
Carolina Vidal defiende convencida lo que parece una receta simple: hablar. Rechaza la resignación y el derrotismo, está segura de que no está todo perdido. Y que hay mucho más potencial en las generaciones más jóvenes que voces reaccionarias, aunque las segundas hagan más ruido. "Hay que ganar la batalla cultural y para eso lo que hay que hacer es hablar", asiente. Jana Bravo convoca a la reflexión y al pensamiento crítico, confía en que el feminismo sigue siendo un revulsivo y cree con firmeza en su potencial transformador. También lo siente así Katty Solorzano: "Ser feminista es luchar por una vida justa y digna para todas y para todos". Las tres saldrán a la calle este sábado, Día Internacional de las Mujeres, no sólo para sacar músculo contra la oleada ultra que conquista instituciones y tribunas de todo el mundo, sino también para decir que el feminismo es capaz de volver a convencer a quienes le han dado la espalda.
La situación es crítica. Un estudio publicado este jueves, confeccionado por Ipsos, evidencia una tendencia consolidada de regresión. El porcentaje de personas que se definen como feministas no para de descender: son cuatro puntos menos respecto al año pasado. Ser feminista ya no es algo de lo que presumir. Al contrario: la tradicional hegemonía patriarcal ha conseguido disfrazarse de agenda subversiva. La misma encuesta revela que un 52% de la población piensa que las políticas de igualdad han llegado demasiado lejos y que incluso ahora son ellos, los varones, quienes sufren discriminación. El 60% de los hombres encuestados está de acuerdo con estas afirmaciones, también lo está el 43% de las mujeres. El discurso de la extrema derecha permea rápido.
Pasar a la ofensiva
Las militantes feministas están convencidas de que es hora de cambiar de enfoque, pensar en estrategias distintas. Ya no basta con alertar de la amenaza reaccionaria, porque sus líderes ya ocupan puestos de poder, sus discursos ya están no sólo en las instituciones, sino también en las calles y en las aulas. Ya están integrados en la normalidad y ya son leídos como una opción válida. Así que construir un escudo para contener este avance se queda corto, ahora toca pasar a la ofensiva, asienten las voces consultadas.
Para ello, apuestan por ganar terreno en todos los espacios. "Hay que conquistar sus herramientas exponiendo las contradicciones que tienen: que están en contra de la democracia", aclara Carolina Vidal. Ella es secretaria de Mujeres en CCOO y batalla, no podría ser de otra manera, por sembrar conciencia en los centros de trabajo. El discurso feminista tiene que estar ahí, "un lugar donde ellos no pueden entrar, porque ahí no están ellos". Vidal rechaza cualquier tipo de "respuesta violenta", pero sí cree que es importante poner sobre la mesa que en realidad la extrema derecha está "disputando un reparto de privilegios". Pone como ejemplo un derecho fundamental de las mujeres, como el aborto: "No están en contra, lo quieren para ellos, en la privada".
Jana Bravo, portavoz del Movimiento feminista de Madrid, reconoce los sudores fríos: "Estamos profundamente preocupadas por esta ola reaccionaria antifeminista que marca una involución en los derechos de las mujeres". Una ola que ya es tsunami y que además adquiere dimensiones internacionales. Donald Trump, condenado por violencia sexual, ha conseguido el aplauso generalizado de unos ciudadanos que ven con buenos ojos revertir los derechos de las mujeres, especialmente los sexuales y reproductivos. Javier Milei ha consagrado el mismo discurso en Argentina, Giorgia Meloni en Italia y Alice Weidel en Alemania.
En este contexto, surge un imperativo: la organización dentro y fuera de nuestras fronteras.
Alianzas internacionales y llamada a la reflexión
Porque la única forma de enfocar la contienda contra la reacción es desde una mirada amplia. "La lucha es global y ahí entra en juego el internacionalismo", expone Bravo. La tarea no es sencilla, porque quien está enfrente tiene los tentáculos muy largos. La extrema derecha "tiene alianzas muy sólidas, pero la nuestra es una lucha de base. No contamos con sus medios, pero somos mujeres organizadas en distintas partes del mundo", afina Bravo.
