PRIMERO DE MAYO
La mitad de afiliadas, pero ni una secretaria general: las mujeres reclaman su lugar también en los sindicatos

A muchas se les quedan cortas las horas del día para llegar a todo. Sobre sus espaldas pesan las horas extra sin remunerar, el trabajo no reconocido en sus hogares, las lavadoras, los pañales, los cuidados, la precariedad. Casi parece un privilegio tan sólo poder pronunciar la palabra militancia. Pero las mujeres que deciden dar un paso hacia las filas de una organización sindical tienen este Primero de Mayo mucho que decir. Y su discurso es bidireccional: interpela no sólo a los de fuera, sino también a sus propios compañeros. Las mujeres quieren conquistar los espacios que les han sido tradicionalmente vedados, también los sindicatos.
"El movimiento sindical ha sido cosa de hombres en el más estricto sentido de la expresión", analizan las sociólogas Eva Bermúdez y Beltrán Roca en el artículo Participación de mujeres en el movimiento sindical. "En los sindicatos, las mujeres no han existido como personas con identidad propia y han sido invisibilizadas por la historia, la literatura y las propias organizaciones, que han presentado una clara hegemonía masculina".
No hay más que repasar la historia de los sindicatos mayoritarios. Comisiones Obreras (CCOO) ha contado, en época democrática, con cinco secretarios generales. Todos hombres. También son masculinos los tres nombres que han ocupado la secretaría general de UGT en las últimas décadas. Lo mismo sucede en la gallega CIG: ni una secretaria general en toda su historia. La representación sigue siendo cosa de hombres, pero eso no significa que las mujeres no hayan tratado de redireccionar el rumbo de los sindicatos. A veces, o casi siempre, en la sombra.
Apuntarse al paro y al sindicato
Nicolasa Castro tiene que detenerse a hacer las cuentas para calcular el tiempo que lleva militando. "Terminé la carrera y fui a apuntarme al paro y al sindicato", dice en conversación con infoLibre. Eran los ochenta. Hoy está a punto de prejubilarse y ocupa el cargo de secretaria das Mulleres da CIG. En su sindicato, la evolución ha ido acompasada de un avance que también se dejaba ver a nivel social. "El sindicato se tomó muy en serio que para responder a las demandas de toda la sociedad, tenía que ser también feminista". Pero la sindicalista señala además a las huelgas en torno al 8M como momento paradigmático.
"Las huelgas de mujeres fueron muy pedagógicas, sobre todo para ellos. Aprendieron que no tienen por qué ocupar la primera fila y que el megáfono lo tienen que coger también las compañeras", asiente la sindicalista, quien encaja aquellas huelgas como un "antes y un después", a pesar de las resistencias que sí surgieron en las filas de la organización en un primer momento.
En la central gallega, las mujeres afiliadas ya rozan la mitad: son el 48,9%. Un porcentaje que cae en picado cuando se trata de sectores masculinizados, como industria (12,6%) y construcción (10,1%). En la Ejecutiva Confederal, ellas son el 42% y en el Consello Confederal el 40%.
UGT celebra una presencia equilibrada entre hombres y mujeres. Ellas son ya el 41,9% de la afiliación, el porcentaje más elevado en la historia del sindicato. Acercando la lupa, también se perciben diferencias según cada sector: las mujeres sindicalistas son mayoría en los servicios públicos. Ahí, el porcentaje se eleva al 57,29%. En el extremo opuesto, no obstante, ellas son sólo el 17,45% de las afiliadas en industria, construcción y sectores agroalimentarios.
El aumento de la afiliación femenina ha ido indisolublemente asociado a una mayor presencia de las mujeres en puestos de representación. Las mujeres delegadas sindicales en UGT son, con datos de 2023, un 40,94%. De nuevo, la mayor presencia se encuentra en los servicios públicos (54,47%) y su peso es residual en industria y construcción (24,36%).
Medea García, secretaria confederal de Mujeres en UGT, tenía la referencia en casa. Su madre ya consiguió hacerse un lugar en el sindicato, en un momento en el que era todavía más difícil que ahora dar un paso al frente siendo mujer. "He vivido con una madre sindicalista de toda la vida, con un puesto de responsabilidad y una mujer pionera por enfrentarse al machismo", presume.
