eternidad embufandada», «a eternidade embufandada»; a Elvira Sastre a nombrar «la memoria de los versos imborrables»; a Fernando Valverde a situar que «la tristeza es antigua», y así podríamos seguir por ese índice poético.

Un reloj sin manecillas

Un reloj sin manecillas

Palabras que son verso, y que lleva publicando este sello desde 1969 como una de las más felices empresas de nuestras letras. Chus Visor ha hecho de su editorial una especie de Colliure, un ámbito al que peregrinar en busca de la emoción de la poesía y de su digna disposición para reflejarnos, aunque sea con cubiertas negras, pero entonces es el inicio del verso de Raquel Lanseros el que todo lo alumbra: «La poesía es azul/aunque a veces la vistan de luto». _____

Ramón Rozas es crítico literario.

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