Mientras la extrema derecha internacional es capaz de organizar cumbres ultras en instituciones públicas, las feministas hacen un trabajo de hormiga llamando a las puertas de sus vecinas, colocando carteles en los pasillos de los colegios y reclamando derechos laborales en sus centros de trabajo. Los puntos de partida están a años luz de distancia, pero las activistas saben que el poder de la calle es imparable. Lo demostraron hace ahora once años, tras frenar la reforma que de la Ley del Aborto quería hacer el entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Pero también lo dejaron claro al defender con uñas y dientes que la agresión de La Manada era una violación y que el beso a Jennifer Hermoso no era una simple anécdota fruto de la euforia del momento.
Coincide Katty Solorzano, portavoz de la Comisión 8M. Este sábado, las feministas se enfrentan a uno de los años más convulsos, con el "mayor desafío para los movimientos sociales: la lucha por los derechos humanos". El auge del negacionismo, reconoce la portavoz, "ha contrarrestado la fuerza feminista", ha ido ganando peso el cliché de la guerra de sexos, pero sobre todo ha conseguido diluir el "objetivo de base del movimiento feminista como lucha global: la búsqueda de la igualdad, la lucha por una vida justa para todas y para todos". Las respuestas, estima también la activista, están en las bases, por eso su plataforma apuesta por buscar alianzas con todo el tejido asociativo. Con el movimiento por la vivienda, con los colectivos por la sanidad pública y con el antirracismo.
Así que las feministas no se resignan a darlo todo por perdido. "Se han blanqueado discursos profundamente reaccionarios, discursos que no son válidos", denuncia Bravo, por lo que es urgente hacer "una llamada a la reflexión y al pensamiento crítico de la sociedad en la que vivimos". Es necesario hablar de la feminización de la pobreza, pone sobre la mesa la activista, hablar de la "hipersexualización de las mujeres" en la cultura, pero también introducir la genealogía feminista en las aulas y en los libros de texto, para que "las niñas sepan que tienen todo un legado detrás".
Los jóvenes
Fueron precisamente ellas, las chicas más jóvenes, quienes tomaron la batuta durante las movilizaciones que paralizaron el mundo hace siete años. Las activistas históricas respiraban tranquilas y observaban desde un segundo plano, dando por sentado un relevo generacional sólido capaz de dar continuidad a sus demandas. Su lucha estaba en buenas manos. En los últimos años, sin embargo, el compromiso de los más jóvenes ha dejado de ser una apuesta segura. Precisamente las huelgas feministas y la institucionalización de algunas de sus reivindicaciones encontraron como reacción el viraje ideológico de los jóvenes, especialmente los varones.
Según la encuesta citada anteriormente, son los millenials quienes en mayor medida (55%) creen que las políticas de igualdad han derivado en una tendencia discriminatoria hacia los hombres. Pero no todo está perdido: es la generación z la que en mayor medida se reconoce abiertamente como feminista (56%).
"Me niego a pensar en la deriva reaccionaria de los jóvenes. Las manifestaciones están llenas de gente joven", se aferra Carolina Vidal. Sí reconoce que las generaciones más jóvenes son también las más permeables, pero es esa la gran ventana de oportunidad que debe saber aprovechar el feminismo: "Hay que intentar disputar su hegemonía y conquistar las redes, estar ahí donde los jóvenes están", clama la sindicalista.
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Katty Solorzano reconoce que los más jóvenes están "en una etapa vital vulnerable, los chicos tienen miedo porque les han hecho ver que el feminismo les va a quitar derechos", pero son precisamente estas las ideas que deben ser confrontadas: "Educación temprana de manera integral y usar los medios y las redes sociales para informar".
También, añade Jana Bravo, interpelando a los hombres. "Hay que hacer hincapié en los chicos jóvenes para incluirlos en esta llamada a la reflexión, también para que escuchen a sus compañeras y a sus iguales, para que hablen, porque a veces la conversación se queda en nosotras y a ellos no les llega".
El contexto internacional y el avance de los discursos negacionistas en suelo español han convertido un horizonte esperanzador en uno incierto. Quienes salen organizadas a las calles insisten en que "nunca se pueden dar los derechos por sentado" y que por tanto toca ahora pelearlos. Algunas dudan cuando se les pregunta si van ganando los de enfrente, si el feminismo sigue siendo atractivo; otras suspiran y se toman unos segundos para contestar. Pero al final, todas optan por mirada larga y paso firme: "En nuestra identidad está la resistencia, porque estamos del lado de la justicia. Los movimientos reaccionarios cuentan con grandes altavoces y se sienten reforzados, pero el feminismo tiene músculo", asiente Solorzano. "La mayor fuerza para resistir es unirnos en aquello que nos convoca a todas las mujeres. Nos va la vida en ello".