Tampoco deja de crecer la afiliación femenina en CCOO, celebran sus representantes, con datos que ya superan el 48% de la afiliación. Las mujeres delegadas, un total de 49.661, representan el 44,19%, cuatro puntos por encima de las tasas registradas en 2021. Y a nivel territorial, la representación femenina también va en alza: al término del proceso congresual en el que está ahora inmerso el sindicato, la mayoría de las secretarías generales serán ocupadas por mujeres. Concretamente en once de diecinueve territorios habrá una sindicalista al timón.
Carolina Vidal lleva tres décadas de militancia a sus espaldas. "Siempre entendí que las condiciones de trabajo y una vida digna eran esenciales para mi futuro. Llevo las siglas de CCOO pegadas a mi vida". Hoy es secretaria confederal de Mujeres, Igualdad y Condiciones de Trabajo.
Aunque las entrevistadas aplauden el trabajo paulatino que han ido labrando sus sindicatos, todas ellas coinciden en un gran defecto: haberlas aislado en lo, morado. A día de hoy, todos los asuntos que interpelan a las mujeres van a parar al cajón de las secretarías de género, en lugar de ser concebidos como elementos transversales.
La doble (o triple) jornada
Eva Bermúdez y Beltrán Roca diseccionan en su artículo las razones de la tardía incorporación de las mujeres al seno de las organizaciones sindicales. En el análisis convergen distintas casuísticas, ligadas esencialmente a la también paulatina integración de las mujeres en el mercado laboral, pero no sólo: entran en juego aquí factores como la doble jornada laboral o la percepción de los sindicatos como espacios especialmente masculinizados.
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"La dificultad de equilibrar la labor sindical, la actividad laboral y la vida familiar supone el obstáculo principal para la participación de las mujeres en las organizaciones sindicales", reseñan las autoras. "Un aspecto común a todos los relatos es que se relaciona la división sexual del trabajo con la imposibilidad habitual de las mujeres para participar en igualdad de condiciones respecto a sus compañeros debido al reparto desigual de tareas de cuidado. Hablan entonces, no ya de una doble, sino de una triple jornada laboral. La imposibilidad de compatibilizar militancia, familia y trabajo es la causa fundamental atribuida cuando reflexionaban acerca de la falta de participación, en general, de las mujeres en las organizaciones".
Así lo ven diariamente las entrevistadas en sus sindicatos. Un lastre que pesa todavía más cuando se trata de asumir puestos de responsabilidad. "A veces afrontamos jornadas maratonianas, pasamos noches fuera y eso imposibilita los cuidados", expone Medea García. Pero, además, la sindicalista detecta otro obstáculo: "Las mujeres se terminan quemando antes, los hombres no". Hasta el punto de que muchos se aferran a sus cargos hasta la jubilación, mientras que ellas tienden a renunciar antes, observa. "Por la doble jornada, por la maternidad, porque se queman o porque la exposición pública es el doble de dura". Para Carolina Vidal es igual de importante "hacer esfuerzos por romper los techos de cristal en las organizaciones sindicales" que terminar con los suelos pegajosos: no sólo son necesarias mujeres en puestos de liderazgo, perfila, sino también afiliadas y delegadas.
En la ambiciosa tarea de cambiarlo todo, Nicolasa Castro desliza una herramienta que se ha demostrado útil: los espacios no mixtos. A través de encuentros periódicos de delegadas y afiliadas, su sindicato trata de construir espacios seguros para ellas. La asistencia a estas citas, observa, es mucho mayor en comparación con otros eventos. "No se sienten cohibidas, pueden intervenir, se construyen espacios seguros". El próximo paso es hacer extensivos esos espacios amables: que levantar la mano en una asamblea no suponga un esfuerzo titánico para la militante que atraviesa las puertas de la sede de su sindicato y que sus demandas estén insertas en cada uno de los lemas que salen del megáfono en cada manifestación.