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Mitos, leyendas y realidades del Oeste americano

Mitos, leyendas y realidades del Oeste americano

Indios y vaqueros han configurado el imaginario de varias generaciones de espectadores de cine y de series de televisión en todo el mundo. Así, las grandes praderas, las estampidas de bisontes, las escaramuzas de los comanches, las caravanas de colonos y las cargas de la caballería yanqui en el Oeste americano forman parte de nuestra memoria sentimental más que otros paisajes mucho más cercanos en el espacio y en el tiempo. Figuras históricas como los jefes indios Toro Sentado o Gerónimo, el explorador Buffalo Bill o el militar Custer han pasado a la categoría de leyendas más allá de sus peripecias reales.

Pero la consagración cinematográfica del western estuvo precedida de la obra de un grupo de artistas con ansias de aventura, pintores y fotógrafos, que se adentraron en aquellos paisajes inexplorados para plasmar un tipo de vida que estaba a punto de ser arrasado por la supuesta civilización. Un total de 86 cuadros y fotografías, más un gran número de objetos de todo tipo, integran la exposición La ilusión del Lejano Oeste que el museo Thyssen-Bornemisza abrió el pasado otoño y que ya han visitado cerca de 40.000 personas. La ilusión del Lejano OesteLa muestra, que permanecerá abierta hasta el próximo 7 de febrero, organiza este sábado una jornada de debate sobre el tema con la participación de varios expertos.

El artista y comisario de la exposición, Miguel Ángel Blanco, relata que la idea de esta muestra, la primera de estas características que se abre en España, partió de sus experiencias viajeras en varios Estados de EE UU, en la llamada comanchería, hace cinco años. Durante su estancia en el impresionante Monument Valley, en Arizona, surgió el proyecto de Blanco. “Ha sido un proceso largo”, afirma el comisario, “de búsqueda de cuadros y fotos en la Biblioteca del Congreso, en Washington; en instituciones privadas norteamericanas, y en los interesantes fondos de arte americano que atesora el Museo Thyssen. Estoy muy satisfecho de haber reunido todas estas obras porque he luchado como un comanche contra los recortes y menos mal que no me han cortado la cabellera”. Apasionado de la naturaleza y de los espacios abiertos, Miguel Ángel Blanco ha orientado sus creaciones hacia esos temas y sus obras han recibido premios y se encuentran expuestas en importantes centros de arte.

El comisario no tiene ninguna duda de que las leyendas y los mitos que sustentan el espíritu de Estados Unidos proceden de esa última frontera que fue la conquista del Oeste. “El alma norteamericana”, señala Blanco, “está en el Lejano Oeste y todavía hoy en día se sienten pioneros y esa actitud se percibe en su carácter aventurero, en la defensa del uso de las armas o en esos límites difusos entre las leyendas y la realidad histórica”. Pero ese sueño de exploración, esa quimera de encontrar incontables riquezas en territorios vírgenes, ya animó a muchos expedicionarios españoles que recorrieron el Sur y el Oeste de Estados Unidos entre los siglos XVI y XVIII. De hecho, paisajes grandiosos como el Gran Cañón del Colorado fueron vistos por primera vez por exploradores españoles que dejaron testimonio de sus aventuras en mapas, dibujos y objetos que se encuentran en la muestra del Thyssen.

Ahora bien, esa llamada conquista del Oeste vino acompañada de un auténtico genocidio de los indios norteamericanos a manos de los militares y los colonos. De este modo, la población nativa, repartida en infinidad de tribus, se vio muy mermada hasta su casi desaparición. El sistema que adoptaron las autoridades para someter a los indígenas se basó en eliminar a los bisontes, la principal fuente de alimentación de los nativos. “De hecho”, explica el comisario, “en la segunda mitad del siglo XIX los 60 millones de ejemplares de bisontes, también llamados búfalos, quedaron reducidos a apenas unos centenares. Se trató, en definitiva, de la mayor matanza de un mamífero en la historia”.

La exposición La ilusión del Lejano Oeste despide en paisajes y retratos, tanto en pintura como en fotografía, un aire melancólico de final de un mundo idílico donde los indios convivían de forma armónica con la naturaleza, lejos de la civilización. Al margen de esa imagen estereotipada, ya que las guerras entre los nativos por el control del territorio y de las fuentes de riqueza estallaban con frecuencia, lo bien cierto es que la llegada del ferrocarril en la segunda mitad del siglo XIX fue arrasando el modo de vida en las grandes praderas. “La expansión hacia el Oeste”, manifiesta Blanco, “se consolidó a mediados del siglo XIX con la construcción de fuertes militares y con las incursiones de colonos, ingenieros o tramperos que fueron apoderándose de inmensos territorios que hasta entonces habían sido propiedad de los indios”. Entre esos pioneros se hallaban también fotógrafos como Carleton Watkins, Timothy O´Sullivan y William Henry Jackson o pintores como George Catlin y Karl Bodmer.

Aquellas tareas heroicas tuvieron su recompensa en unos paisajes y unos personajes que fueron inmortalizados, desde el valle de Yosemite o el Gran Cañón hasta los jefes indios, en unas atmósferas que oscilan entre una naturaleza imponente, la sensación de un paraíso perdido y la inminencia de una violenta irrupción del hombre blanco. “Creo”, concluye Miguel Ángel Blanco, “que hemos puesto en pie una exposición que despierta muchas emociones en medio de un panorama museístico a veces muy frío y academicista. Aquellos pioneros se merecen que los recordemos y baste decir que un fotógrafo como Watkins se adentró en el Oeste con dos mulos que transportaban una cámara que pesaba una tonelada”.

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